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No
es culpa de la cerveza
Heriberto G. Contreras |
Sábado
por la tarde; el calor de finales de verano y principios de otoño
aún se siente en el ambiente. No puede haber mejor panorama
que un buen juego de futbol por televisión, el sofá,
unos cuates y por supuesto, no podían faltar las amigas inseparables
de este tipo de encuentros, las "chelas".
La famosísima
cerveza es una de las bebidas preferidas en el mundo. Países
como Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, México, Alemania
y la República Checa, incluyen dentro de su identidad a esta
bebida de cebada.
Numerosos antropólogos aseguran que hace 100 mil años
el hombre primitivo elaboraba una bebida con raíces, cereales
y frutos silvestres, mismos que masticaba antes para desencadenar
su fermentación alcohólica. El líquido resultante
lo consumía con deleite para relajarse.
La mención más antigua de la cerveza, (una bebida obtenida
por fermentación de granos llamada siraku), se encontró
en unas tablas de arcilla escritas en lenguaje sumerio y cuya antigüedad
se remonta a cuatro mil años A.C. En éstas se revela
una fórmula de elaboración casera de la cerveza: se
cuece pan, se deshace en migas, se prepara una mezcla en agua y se
consigue una bebida que transforma la gente en alegre, extrovertida
y feliz.
Desde Oriente Medio, la cerveza se extendió por los países
de la cuenca oriental del Mediterráneo. Los egipcios, recogiendo
los métodos sumerios, elaboraron una cerveza que bautizaron
con el nombre de zythum. Para descubrir después la malta y
añadirle azafrán, miel, jengibre y comino con objeto
de proporcionarle aroma y color.
Y si entre los romanos y los griegos fue considerada una bebida de
fiesta, los pueblos del norte de Europa no se quedaron atrás,
festejaban con cerveza las celebraciones familiares, los actos religiosos
y los triunfos sobre sus
enemigos.
En la Edad Media nacería la cerevisa monacorum o cerveza de
los monjes con denominación de origen, cuyo secreto guardaba
celosamente cada fraile boticario. Los monjes lograron mejorar el
aspecto, el sabor y el aroma de la bebida. |
Entre
los siglos xiv y xvi surgen las primeras grandes fábricas cerveceras,
entre las que destacan las de Hamburgo y Zirtau.
A finales del siglo XV, el duque de Baviera, Guillermo IV, promulga
la primera ley de pureza de la cerveza alemana, que prescribía
el uso exclusivo de malta de cebada, agua, lúpulo y levadura
en su fabricación.
La auténtica época dorada de la cerveza comenzó
a finales del siglo XVIII con la incorporación de la máquina
de vapor a la industria cervecera y el descubrimiento de la nueva
fórmula de producción en frío, y culmina en el
último tercio del siglo XIX, con los hallazgos de Pasteur relativos
al proceso de fermentación.
Así que su popularidad parece no estar a discusión,
y sin embargo optamos por culparla por una buena cantidad de nuestros
males, sobre todo de salud, entre éstos tener un abdomen grande.
Un equipo de investigadores de Gran Bretaña y la Republica
Checa realizó un estudio para el cual entrevistaron a un grupo
de checos, los cuales son considerados como los primeros consumidores
de cerveza en el mundo. Los científicos no encontraron ninguna
relación entre la cantidad de cerveza consumida y las dimensiones
de la barriga.
Martín Bobak del Colegio Universitario de Londres y sus colegas
en el instituto de Medicina Experimental y Clínica, en Praga,
entrevistaron a 891 hombres checos y mil 98 mujeres entre 25 y 64
años de edad. Entre los seleccionados había algunos
que tomaban ocasionalmente, otros que no tomaban y pocos que bebían
en abundancia. Todos pasaron por un examen médico y se les
midió la cintura y el peso, información necesaria para
calcular el índice de obesidad.
Los investigadores no encontraron ningún vínculo entre
el consumo de cerveza y la obesidad. La relación entre la cerveza
y la obesidad, si existe es muy débil según los propios
científicos. Este nuevo estudio desmiente la creencia común
según la cual la obesidad está relacionada con beber
grandes cantidades de cerveza. Comúnmente se cree que los que
toman cerveza en promedio son más obesos que los que no beben
o los que beben vino, afirmaron los investigadores.
Sin embargo, este estudio no tiene como objeto que los amantes de
la cerveza se aprovechen para correr a los bares. La gente no debe
asumir que ahora puede tomar libremente. Cualquier comida o bebida
en exceso puede conducir a la obesidad. Los que deseen tomar deberían
disfrutar de estas bebidas con moderación. Mejor recordemos
una frase publicitaria de fines de los 80: de lo
bueno poco.
Con información de la BBC, La Universidad de Berkley y Portal
de Historia.com |
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