Año 3 • No. 120 • octubre 20 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales
 
 Información General

 Observatorio
 de la Ciencia


 Arte Universitario

 Foro Académico

 Date Vuelo

 Inter Nautas

 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 
Recuerdo las torres gemelas
Jay Bildstein (traducción: Rosben Olivera y Remedios Aguirre Sullivan)
Hay pocas veces cuando escribir provoca en mí el deseo de llorar. Esta es una de esas veces. Soy un nativo de la Ciudad de Nueva York. Por diez años el centro de mi existencia fue el World Trade Center, globalmente conocido como las Torres Gemelas. Las torres han desparecido. Más de tres mil personas de todas las nacionalidades, razas y religiones murieron a causa de un acto barbárico e indiscriminado de violencia atroz perpetrada contra gente dedicada a ganarse la vida para alimentar a sus familias. Un número importante de los desaparecidos el 11 de septiembre, 2001 eran mexicanos que ese día se encontraban en la ciudad de Nueva York. Ellos ahora se han ido, junto con gente de 80 países diferentes que se habían congregado en esas torres con el propósito de ser productivos.

No tengo una imagen ilusoria acerca de mi país. Soy un ciudadano de los Estados Unidos de América. En ocasiones estoy muy orgulloso de lo que hace la nación que me vio nacer, y en otras estoy profundamente avergonzado de sus acciones, pero en este caso, les escribo a todos ustedes no simplemente como un ciudadano de los Estados Unidos, o como un neoyorquino según lo dicta mi nacimiento, sino como un miembro de la comunidad que fue destruida hace dos años. Si nunca habías conocido a alguien cuyo terruño fue destruido por la violencia, ahora ya lo has hecho.

Por algunos años viví, literalmente, frente a las torres gemelas, cruzando la calle, en un área conocida como Battery Park City. Ahora y antes fue un enclave para la gente que trabajaba en el área de Wall Street. Un vecindario hermoso lleno de gente de todo el mundo. Con sus vistas del Puerto de Nueva York y la Estatua de la Libertad era un lugar muy agradable para vivir. Me pregunto cómo mis antiguos vecinos sobreviven cada día con ese hoyo abierto, la pérdida del World Trade Center, grabado en sus conciencias, no simplemente por su horrible destrucción sino por su proximidad a sus moradas.

Se dice que la destrucción de las Torres Gemelas y los edificios circundantes se equipara a aproximadamente 75 cuadras de una ciudad. Esto tendría que ser el equivalente al área que ocupa el centro de Xalapa. Para mí, la idea es tan inimaginable como repugnante, pero sucedió en mi terruño, mi vecindario. Han pasado dos años ya y no tengo las palabras adecuadas ni he resuelto mis emociones. A decir verdad todavía estoy en shock.

El año pasado, el 11 de septiembre, 2002, conduje un programa de radio conmemorativo que duró 26 horas y se difundió en la Internet, para hacer vigilia por los que habían caído por la marea de violencia del año anterior. Tomó cinco horas y 42 minutos leer los nombres de todas las personas que murieron en las Torres el 11 de septiembre anterior. La conmemoración era casi tan difícil como la horrible experiencia de ver a gente inocente saltar de un edificio, condenados a la ruina por el odio mal dirigido de unos pocos.

No tengo venganza ni odio en mi corazón, tengo en lugar de ello, sólo tristeza por todas las personas en el mundo que deben llevar la carga de la violencia indiscriminada. Creo que la mayoría de las personas son buenas, y su raza, religión o país de origen no me importa ni un comino. Me gustaría ver paz en el mundo; no un ciclo interminable de violencia. Creo que la conciencia social de la gente que ama la paz en todo el mundo, necesita darse cuenta que los actos terroristas del 11 de septiembre deben condenarse siempre. No se repara el dolor, ningún impacto social positivo puede lograrse por medio de la violencia desconsiderada y sin discriminación. Ninguno. Jamás.

El corazón de mi ciudad ha desaparecido, pero los corazones de los sobrevivientes permanecen intactos, abiertos, con el pensamiento activo y amando. Amigos, somos todo lo que tenemos. Nosotros, es decir el uno para el otro como compañeros humanos. Podemos tener apariencias diferentes, orar de manera distinta y hablar idiomas diferentes pero esencialmente somos iguales. Nosotros, los hombres y las mujeres del mundo tenemos una estancia breve en esta espiral de los mortales, unos pocos segundos preciados frente a la eternidad para hacer algo de valor. La violencia no es valiosa. El odio no es valioso. La destrucción no es valiosa.

En este día, simplemente busco recordar mi vecindario, mi ciudad, mi hogar como era cuando estaba intacto… antes de que su corazón fuera arrancado de su pecho y fuera desintegrado.

Veo las caras de los hombres y mujeres dedicados yendo a trabajar en el World Trade Center con la meta de ser productivos. Gente de naciones lejanas coexistiendo y trabajando hombro con hombro para beneficiar a sus familias y a la humanidad. Los recuerdo y siempre lo haré. No permitiré que mi pena se transforme en odio ciego. En lugar de esto, recordaré por siempre la ética de mi aldea; que el ser productivo es el ideal más elevado y que hacerlo con gente de diversas procedencias es un momento de celebración trascendental. Miro hacia el futuro con grandes esperanzas, al día en que en ese sitio, una vez más, gente de todas las naciones se congregue con la meta de ser productivos. Recuerdo las Torres Gemelas. Siempre lo haré.
Fe de erratas
En el número 119, página 16, de UniVerso, el periódico de los universitarios, por un error imputable a nuestra redacción apareció publicado un resumen (editado) del texto original titulado “Recuerdo las torres gemelas”. La traducción del artículo original de Jay Bildstein, publicado en inglés (UniVerso 115) fue remitida (completa) a nuestra redacción por Remedios Aguirre Sullivan y Rosben L. Olivera. En tal virtud, este número consigna la versión completa de la traducción del artículo “Recuerdo las torres gemelas”.