Año 3 • No. 125 • noviembre 25 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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La nueva turbulencia
Lorenzo Arduengo Pineda


Set de grabación de los estudios Churubusco.
Como ya es usual en los vaivenes del sexenio, esta vez de nuevo toca a dos de los productos de la cultura más visibles y penetrantes: el cine y los libros. Si nos asomamos a la historia de los atentados que estas dos manifestaciones han sufrido a lo largo de su existencia, ya no debieran extrañarnos las disposiciones incultas plenas de desinformación de las autoridades no autorizadas para descalificar las tareas de la cultura.
A nadie escapa el hecho de que nuestra industria cinematográfica, al mismo tiempo que disminuyó su capacidad de producción, también elevó el nivel de calidad a través de las nuevas generaciones de cineastas formados por las dos escuelas de más tradición en nuestro país: el amenazado Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y el CUEC dependiente de la UNAM (y al menos hasta ahora intocable).

Una institución de menos años de existencia es el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) creado en el sexenio lamadridista, con el cual pretendía recuperar rostro ante las ruinas que la administración previa había dejado a su paso. Es aquí donde resultan importante tanto los desplegados de protesta por tan infundadas desincorporaciones –como eufemísticamente llaman las autoridades a estos atentados– como la imagen de las universidades públicas, mantenedoras de las tradiciones y último reducto de la cultura y las artes, ya que se ven en toda su dimensión.

No en balde, la UV desde la década de los años 50, por los buenos oficios del dramaturgo Emilio Carballido, instaura las bases de una cultura cinematográfica a través de conferencias y ciclos cinematográficos permanentes desde entonces. Conferencias, estrenos, cursos y talleres hasta diplomados relativos a la materia se han ofrecido de una manera orgánica y asidua. Renglón aparte merece el apoyo de la institución a producciones fílmicas de alta calidad: desde María de mi corazón hasta Otilia Rauda, pasando por innumerables opera prima como la reciente Tiempo Real.

Esa labor sólo puede cumplirse con la suma de esfuerzos conjuntados por una institución de educación como la nuestra, la cual también difunde obras literarias fundamentales a través de su editorial. Quede constancia, pues de nuestro irrestricto apoyo a Imcine, a los Estudios Churubusco y al CCC, sin cuya existencia el panorama de nuestro cine sería tan pobre como la imaginación de sus detractores.