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Universidades
e integración continental
Dr. Víctor A. Arredondo* |
La
Organización Universitaria Interamericana (OUI) es, sin duda
alguna, la asociación universitaria de cobertura continental
más importante en América.
Por ello, no es casual que la OUI haya dedicado su XIII Congreso Bienal
a un tema de la mayor actualidad y trascendencia para nuestro Continente,
nuestras naciones y nuestras instituciones respectivas. Durante los
pasados días del Congreso se discutió, nada más
y nada menos que sobre lo que significa una mayor integración
del Continente Americano. Lo hicimos, además, desde la perspectiva
del desarrollo humano, que no sólo de las relaciones comerciales.
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Una
condición adecuada para afianzar a las Américas es la
de la reducción de asimetrías presentes en el continente:
Víctor Arredondo. |
También,
bajo un enfoque muy preciso, aquel que está basado en la colaboración,
que no de la competencia; de las redes, que no del trabajo aislado;
de las alianzas estratégicas, que no de la relación
fría entre empresas y clientes. Estos fueron algunos de los
atributos que distinguieron a ese foro.
Hubo, además, otros aspectos distintivos de nuestra pasada
reunión. La oui inauguró nuevas etapas en su plan de
trabajo, un nuevo formato en sus reuniones bienales, abriendo la participación
de otros actores relevantes y con un creciente énfasis en el
trabajo de colaboración y coordinación con otras asociaciones
y sectores que persiguen fines similares. Es así que nuestra
organización busca fortalecer su posicionamiento estratégico
como una instancia de coordinación y soporte para el proceso
de integración del Continente. Permítanme ampliar un
poco más sobre este punto.
Las dos líneas históricas de trabajo de la OUI, consolidadas
y exitosas, han sido la formación de líderes y gestores
universitarios de alto nivel y la operación de múltiples
redes temáticas continentales, a través del Colegio
de las Américas (Colam). Adicional a lo anterior, veo
ahora una nueva apuesta, que busca ampliar nuestro impacto en el ámbito
específico de las localidades, de las pequeñas comunidades.
Ésta consiste en encaminar esfuerzos de la educación
superior para apoyar las metas nacionales de educación básica
y con la mira puesta en el fortalecimiento local. Esta visión
estratégica se basa en la noción de que hay que pensar
globalmente y actuar localmente. Es el resultado, además, de
la convergencia de dos dinámicas distintas. Por una parte,
la que deriva de las propias reflexiones y avances internos de la
OUI. Por la otra, la que se origina en las Cumbres de las Américas,
en las Reuniones de Ministros de Educación del Continente y,
consecuentemente, en la agenda de la oea y de la banca de desarrollo.
Recordemos algunos de los propósitos que los Jefes de Estado
del Continente han definido en el marco de la Cumbre de las Américas.
Ellos han acordado promover los principios de equidad, calidad, pertinencia
y eficacia en todos los niveles del sistema educativo; educar a las
generaciones presentes y futuras para un ambiente globalizado; fortalecer
la Comisión Interamericana de Educación (CIE) como principal
foro de seguimiento de los mandatos de las Cumbres de las Américas;
operar un Fondo multilateral, resultante de la alianza entre el sector
público y privado para apoyar la educación. Con todo
ello, buscan asegurar que la educación se constituya
en la prioridad central del desarrollo en las próximas décadas
para todos los sectores y se propicie una verdadera alianza de las
Américas hacia este propósito.
Más aún, nuestros respectivos Jefes de Estado han identificado
también la necesidad de que la cie logre consensos a favor
de los programas de alcance hemisférico y regional. Por ello
convocan a la participación permanente de agencias y organismos
internacionales en la elaboración, ejecución y seguimiento
de proyectos comunes. Es, precisamente, sobre la base de esa convocatoria,
que la OUI y sus instituciones miembros dijimos: Aquí
estamos: honorables Jefes de Estado, deseamos ser instancias protagónicas
de promoción y soporte en tales propósitos.
Pero también aclaramos que lo haríamos orientados
por una visión alternativa del desarrollo. Una visión
basada en la mística de que un verdadero proceso de integración
continental debe privilegiar lo más importante que tenemos,
que es nuestra gente. Hoy queda claro que las meras alianzas
comerciales no son suficientes para avanzar más allá
de la etapa en que nos encontramos. Nuestra más amplia perspectiva
de bienestar colectivo dependerá de nuestra capacidad de colaboración
continental para acrecentar las condiciones y potencialidades humanas
de la región.
Por tanto, una condición sine qua non para afianzar a las Américas
es el de la reducción de asimetrías presentes en el
continente. Obviamente, la alternativa no es la dádiva generosa
de los países más ricos al resto del hemisferio. Sí
lo es, la búsqueda meticulosa de nuevos e incisivos enfoques
para financiar el desarrollo, acompañándola con la promoción
de estrategias como: una mayor movilización de los recursos
económicos internos mediante un gasto social responsable, un
sistema fiscal adecuado y políticas públicas sanas;
mayores flujos de capital externo con base en el mejoramiento interno
de los sistemas normativos para los negocios, superior gestión
empresarial, mecanismos claros de rendición de cuentas y de
transparencia económica; mayor comercio internacional apoyado
en la eliminación de subsidios unilaterales y medidas proteccionistas,
así como en la simplificación de los sistemas aduanales;
mayor crecimiento sostenido apoyado en reformas que sustenten la expansión
del mercado interno y la creación de empleos; así como
algo fundamental: una mayor cooperación multilateral. Sobre
este último punto, y pese a las declaraciones multilaterales
de los últimos años, se reconoció que no ha habido
una adecuada financiación internacional para el desarrollo.
Las acciones de cooperación y asistencia financiera y técnica
a los países en desarrollo surgen, entonces, como temas claves
del momento. Así las cosas, hay que insistir en nuevos enfoques.
En la Declaración final de la III Reunión de Ministros
de Educación (México, 11-13 de agosto de 2003), se lee
lo siguiente:
Estamos convencidos de que podemos alcanzar las metas de educación
fijadas por las Cumbres de las Américas mediante el aumento
de la inversión en educación y el uso eficiente de esos
recursos. Recomendamos que nuestros gobiernos examinen las estrategias
financieras para fomentar el avance de la educación en nuestro
hemisferio que incluya un mayor financiamiento público para
este sector y alianzas entre los sectores público y privado.
Además, consideramos conveniente explorar la posibilidad de
canje de deuda por educación. Reconocemos que tales iniciativas
se deben desarrollar en coordinación con los ministros de hacienda
y respetando la legislación de nuestros países.
En lo personal, he presentado en foros internacionales de especialistas
un esquema sobre el tema de reducción de deuda externa para
apoyar proyectos de desarrollo comunitario asentados en universidades
con experiencia en la materia.
Se espera que lo novedoso de un enfoque como éste, consista
en propiciar que las universidades sirvan de puente para transferir
conocimiento experto de cualquier parte del mundo; garantizar presencia
local constante y organización social de base; apoyar capacitación,
asistencia técnica y arraigo de soluciones inteligentes con
enfoques de abajo hacia arriba; facilitar articulaciones con organismos
públicos, privados y civiles que compartan el interés
común en el fortalecimiento de las capacidades locales; asegurar
responsabilidad y manejo transparente y eficaz de los proyectos e
instrumentar adecuados sistemas de evaluación, seguimiento
e impacto.
Tal parece que el lema del momento es el de contar con las fuerzas
locales propias para emprender soluciones innovadoras y eficientes,
apropiadas y equitativas. Hay que voltear la cara a los propósitos
humanistas y los buenos ejemplos. Uno de éstos, en materia
de educación superior, es el de la Unión Europea. Ellos
han sido exitosos para emplear a las universidades como puente para
la reducción de asimetrías, con apoyo en programas multi-institucionales
y con fondos financieros significativos que hacen palidecer los exiguos
recursos que se han canalizado en nuestro continente para el mismo
propósito. Durante el Congreso de la oui, estos programas en
Europa fueron analizados comparativamente con los de nuestra región.
También, un elemento transversal en nuestras reflexiones fue
el de la búsqueda de aliados y financiamientos alternos para
el cumplimiento de nuestros objetivos como Organización.
Es en este orden de ideas que esta reunión adquiere gran relevancia.
Estoy cierto que las conclusiones generales del Congreso y la Declaración
de Veracruz marcan un hito importante en la colaboración continental
con miras hacia una verdadera Asociación de Naciones.
*
Rector de la Universidad Veracruzana y Presidente de la Organización
Universitaria Interamericana.
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