Año 3 • No. 130 • febrero 16 de 2004
Xalapa • Veracruz • México
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  XLII Muestra Internacional de Cine
Después de las cintas Unas dulces mentiras de Julie Bertuccelli (Depuis qu’Otar est parti, 2003, Francia-Bélgica) y La pequeña costurera de Sijie Dai (Balzac et la petite tailleuse chinoise, 2002, Francia-China), la XLII Muestra Internacional de Cine promovida por la Cineteca Nacional, la Universidad Veracruzana y el DIF-Veracruz, continúa esta semana con otras igual de atractivas.

Escena de la película Salomé.

Salomé (España, 2002) es una película del autor de Elisa vida mía, Mamá cumple cien años, Cría cuervos y La prima Angélica, Carlos Saura.

Desde 1981, sin embargo, ha estilado representaciones fílmicas sobre la danza y la música, y ha logrado títulos sobresalientes como Bodas de sangre, Carmen, El amor brujo y Flamenco. Su interés en Salomé fue la connotación sexual que este personaje mítico sugería, y para ellos escogió la versión de Oscar Wilde.

Al solicitar a Herodes la cabeza de Juan el Bautista, la hija de Herodías, Salomé, comete simbólicamente un acto de castración, ya que prefiere destruir al predicador cristiano sino puede poseerlo. La primera parte de la

cinta es manejada en tono de reportaje y vemos los preparativos de un montaje de danza clásica y flamenco. La parte medular atiende el espectáculo en sí con su apuesta coreográfica. Desgraciadamente, el arranque se torna artificio, mientras que en la parte central, el trabajo de Aída Gómez como Salomé deja mucho que desear, pues no encontramos en ningún momento el arrebato pasional que exigía el personaje.

Escena de la película Soldados de Salamina.
Sin embargo, otra película española saca la casta y confirma el buen desempeño de David Trueba, quien se inspiró en la novela homónima de Javier Cercas. Se trata de Soldados de Salamina (2003), original abordaje del cine español con un tema poco frecuentado: la Falange, y más específicamente, Rafael Sánchez Maza, uno de sus fundadores. La historia trata sobre el rastreo de un anciano por parte de una escritora
en crisis, y lo interesante son las paradojas y el misterio, los cuales cubren ciertas acciones que definen la nobleza de algunos seres en momentos excepcionales.

Cartel de la película Recuerdos.
Recuerdos (México, 2003) es la ópera prima de Marcela Arteaga, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica. En la cinta se sigue la pista al inmigrante lituano Luis Frank, quien arribó a México después de luchar en la guerra civil española, además de haber sido prisionero de un campo nazi. La novel cineasta amplía su universo al recoger testimonios de emigrados de Polonia, Barcelona, Londres y México, cuyo espíritu de sobrevivencia les permitió enfrentar los horrores de la guerra. Este cúmulo de entrevistas
destaca la inventiva visual de una cineasta cuyas imágenes sugieren un dramatismo atroz y delicado.

Escena de la película La hora de la religión.
La hora de la religión (L’ora di religione –Il sorriso di mia madre, Italia-Francia, 2002) nos demuestra el talento de Marco Bellochio, director que no veíamos desde hace algunos años y de quien recordamos los discursos corrosivos y contestatarios de Con los puños en los bolsillos, En el nombre del padre, La marcha triunfal o El diablo en el cuerpo. Con humor ligero, no exento de ironía, Bellochio nos plantea en su nueva cinta una situación excepcional vivida por un hombre maduro: la próxima canonización de su madre.

Escena de la película Spider.
De Spider de David Cronenberg (Francia-Canadá, 2002) podemos señalar que se trata de un acucioso acercamiento a un esquizofrénico que ha vivido 20 años internado en instituciones psiquiátricas. Al regresar al Este de Londres donde vivió su infancia, los fantasmas del pasado agobian la mente de este hombre a quien le resulta difícil esclarecer la verdad de los acontecimientos. Basada en la novela homónima de Patrick McGrath, al espectador le resultará difícil atisbar la verdad, ya que la interpretación de los sucesos está determinada por la mente anómala de Spider.

Escena de la película Madame Satá.
Muy vigorosa resulta Madame Satá (Brasil-Francia, 2002). Con una deslumbrante fotografía de Walter Carvalho (Estación Central, A la izquierda del padre) y el planteamiento biográfico de Joao Francisco de Santos (1900-1976), un negro habitante del barrio Lapa del Río de Janeiro, Karim Ainouz nos presenta un fresco vital sobre un hombre que además de peleador callejero fue prostituto, travestí y criminal; y que enfrentó con ahínco y coraje la marginalidad, lo que hizo que reivindicara su dignidad y libertad.

Escena de la película Nada.
En el caso de Nada (Cuba-España, 2001), estamos lejos del discurso demagógico y pro castrista del cine cubano de los últimos años. Esta cinta retoma el aliento subversivo de Alicia en el pueblo de las maravillas. Juan Carlos Cremata lanza una interrogante urgente en su personaje femenino central: ¿Por qué y en qué momento se decide el exilio en Cuba?. A los divertidos momentos humorísticos se contraponen el uso excesivo de la imagen coloreada y animada. Thais Valdés nos obsequia una fresca y espontánea Carla Pérez Caribeña, muy en línea del personaje de Jean Seberg de Sin aliento. roeamarcord@yahoo.com.mx