|
|
Las aventuras
de un violonchelo
Obra de Carlos Prieto
Jorge Vázquez Pacheco |
Se trata
de uno de esos casos sorprendentes en que el libro de un mexicano
es reimpreso hasta en cinco ocasiones y que ha sido presentado en
dos oportunidades por Ricardo Miranda, el doctor en musicología
responsable de la Maestría en Música por la UV. Al ser
presentado en el auditorio de la Facultad de Música el libro
Las aventuras de un violonchelo; historias y memorias de Carlos Prieto,
Miranda recordó que hace cuatro años se realizó
lo mismo, en una edición de la Feria Internacional del Libro
en la ciudad de Guadalajara, al lado del autor y de Álvaro
Mutis, redactor del prólogo.
De este modo, Miranda se encontró con la satisfactoria oportunidad
de volver a hablar de un logro que calificó de extraordinario
y fascinante, incluso por tratarse del caso poco común de un
instrumentista que aborda los terrenos de la musicología.
La charla de Prieto es amena, franca, abierta y extraordinariamente
sabrosa, si algún término coloquial es necesario
incluir para definir su oratoria. En la misma hizo hincapié
en que pocos instrumentos históricos tienen una relación
tan estrecha con Veracruz como el violonchelo Stradivarius que posee,
que es conocido como El violonchelo rojo (recordemos que los
instrumentos de gran valía tienen nombre propio), del cual
dice depositario, mas no propietario y que le acompañó
en la charla que nos ocupa.
La consideración de Prieto se centró básicamente
en la tercera parte del libro mencionado, precisamente la que trata
de la historia de su instrumento. Ésta resultó aderezada
con comentarios chuscos y circunstancias que movían lo mismo
al asombro que al festejo o la carcajada por parte de los asistentes.
Mencionó que fue construido en el año de 1720 en Cremona
y que de allí pasó al puerto de Cádiz, donde
el sacerdote José Sáenz de Santa María, marqués
de Valde Iñigo, presidía una hermandad entregada a la
celebración de los llamados Días santos
en un oratorio llamado Santa Cueva ubicado junto a la parroquia de
El Rosario. |
La
primera obra importante interpretada por este violonchelo fue Las
siete palabras de Cristo del austriaco Franz Joseph Haydn, en
el año de 787, en la Santa Cueva y con los auspicios de la
hermandad que encabezaba el clérigo citado.
El dato curioso es que el padre Santa María de Valde Iñigo
no era ni español ni austriaco o italiano... era veracruzano.
El instrumento anduvo después en Irlanda, Inglaterra, Alemania,
Suiza, Estados Unidos y, finalmente, México. Pasó por
varios propietarios e innumerables vicisitudes,
|
 |
y
muchas de éstas resultaron en verdaderas amenazas que pudieron
desembocar en su desaparición o, peor aún, en su completa
destrucción. Bien podríamos estar hablando ahora
de la vida y muerte de un violonchelo, en lugar de sus aventuras,
comentó el maestro, quien por cierto es padre del actual titular
de la Orquesta Sinfónica de Xalapa.
Recordó que el instrumento estuvo en manos de Francesco Mendelssohn,
descendiente del ilustre músico alemán, durante la época
del nazismo. Los Mendelssohn fueron judíos y eso generó
muchas amenazas de decomiso por parte del Tercer Reich, cuyos funcionarios
acostumbraban el despojo de sus obras de arte a los semitas. Francesco
pudo sacar el violonchelo hacia Suiza montado en una vieja bicicleta
y con el instrumento metido en un feo costal. Prieto mencionó
que años más tarde, ubicado Francesco en San Antonio,
Texas, como violonchelista de fila de la orquesta de aquella ciudad,
se aficionó demasiado a la bebida y en una ocasión dejó
olvidado el estuche con el instrumento sobre la banqueta de la calle
y junto a los depósitos de basura. Pasó el camión
de la limpia y la providencial aparición de una mujer de quien
se desconoce todo, incluso el nombre, impidió que el violonchelo
fuera compactado con la basura en el interior del camión y
convertido en astillas.
Por último, comentó acerca de las dificultades para
que el instrumento viaje en avión, la necesidad de comprarle
boleto y asignarle asiento propio, y hasta darle un nombre que permite
al instrumento obtener descuentos por acumulación de millas
de vuelo y, en función de sus numerosos años, precio
especial para viajeros de la tercera edad. El célebre e histórico
Violonchelo rojo se llama ahora Chelo Prieto, gracias
a la feliz ocurrencia de la esposa del maestro. Con ese nombre viaja
por el mundo y hasta ha sido protagonistas de escenas tan confusas
como chuscas, como cuando en la antigua Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas los miembros de la guardia portuaria
no permitían el despegue de un vuelo porque faltaba un pasajero,
que para colmo de males era extranjero. Sólo se permitió
la salida del avión cuando el maestro mexicano mostró
a los miembros de la guardia que Chelo Prieto se encontraba a bordo,
iba bien atado a su asiento y dispuesto a emprender el viaje.
Hacia la parte final de este acontecimiento y como un generoso obsequio
a los asistentes a la presentación de su libro, Carlos Prieto
interpretó en su Chelo Prieto cuatro movimientos de la Suite
número 3 de Johann Sebastian Bach y el Allegro molto vivace
de la Sonata de Kodály. |
|
|
|
|
|
|
|