2. Nortes
y calores
La intendencia de Veracruz, a excepción del llano que se extiende
de Perote al Pico de Orizaba, Yucatán, las costas de Oaxaca,
las provincias marítimas del Nuevo Santander1 y de Texas,
el nuevo reino de León, la provincia de Coahuila, el país
inculto llamado Bolsón de Mapimí, las costas de la California,
la parte occidental de la Sonora, de Sinaloa y de la Nueva Galicia,
las regiones meridionales de la intendencias de Valladolid2
, de México y de la Puebla, son terrenos bajos y entrecortados
de colinas poco considerables. La temperatura media de estas llanuras,
o a lo menos de las que están situadas bajo los trópicos
y cuya elevación sobre el nivel del mar no pasa de 300 metros,
es de 25 a 26 grados del termómetro centígrado, es decir,
de ocho a nueve grados más que el calor medio de Nápoles.
En las costas orientales de Nueva España los grandes calores
ceden por algún tiempo cuando los vientos del Norte envían
algunas bocanadas de aire frío de la bahía de Hudson
hacia el paralelo de La Habana y de Veracruz. Estos vientos impetuosos
soplan desde octubre hasta marzo, y se anuncian por la extraordinaria
turbación que se advierte en el movimiento regular de las pequeñas
mareas atmosféricas3 o en las variaciones horarias del
barómetro. Muchas veces refrescan el aire de tal modo el termómetro
centígrado baja cerca de La Habana hasta cero, y en Veracruz
hasta 16 grados; descenso bien notable en países situados bajo
la zona tórrida.
En la falda de la Cordillera, a la altura de mil 200 a mil 500 metros,
reina perpetuamente una temperatura agradable de primavera, que no
varía nunca arriba de cuatro o cinco grados; ahí son
desconocidos igualmente los fuertes calores y el excesivo frío.
Esta es la región que los indígenas llaman tierras templadas,
en la cual el calor medio de todo el año es de 20 a 21 grados;
tal es el hermoso clima de Jalapa, Tasco y de Chilpancingo, tres pueblos
célebres por la extrema salubridad de su clima y por la abundancia
de árboles frutales que se cultivan en sus inmediaciones. Por
desgracia, esta altura media de mil 300 metros es casi la misma en
que se sostienen los nublados sobre las llanuras vecinas al mar, y
de ahí que estas regiones templadas situadas a media altura
de montaña, como sucede con las inmediaciones de Jalapa, se
ven frecuentemente envueltas en espesas nieblas.
Falta que hablemos de la tercera zona, designada con el nombre de
tierras frías, la cual comprende las llanuras que están
elevadas más de dos mil 200 metros sobre el nivel del mar,
y cuya temperatura media es menos de 17 grados.
Hay un inconveniente muy grave que es común en las costas orientales
y a las que baña el Grande Océano, falsamente llamado
océano Pacífico. Por espacio de muchos meses son unas
y otras inaccesibles a causa de violentas tempestades, que casi impiden
toda navegación en aquellos parajes. Los nortes, que son vientos
del N.O., soplan en el golfo de México desde el equinoccio
de otoño hasta el de la primavera. Estos vientos son ordinariamente
flojos en los meses de septiembre y de octubre; su mayor fuerza es
en el mes de marzo; y algunas veces duran hasta abril. Los navegantes
que frecuentan por algún tiempo el puerto de Veracruz, conocen
los síntomas que anuncian la tempestad, al modo, poco más
o menos, que un médico conoce los de una enfermedad aguda.
Según las curiosas observaciones del señor Orta, la
señal más cierta de la tempestad es un gran movimiento
en el barómetro, una repentina interrupción en el curso
regular de las variaciones horarias de este instrumento. A esto acompaña
los fenómenos siguientes: Al principio sopla un pequeño
terral de O.N.O., a este vientecillo le sigue una brisa que se inclina
al N.E. y después al S., reinando entretanto un calor sofocante;
el agua disuelta en el aire se precipita sobre las paredes de ladrillo,
sobre el empedrado y sobre los balaustres de hierro o de madera. La
cima del pico de Orizaba, la del cofre de Perote, y las montañas
de la Villa Rica, principalmente la sierra de San Martín, que
se extiende desde Tuxtla hasta Coatzacoalcos, aparecen sin nubes,
al mismo tiempo que su pie se oculta entre un velo de vapores medio
transparente. Estas cordilleras se ofrecen a la vista como delineadas
sobre un hermoso fondo azulado.
En tal estado
de la atmósfera comienza la tempestad, la cual suele ser a
veces tan impetuosa, que desde el primer cuarto de hora sería
muy expuesto el estarse en el muelle en el puerto de Veracruz. La
comunicación entre la ciudad y el castillo de San Juan de Ulúa
queda desde este punto interrumpida. Las bocanadas del viento del
Norte duran comúnmente tres o cuatro días, y a veces
10 ó 12. Si el norte se pone a la brisa por el Sur, la brisa
es poco constante, y entonces es probable que la tempestad vuelva
a comenzar; si el norte toma la vuelta del E., por el N.E., entonces
la brisa, o el buen tiempo, es duradero. En el invierno se puede contar
con la continuación de la brisa tres o cuatro días seguidos;
intervalo suficiente para que un navío que sale de Veracruz
pueda ganar la alta mar y libertarse de los bajos vecinos de la costa.
También algunas veces en mayo, junio, julio y agosto, se hace
sentir en el Golfo de México ventarrones muy fuertes, a los
que se da el nombre de nortes de hueso colorado; mas por fortuna no
son muy comunes. Por otra parte, no coinciden las épocas en
que reina en Veracruz el vómito prieto y las tempestades del
Norte; y así, tanto el europeo que llega a México como
el mexicano que se ve precisado por sus negocios a embarcarse o a
bajar desde el alto llano de Nueva España hacia las costas,
tiene que escoger entre el peligro de la navegación y el de
una enfermedad mortal.
La navegación de las costas occidentales de México,
bañadas por el Grande Océano, es muy peligrosa en julio
y agosto, durante los cuales soplan terribles huracanes del S.O. En
esta temporada, y hasta septiembre y octubre, las recaladas de San
Blas, de Acapulco y de todos los puertos del reino de Guatemala, son
las más difíciles; y desde el mes de octubre hasta el
mes de marzo, durante lo que llaman el verano de la mar del Sur, se
halla interrumpida la tranquilidad del océano Pacífico
en aquellos parajes por vientos impetuosos del N.E. y del N.N.E.,
conocidos con los nombres del papagayo y del tehuantepec.
Habiendo yo mismo sufrido una de estas tempestades, examinaré
en otro lugar si estos vientos puramente locales son, como quieren
algunos navegantes, efecto de los volcanes vecinos o si proviene de
la poca anchura del istmo mexicano. Podría creerse que una
vez turbado el equilibrio de la atmósfera en las costas del
mar de las Antillas por enero y febrero, el aire agitado refluye impetuosamente
hacia el Grande Océano. Según esta hipótesis,
el viento de Tehuantepec no sería sino el efecto, o más
bien la continuación, del viento del norte del golfo de México,
y de las pequeñas brisas de Santa Marta. El mismo viento hace
la costa de Salinas y de La Ventosa casi tan inaccesible como lo son
las de Nicaragua y de Guatemala, en las cuales, por agosto y septiembre,
reinan violentos S.O. conocidos con el nombre de tapayaguas.
Estos S.O., vienen acompañados de truenos y grandes lluvias,
mientras que lo tehuantepeques y los papagayos4 muestran su
fuerza estando el cielo claro y azulado; por manera que en ciertas
épocas, casi todas la costas de Nueva España son peligrosas
para los navegantes. 3.
Jalapa
Jalapa (Xalapan) al pie de la montaña de basalto de Macuiltépec,
en una situación muy amena. El convento de San Francisco,
como todos los que fundó Cortés, aparece de lejos
como una fortaleza, pues en los primeros tiempos de la conquista
construían conventos e iglesias de manera que pudiesen servir
de defensa en caso de insurrección de parte de los indígenas.
En este convento se goza de una vista magnifica, descubriéndose
desde él los picos colosales del Cofre de Perote y de Orizaba,
la falda de la cordillera (hacia el Encero, Otates y Apazapa), el
río de la Antigua, y el Océano. Los espesos bosques
de styrax, piper, melástomos y helechos arbóreos,
particularmente el que atraviesa el camino de Pacho y de San Andrés,
las orillas del pequeño lago de los Berros y las alturas
que conducen al pueblo de Huastepec ofrecen paseos muy agradables.
El cielo de Jalapa, hermoso y sereno en verano, inspira melancolía
desde el mes de diciembre hasta el de febrero; cada vez que el viento
del Norte sopla en Veracruz, cubre un espeso brumazón a los
habitantes de Jalapa, y entonces baja el termómetro hasta
12 ó 16 grados. En la estación de los nortes muchas
veces se pasan dos o tres semanas sin ver el Sol ni las estrellas.
Los comerciantes más ricos de Veracruz tienen casa de campo
en Jalapa, en donde gozan de una frescura agradable, mientras que
los mosquitos, los grandes calores y la fiebre amarilla hacen muy
desagradable la residencia en la costa. En esta pequeña ciudad
hay un establecimiento cuya existencia confirma lo que he dicho
más arriba sobre los progresos de la cultura intelectual
del reino de México; una excelente escuela de dibujo, fundada
de pocos años a esta parte, en la cual los muchachos de los
artesanos pobres, se instruyen a expensas de los ciudadanos más
acomodados. La altura de Jalapa sobre el nivel del Océano
es demil 320 metros; su población se estima en 13 mil almas5
.
El camino
que va de Puebla a Veracruz por Jalapa, pasa por Amozoc, Acajete y
Perote; parece que se viaja por un terreno que a una larga permanencia
de aguas ha expuesto a nivel. Cuando estos llanos se calientan por
los rayos del sol, ofrecen (a una altura igual que la del paso de
San Bernardo) los mismos fenómenos de suspensión y refracción
extraordinaria que por lo común sólo se observan cerca
de las costas del Océano.
Durante mi residencia en Jalapa, en febrero de 1814, se había
empezado un nuevo camino que se construyó bajo la dirección
del señor García Conde, en los parajes que presentan
mayores dificultades; a saber: en el barranco llamado el Plan del
Río, y en la Cuesta del Soldado. Se ha proyectado poner columnas
de pórfido todo a lo largo del camino, para señalar,
además de las distancias, la altura del terreno sobre el nivel
del Océano. Estas inscripciones, que no se encuentran en ninguna
parte de Europa, ofrecerán un particular interés al
viajero que sube por la falda oriental de la cordillera; porque le
tranquilizarán, anunciándole que se acerca a aquella
región feliz y elevada, en donde ya no debe temer el azote
del vómito prieto o fiebre amarilla.
El antiguo camino de Jalapa se dirige hacia La Rinconada al E., por
la Veracruz vieja, llamada vulgarmente La Antigua. Después
de haber pasado más abajo de este pueblo el río del
mismo nombre, que tiene cerca de 200 metros de ancho, se sigue la
playa por Panza Gorda y Vergara, o bien si la marea es alta, se toma
el camino de Manga de Clavo, que no se junta con la costa sino hasta
el mismo puerto de Veracruz. Seria útil construir un puente
en el río de La Antigua, cerca de la ventanilla, en donde el
alveo sólo tiene 107 metros de ancho; entonces el camino de
Jalapa sería más de seis leguas más corto, y
sin tocar a la antigua Veracruz, se dirige inmediatamente, desde el
Plan del Río por el puente de la Ventanilla, Paso de Ovejas,
Ciénega de Olocuautla y Loma de San Juan, hacia Veracruz. Hácese
tanto más de desear esta variación, cuando la travesía
del Lencero a la costa, es la más peligrosa para la salud de
los habitantes del interior del reino, cuando bajan de la Mesa de
Perote y de Jalapa. El calor sofocante que reina en este llano árido
y desnudo de vegetación influye poderosamente en los individuos
cuyo sistema nervioso no está acostumbrado a una irritación
tan violenta. Este calor, unido al cansancio del viaje, dispone a
los órganos a recibir más fácilmente los miasmas
mortíferas de la fiebre amarilla; y si se acortase un parte
del camino que atraviesa estas áridas llanuras de la costa,
se disminuirían los destrozos de esta pestilente enfermedad.
*1
Actualmente estado de Tamaulipas.
*2 Actualmente estado de Michoacán.
*3 He explicado este fenómeno en el primer volumen de mi
Viaje. (Physique générale ou géographie des
plants.), pp. 92-94 de la edición en cuatro grados.
*4 Los papagayos soplan principalmente desde el cabo Blanco de Nicoya
(latit. nueve grados 30) hasta la ensenada de Santa Catalina
(latit. 10 grados 45.)
*5 Jalapa Enríquez, capital del estado de Veracruz; altitud
mil 427 metros, 66,317 habitantes. Se desconoce la fecha de la fundación;
pero el destruido convento
de San Francisco, fundado por Cortés, se concluyó
en 1555. |