Año 3 • No. 135 • marzo 29 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 
Información General

 Información Regional
 
 Date Vuelo

 Compromiso Social

 Arte Universitario

 Inter Nautas

 Halcones al Vuelo

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

  Voz en off
El teatro universitario
Roberto Benítez Contreras
Hace unos días con el motivo de festejar el Día Mundial del Teatro, se organizó, entre otros eventos, una mesa redonda a propósito del Teatro Universitario, a la que tuve el honor de ser invitado. Por diferentes motivos no pude asistir, pero la reflexión sobre el tema resulta inevitable.

Habría que decir en principio que las palabras teatro universitario, hoy en día ya no poseen el mismo sentido que lo tuvieron en otros tiempos, cuando se enarbolaron como emblema de una postura artística contraria al denominado teatro comercial. Así, el teatro universitario
“pintaba su raya” y definía muy claramente sus objetivos, muy lejos de las pretensiones monetarias del teatro comercial.

Significaba una traición o una derrota, después de haber estudiado actuación en recintos universitarios, terminar engordando las filas del teatro comercial, cuya intención prioritaria era hacer dinero (“¡guácala, qué desprestigio!”).

Sin embargo, con el derrumbe de las utopías y la llegada en pleno de la globalización, esta postura se replegó hasta casi desaparecer, el discurso cambió y se creó la necesidad de adaptación; es decir: renovarse o morir, ya que no había cabida para mantener productos que no dejaran ganancias económicas, o dentro de las instituciones por lo menos ganancias estadísticas que justificaran su existencia.

Así pues, dejó de verse mal a los jóvenes que aspirando al cine o la televisión, tomaran al teatro como trampolín para llegar a donde realmente querían llegar. Los límites se comenzaron a desvanecer y el compromiso con lo artístico pasó a un segundo o tercer plano. Porque, vamos a ver, en el terreno económico ¿qué cosa tiene que hacer el teatro? Es claro que a todas luces es un mal negocio, una insensata decisión que sólo lleva al fracaso.

¿Esto sucede porque el teatro no tiene un valor? Desde luego que lo tiene, pero éste no es económico sino artístico. El teatro, dada su naturaleza, no es un producto que se pueda almacenar para su consumo posterior, es inevitablemente efímero, sólo sucede en un instante y nada más (a diferencia del cine y de la literatura, por ejemplo). Por lo tanto, el teatro no permite la enajenación económica, y si así lo hace, simplemente se prostituye. ¿Qué nos queda ante este crudo panorama, donde el gusto del público se centra en formas rupestres? Como muestra, el non plus ultra musical del momento: “Mesa que más aplauda, mesa que más aplauda le mando a la niña, zas, zas, zas”

Según mi parecer es necesario apostar por un teatro artístico. Sí, ese tan escaso en nuestros días, comprometido con principios éticos y estéticos y no con los valores del mercado. Pero nada más difícil en la realidad.

Aquí es donde radica la importancia de la universidad, como espacio que debiera permitir el desarrollo de este saber artístico, generador de conocimientos tan válidos como los científicos. Hoy, quizá más que nunca, debiéramos apostarle a lo artístico, oponiéndonos firmemente al simulacro y al empirismo. Es necesario un crecimiento y esto no lo genera sólo el transcurrir del tiempo y la continua repetición de puesta tras puesta, lo genera la conciencia, la crítica y la autocrítica de nuestro trabajo.

Desde otra perspectiva, ¿a quién y a qué poner la etiqueta de teatro universitario? Sin duda, en el más amplio sentido, a todos aquellos que estamos dentro de una universidad y hacemos teatro. Sin más, aquí se acabaría la discusión y nos vamos.

Pero creo que vale la pena reflexionar sobre el sentido de lo que hacemos y en esta medida saber si lo estamos haciendo bien o no.

Veo en el teatro universitario en esta ciudad, por lo menos tres territorios muy definidos: uno, el de los profesionales del teatro, es decir la Compañía Titular de Teatro; dos: personas que pretenden alcanzar una profesionalización –aquí se encuentran los alumnos de la Facultad de Teatro–, y tres: personas que, aunque aspiran a una profesión o actividad diferente a la teatral, hacen teatro, esto es todos los aficionados que participan en los diferentes talleres que ofrece la universidad.

Obvio es encontrar propuestas distintas en cada uno de estos territorios. Si bien son innegables estas fronteras imaginarias en el ámbito del teatro universitario, lo cierto es que el teatro es o no es, se da o no se da. Más allá de las etiquetas, más allá de buenas voluntades. Y lo cierto también es que cada vez hay menos teatro, este extraordinario suceso, por lo que tendría sentido reflexionar cada cual desde su trinchera, ¿cuáles son los fundamentos de su propia práctica teatral?, ¿qué comunican?, ¿es necesario?, ¿lo hace honestamente y de la mejor manera?

En un contexto caótico como en el que nos encontramos, la búsqueda de estos fundamentos, los cuales conceden dignidad a la profesión y el respeto del público, es lo único que podría salvarnos de ser un producto más de consumo que se desecha cada día.

El teatro en cuanto arte, y por tal revelador de la naturaleza humana, es el que considero vale la pena encontrar, independientemente de las etiquetas y del sujeto que lo realice.