Año 3 • No. 136 • abril 19 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 
Información General

 Información Regional

 Arte Universitario

 Compromiso Social

 Inter Nautas

 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

  Voz en off
El encanto de Dorita
Roberto Benítez Contreras
“Érase una vez en un país lejano, una niña a la que un misterioso viejecillo, que vivía en un jardín, le entregó una máscara mágica que al ponérsela la transformaba en un ser fantástico llamado Dorita”.

Así comienza el programa de mano del espectáculo Historias alucinadas que presenta Gabriela Ochoa, trabajo de máscara dirigido por Adriana Duch.

Es un cuento sabio de las cosas pequeñas y cotidianas donde se genera magia: de una alfombra rosita como piso y de una cortina negra como fondo, brota una niña verdiazul con una cara encantadora, que nos convoca a estar y a mirar, a presenciar, algo misterioso y arcaico como lo es el teatro. Crea una atmósfera cercana, la cual se refuerza con el hecho de realizarse en un espacio alternativo: una casa, lo que conlleva la apertura
de un espacio privado: la intimidad compartida. Este espectáculo sin nombre aparente se plantea como un pequeño imán que atrae a su público: sujeto por él ¿qué pasará?

Hoy en día, tiempos de gloria de la masificación, estas mujeres, Ochoa y Duch, brindan un manjar teatral, osadas criaturas que se conjuran para preparar un hechizo que nos abra el corazón y deposite en él la esperanza de que el teatro no se ha ido, de que sigue allí, un poco silencioso pero palpitante.

Cuatro historias componen el espectáculo: “Dorita y su hada madrina”; “Dorita y su espejo”; “Dorita y la rana”; y “Dorita hechizada”, y son contadas con presencia, palabra, cuerpo e imaginación. Con el sentido del humor de quien sabe de las paradojas de la vida, de quien tiene la capacidad de reírse de sí mismo y burlarse plenamente, ¿acaso puede haber un sentido más profundo en la existencia?.

Estas historias vienen de la tradición más pura y sabia, los cuentos llamados, simplistamente, para niños, donde los hechos y las acciones son universales, porque nos hablan de la condición humana, ésa que trasciende el tiempo y las modas, ésa que construye la sabiduría de los pueblos y nos ayuda a conocernos mejor y de manera más profunda, desenmascarándonos.
Las historias que componen el espectáculo son contadas
con presencia, palabra, cuerpo e imaginación
Insisto en la sencillez y la honestidad de este hecho teatral, porque posee un enorme valor artístico, es decir, evidentemente no estamos ante una puesta en escena surgida de la casualidad y de la ocurrencia, bañada con tintes de espectacularidad, la cual apuesta por el enriquecimiento lícito o ilícito. No, de ninguna manera, más bien lo contrario: este trabajo es producto del esmero, la dedicación, la disciplina y el afán de hacer las cosas bien y con conocimiento de causa, donde se denota, de manera innegable, una técnica de creación, pulida y afinada con los años, sin la cual naufragaría al primer embiste del público. Aquí está de manifiesto el compromiso con el arte, con el teatro y en consecuencia con el espectador mismo.

Pero ¿dónde está el corazón de este trabajo que genera belleza?. Más allá de todas las buenas voluntades que quieren complacer al público, como sucede frecuentemente. Me permito creer que está precisamente en el difícil arte de conocerse a sí mismo, de haber descubierto esto, lo cual no es nada nuevo pero terriblemente cierto: de lo único que podemos hablar es del ser y del estar, es decir, de lo que somos. Cualquier cosa que se aleje de esto, en consecuencia, será imposición, impostura y por tanto falsedad.

Así pues, en el camino a la autenticidad uno deja atrás todo lo superfluo y banal para quizá venir a descubrir lo que estaba allí desde un principio: que con nuestra sencillez se puede generar belleza.

Largo y sinuoso camino, pero que sin duda vale la pena recorrer aún a sabiendas de que no tiene final, de que el trabajo creativo es interminable.

Historias alucinadas se presentó el pasado 19 y 20 de marzo en Nicolás Bravo 33, como una suerte de función de prueba. Pero para que no se quede en un manjar sólo para algunos elegidos, espero que pronto empiece una temporada regular de este espectáculo, que en verdad creo es una buena muestra del teatro que todos merecemos ver.

Actúa: Gabriela Ochoa, dirige: Adriana Duch, diseño y construcción de la máscara: Jean-Marie Binoche, producción de: Esfera, Zona teatral y Los jardines de la máscara.