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Nuestra
Otra Voz
Papantla y su encanto indígena
Karina Arriaga Murrieta |
Isis
Nelvy Pérez Hernández. |
Pese
a haber nacido en Poza Rica, Isis Nelvy Pérez Hernández
se considera originaria de Papantla. Ella es estudiante del segundo
semestre de la licenciatura en Nutrición, de la Universidad
Veracruzana. Cada vez que tiene oportunidad de hablar de Papantla,
menciona sus mejores recuerdos de cuando vivía allí
y le contagia a uno el encanto que dejó en su memoria este
lugar.
Aunque llevo ya diez años habitando en Xalapa, aún
recuerdo muchas cosas de mi antiguo hogar. Una de ellas, es que la
gente es muy alegre y trabajadora, en el día se puede observar
a los habitantes en plena actividad, vendiendo y comprando en los
puestos, a los marchantes ofreciendo sus productos y al turismo que
llega paseando por las tranquilas y empinadas calles del |
lugar.
A las 11 de la noche vas al parque y te diviertes con el bullicio,
compras en los puestos un raspado o alguna golosina, y puedes ver
a las ardillas correteando entre los árboles
Algo muy llamativo de Papantla es que cuando vas llegando a la ciudad,
desde un cerro que está cerca, se aprecia el monumento de un
volador gigante, en honor a la danza de los voladores, tradición
muy representativa de Papantla. Lo que yo sé de esta tradición
es que los danzantes vuelan en una fecha conmemorativa, como Semana
Santa, Navidad o la festividad de un santo. No cualquiera puede volar,
debes tener cierta preparación espiritual y ser una persona
con buen testimonio, es decir, alguien respetable, o de lo contrario
se dice que si te lanzas y no cuentas con estos atributos, puedes
morir, ya que la danza es algo sacro.
Desconozco con exactitud qué preparación tiene los danzantes,
pero estoy al tanto de que para preparar el palo del cual se lanzan
hacen un rito: primero van y le piden permiso al señor del
monte y hacen una danza alrededor del árbol que previamente
han elegido, para más tarde marcarlo con una cruz. Una semana
después regresan y lo cortan.
Posteriormente, cuando ya han decidido donde colocarán, hacen
un hoyo en dicho lugar y meten una gallina o guajolote, además
de otras cosas, a manera de ofrenda, y montan el palo encima para,
así, finalizar el rito con otra danza alrededor de éste.
Después sucede lo de la danza y el vuelo que la mayoría
conocemos, que se realiza para celebrar a los cuatro puntos cardinales.
En la Cumbre Tajín nunca faltan los voladores, aunque en realidad
ellos hacen su danza en Papantla y no en la zona arqueológica.
Pienso que aún cuando el evento de la Cumbre trata de proyectar
la riqueza de México a otros países, me desagrada que
siendo Tajín un lugar que pertenece a la cultura totonaca,
no hay mucha presencia de lo Totonaca, pues aunque se representa,
en muchas ocasiones no es la original. Si uno acude a comprar una
blusa o un vestido, debería ser un traje totonaco, pero no
es así, ya que te encuentras con artesanías y trabajos
de otros países. No es que quiera que se excluyan, sino que
se le dé más importancia a la cultura anfitriona que
tiene tanto que dar.
Mi abuelita es originaria de Pueblillo, municipio de Papantla, y me
ha trasmitido varias cosas de la cultura totonaca. Me considero indígena
no sólo porque mis parientes lo sean, sino porque creo que
todos los mexicanos tenemos una ascendencia en común con lo
indígena. No hablo la lengua totonaca, aunque la conozco y
sé algunas palabras, pero me siento parte de una comunidad
indígena y quiero hacer algo por ella algún día.
Me gustaría regresar a vivir allá por el clima
y la calidez de la gente. También porque deseo trasmitir mis
conocimientos de nutrición a la gente que quiera escucharme,
y enseñarles cómo cultivar algunos otros alimentos para
que aprovechen su tierra y se alimenten de manera más nutritiva,
y hasta, quizá, dejar atrás los malos hábitos
tal como comer demasiada grasa o carne en exceso. Pienso que incluso
podrían inventar otra comida típica con una nueva visión
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