Año 3 • No. 147 • Agosto 18 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Sergio Valdivia Navarro

Nuestro entorno académico es un ambiente complejo, donde hay detalles, que la mayoría de las veces, pasan inadvertidos ante nuestros ojos o ante nuestra conciencia. Aquí, quiero referirme a nuestro salón de clase, dado que es un espacio familiar para todos, desde nuestra infancia hasta el día de hoy.

Un salón de clase no es sólo el espacio físico que conocemos, con sus cuatro paredes, mesa-bancos, pizarrón y escritorio. Su verdadero significado está en las interacciones que se dan entre los estudiantes y sus maestros, a lo largo de reuniones cotidianas que llamamos “clases”. Éstas constituyen el centro de la educación como la hemos conocido de manera generalizada.

Las clases, las podemos ver como momentos en el tiempo, en que nos reunimos con nuestros compañeros de carrera y donde, con base en la intervención de nuestros maestros, adquirimos, poco a poco, las competencias necesarias para nuestro perfil profesional. La ayuda que nos brindan nuestros maestros se centra en la enseñanza, en la práctica y en las experiencias de aprendizaje que se dan dentro de este espacio o en otrosde su tipo.

Pero, esto no es todo; hay otros objetivos que alcanzamos y que al parecer no están dentro del ámbito académico y sino dentro del ámbito social y cultural de nuestra formación. Los estudiosos de la Pedagogía los han llamado: ‘el curriculum oculto’. Esto tiene que ver con el papel que jugamos dentro del entorno educativo y con lo que somos actualmente como alumnos o como maestros.

Nuestras vidas como alumnos y como maestros están rodeadas de aspectos diversos que engloban en nuestro quehacer escolar, una serie de necesidades de contacto social sobre todo; el asistir a clases, el interactuar con maestros y compañeros o el hacer tareas y prácticas, entre otras actividades.

Esto nos lleva a que nuestra vida en el salón de clase se vea dividida entre dos ámbitos: el social y el académico. Muchas veces se combinan los dos aspectos sin que uno de ellos sucumba ante el otro. Pero hay, muchas veces, en que el aspecto social atrapa nuestra atención y define nuestros intereses por asistir a la clase. Y esto no sólo le sucede a los estudiantes; por lo que toca a nosotros los maestros; nos vemos en ocasiones en el desarrollo de nuestras clases pero más que en busca de un beneficio palpable de aprendizaje, lo hacemos pensando en acciones de interacción con nuestro grupo, en donde no siempre estamos seguros del beneficio para su aprendizaje.

Sin embargo, un salón de clase y lo que sucede en torno a éste, cubren una necesidad cultural de nuestro papel como estudiantes o como maestros. Todo esto nos hace revalorar lo que sucede en un salón de clase tanto desde el punto de vista académico como desde otros ángulos y que su aspecto académico no es el único criterio de valoración. Las interrelaciones que se dan dentro del aula nos dan otro tipo de beneficios para nuestra formación, tal vez de una manera inconsciente y no controlada por nuestros maestros o por nuestra institución, pero que definitivamente, van a sumarse a nuestro bagaje cultural con el que hemos de enfrentar nuestra vida profesional y que en su conjunto, nos hará profesionistas y profesionales de nuestra área de estudio.
(http://www.uv.mx/portalcadi/)