Año 4 • No. 151 • septiembre 13 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y vida cotidiana
Subjetividad y crimen
Ricardo Ortega Lagunes
(Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)

Las relaciones entre el psicoanálisis y la criminología se remontan a los tiempos de Freud, y aunque el trecho teórico es amplio, tocaremos sólo algunas aristas.

El psicoanálisis contribuye al desarrollo de la criminología pues postula una cierta estructura del sujeto, incluido aquel que atenta contra su especie. Lacan señala que: «La saña con la que el hombre atenta contra el hombre asustaría a cualquier animal». Cierto es que nuestra historia está plagada de delitos fratricidas, hijos que matan a sus padres, padres a sus hijos, hermanos a sus hermanos, etc. El delito es uno de los actos más complejos que podemos encontrar pero ¿qué es lo que orilla al ser humano a cometer estos actos? El psicoanálisis no postula la verdad del delito, en todo caso nos dice que una explicación debe buscarse en la subjetividad humana.

Toda sociedad, en cualquier tiempo y lugar, necesita de una ley positiva (concreta), que querámoslo o no, parte de aquella primera ley simbólica, la cual pasa por creencia y luego por la institución, lo que permite un asentimiento subjetivo, es decir, un aspecto con raíz individual pero con extensión social. Aquí es donde lo individual se presenta como el mejor terreno para el desarrollo de lo imaginario.
Una de las funciones del psicoanálisis es aclarar las vacilaciones de la noción de responsabilidad y como se objetiva en el crimen, la importancia que tiene la responsabilidad como concepto jurídico, y en nuestro caso, como espiral subjetiva. Esto a partir de dos puntos: las tensiones relacionales básicas (su malestar en la civilización) las cuales evidencian el problema que se manifiesta entre naturaleza y cultura (lo imposible de lo real) y la confesión del delincuente, el diálogo analítico que de alguna manera permite la exploración (algo así como lo que no se dice, pero que de todas maneras se dice).

El Súperyo, un concepto propiamente psicoanalítico, expresa en determinados casos la patología del sujeto. Por ejemplo el crimen, el cual necesariamente se da en un contexto social y posee determinadas estructuras del lenguaje (simbólicas). La manifestación de un acto humano como lo es el delito no es otra cosa que un corte que se inscribe en esas mismas estructuras simbólicas (inconsciente). El psicoanálisis introduce crímenes fundacionales (primordiales): incesto y parricidio, los cuales están en el origen del sujeto. Ley de prohibición del incesto que funda la convivencia humana pero que muestra a su vez la fragilidad de lo humano. Si el Súperyo expresa ciertas patologías es porque ha sido producto de una censura que se manifiesta y mantiene estructuralmente. Así, se dan los casos de delitos que se aclaran a la luz de la interpretación edípica (es lo que se llamaría significación social del edipismo).

Lo que necesita una explicación no es tanto el paso al acto delictivo en el caso de un sujeto encerrado, lo que Daniel Lagache ha calificado de conducta imaginaria, sino los procedimientos por los que el neurótico, por decir un caso, se adapta parcialmente a lo real, los cuales son, como se sabe, mutilaciones autoplásticas que se reconocen en el origen de los síntomas. A la vez Lacan dirá: «El psicoanálisis resuelve un dilema de la teoría criminológica pues al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal». Más aún, con el expediente de la transferencia da entrada al mundo imaginario del criminal, lo cual puede ser la puerta abierta a lo real para éste. Al Súperyo se le debe tener como una manifestación individual vinculada a las condiciones sociales del edipismo. La expresión de la falta estructural en el registro imaginario nos lleva: «Al universo mórbido de la falta. Esta instancia sólo es captable, sin embargo, en el estado psicopático, es decir, en el individuo».

La importancia de la identificación del sujeto infans con la imagen especular, lo cual considera Lacan como el modelo más significativo, es al mismo tiempo el más original de la relación alienante en la que el ser del hombre se constituye dialécticamente. Pero cada una de esas identificaciones desarrolla una buena dosis de agresividad en la medida en que no hay una correspondencia exacta con los objetos de su deseo, lo que produce una frustración pulsional. Cada una de las identificaciones del niño se ancla desde una dimensión imaginaria y en ciertos casos produce o determina un objeto que puede ser criminógeno. Lacan nos ha presentado los famosos ejemplos de “Aimée” y de las hermanas “Papin”.

El registro imaginario está en primer lugar asociado al Yo, éste es una estructura hecha sobre la base de aspectos imaginarios. Lacan afirmará que el Yo tiene una estructura paranoica gracias a las redes que el imaginario teje. Lacan lo analiza y parte de su propuesta del registro imaginario está asociado con conceptos freudianos centrales: identificación o represión. El psicoanálisis proporciona elementos para el análisis del crimen mediante técnicas negativas del Yo, al mostrar sus límites de síntesis.