Las relaciones
entre el psicoanálisis y la criminología se remontan
a los tiempos de Freud, y aunque el trecho teórico es amplio,
tocaremos sólo algunas aristas.
El psicoanálisis contribuye al desarrollo de la criminología
pues postula una cierta estructura del sujeto, incluido aquel que
atenta contra su especie. Lacan señala que: «La saña
con la que el hombre atenta contra el hombre asustaría a
cualquier animal». Cierto es que nuestra historia está
plagada de delitos fratricidas, hijos que matan a sus padres, padres
a sus hijos, hermanos a sus hermanos, etc. El delito es uno de los
actos más complejos que podemos encontrar pero ¿qué
es lo que orilla al ser humano a cometer estos actos? El psicoanálisis
no postula la verdad del delito, en todo caso nos dice que una explicación
debe buscarse en la subjetividad humana.
Toda sociedad, en cualquier tiempo y lugar, necesita de una ley
positiva (concreta), que querámoslo o no, parte de aquella
primera ley simbólica, la cual pasa por creencia y luego
por la institución, lo que permite un asentimiento subjetivo,
es decir, un aspecto con raíz individual pero con extensión
social. Aquí es donde lo individual se presenta como el mejor
terreno para el desarrollo de lo imaginario.
Una de las funciones del psicoanálisis es aclarar las vacilaciones
de la noción de responsabilidad y como se objetiva en el
crimen, la importancia que tiene la responsabilidad como concepto
jurídico, y en nuestro caso, como espiral subjetiva. Esto
a partir de dos puntos: las tensiones relacionales básicas
(su malestar en la civilización) las cuales evidencian el
problema que se manifiesta entre naturaleza y cultura (lo imposible
de lo real) y la confesión del delincuente, el diálogo
analítico que de alguna manera permite la exploración
(algo así como lo que no se dice, pero que de todas maneras
se dice).
El Súperyo, un concepto propiamente psicoanalítico,
expresa en determinados casos la patología del sujeto. Por
ejemplo el crimen, el cual necesariamente se da en un contexto social
y posee determinadas estructuras del lenguaje (simbólicas).
La manifestación de un acto humano como lo es el delito no
es otra cosa que un corte que se inscribe en esas mismas estructuras
simbólicas (inconsciente). El psicoanálisis introduce
crímenes fundacionales (primordiales): incesto y parricidio,
los cuales están en el origen del sujeto. Ley de prohibición
del incesto que funda la convivencia humana pero que muestra a su
vez la fragilidad de lo humano. Si el Súperyo expresa ciertas
patologías es porque ha sido producto de una censura que
se manifiesta y mantiene estructuralmente. Así, se dan los
casos de delitos que se aclaran a la luz de la interpretación
edípica (es lo que se llamaría significación
social del edipismo).
Lo que necesita una explicación no es tanto el paso al acto
delictivo en el caso de un sujeto encerrado, lo que Daniel Lagache
ha calificado de conducta imaginaria, sino los procedimientos por
los que el neurótico, por decir un caso, se adapta parcialmente
a lo real, los cuales son, como se sabe, mutilaciones autoplásticas
que se reconocen en el origen de los síntomas. A la vez Lacan
dirá: «El psicoanálisis resuelve un dilema de
la teoría criminológica pues al irrealizar el crimen,
no deshumaniza al criminal». Más aún, con el
expediente de la transferencia da entrada al mundo imaginario del
criminal, lo cual puede ser la puerta abierta a lo real para éste.
Al Súperyo se le debe tener como una manifestación
individual vinculada a las condiciones sociales del edipismo. La
expresión de la falta estructural en el registro imaginario
nos lleva: «Al universo mórbido de la falta. Esta instancia
sólo es captable, sin embargo, en el estado psicopático,
es decir, en el individuo».
La importancia de la identificación del sujeto infans con
la imagen especular, lo cual considera Lacan como el modelo más
significativo, es al mismo tiempo el más original de la relación
alienante en la que el ser del hombre se constituye dialécticamente.
Pero cada una de esas identificaciones desarrolla una buena dosis
de agresividad en la medida en que no hay una correspondencia exacta
con los objetos de su deseo, lo que produce una frustración
pulsional. Cada una de las identificaciones del niño se ancla
desde una dimensión imaginaria y en ciertos casos produce
o determina un objeto que puede ser criminógeno. Lacan nos
ha presentado los famosos ejemplos de Aimée y
de las hermanas Papin.
El registro imaginario está en primer lugar asociado al Yo,
éste es una estructura hecha sobre la base de aspectos imaginarios.
Lacan afirmará que el Yo tiene una estructura paranoica gracias
a las redes que el imaginario teje. Lacan lo analiza y parte de
su propuesta del registro imaginario está asociado con conceptos
freudianos centrales: identificación o represión.
El psicoanálisis proporciona elementos para el análisis
del crimen mediante técnicas negativas del Yo, al mostrar
sus límites de síntesis.
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