Edgar
Onofre es egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación
de la UV, nació dice que por accidente en el
D.F. pero se afirma veracruzano porque crecí en el
Puerto de Veracruz y mi familia viene de Tlacotalpan. La beca
del Fonca es de 25 mil pesos para un trabajo programado en 10 meses,
aunque el novel escritor, a diferencia de aquellos que siempre están
diciendo que no hay estímulos para la creación, está
convencido de que: A quien realmente le gusta escribir no
depende de las becas para hacerlo, aunque es un buen apoyo,
reconoce.
Edgar Onofre
ha colaborado con Radio Núcleo Oro, en el área de
producción comercial, de donde salió en 2001 al recibir
por primera vez la beca del Fonca para jóvenes creadores,
también en la modalidad de cuento. Actualmente forma parte
del equipo del Departamento de Prensa de la UV; escribe para Gaceta
y UniVerso de la misma casa de estudios, desde donde, asegura, disfruta
la oportunidad que le da la entrevista para entablar enriquecedores
diálogos con personajes como Edgar Morin o Carlo Antonio
Castro.
Proyecto
literario
El proyecto con que fue seleccionado y becado se integra con nueve
cuentos basados en una propuesta distinta a la de cierto filón
de la literatura mexicana contemporánea cuyos autores se
asumen como parte de una generación derrotada luego de los
movimientos sociales del 68, cuando vieron que la organización
social no cambió. Parte de esa derrota puebla sus historias,
escriben sobre derrotas y desazón.
El momento narrativo del autor, en mi caso, busca exactamente
lo contrario: los textos que escribo de dos años para acá
tienen que ver con pequeñas victorias, pequeñas victorias
sobre el contexto, sobre la sociedad, que tienen que ver con mecanismos
de recelo, resentimiento y venganza, aunque al final son situaciones
un poco tristes, aseguró.
Al preguntarle si su escritura caracteriza a la ideología
dominante, responde citando a Héctor Schmucler: En
la organización social que vivimos realmente no tenemos oportunidad
de decidir. Aunque se nos dice que podemos hacer lo que queramos,
Schmucler plantea que el sistema dice tengo esto disponible para
ti, tú sabes qué es lo que escoges, pero eso no tiene
que ver con la capacidad de decisión, al fin y al cabo tienes
que someterte a un rol, participar en la organización social
de acuerdo a roles que ella misma inventa, y eso crea una especie
de inconformidad que se ha dado en llamar malestar de la cultura.
Este malestar es el motor de mis personajes.
Algo te sugiere una idea y el personaje va respondiendo a
ella. En la historia de Una canción para abrigarse son cinco
personajes sin antecedentes delictivos que simplemente perdieron
los cabales y decidieron ejercer su legítimo derecho a desquitarse,
a tomar una pequeña venganza. El cuento transcurre luego
de que cometen el ilícito, la gran tensión que sufren
en la espera de que el último de ellos llegue al lugar donde
se reunieron y al final la situación se relaja. A pesar de
que están tristes, tensos, desesperados y de que hicieron
algo verdaderamente fuerte, sienten que alrededor de ellos está
sonando una canción que los abriga, que los mantiene calientes.
Los personajes de los cuentos de Edgar Onofre, de acuerdo a lo que
comenta, están impregnados del hartazgo: El tener que
cumplir con un escalafón termina por cansar a muchas personas,
la neurosis es parte de eso: ya estudiaste ahora trabajas,
ahora te casas, tienes que ser feliz, si alguno de esos patrones
no los cumples entras en estados de desesperación, de mucha
ansiedad que junto con la depresión son los dos grandes
problemas mentales que hay en el mundo, eso es lo que viven
los personajes de mis cuentos en distintos niveles.
De lo que se trata es de reflejar eso, pero aclara: No es
una posición mía, esto tiene que ver con un discurso
que está poblando relatos en todo el mundo, por ejemplo,
Michel Houellebecq en Francia y no es que me compare con él
quien constantemente advierte que estamos llegando a un punto de
la organización social donde se está haciendo tan
asfixiante vivir la vida que no es sorprendente que surjan grupos
terroristas, que haya neuróticos y asesinatos.
No pienso que esté bien, simplemente entiendes porqué
está pasando. Si el atentado en Estados Unidos, el 11 de
septiembre, fue perpetrado o no por árabes no me parece tan
importante como el hecho de que era obvio que en algún momento
iba a pasar. A pesar de Gandhi, las cosas siguen igual, las protestas
no han dado los resultados que debieran haber dado. Por eso me parece
evidente que el siguiente paso es una era de hiperviolencia, que
es la que estamos viviendo. Simplemente se me hace lógico
que eso esté pasando, lo que me extrañaría
es que no pasara. Cuando piensas los actos rebeldes son elementos
aislados que no van a tener consecuencias, se me hace lógico
que la hiperviolencia sea algo cotidiano.
Ser feliz es algo elemental, pero el modo de vida que tenemos no
lo privilegia, al contrario, muchas veces lo hace todavía
más difícil, responde Edgar Onofre cuando se le cuestiona
si es posible construir propuestas distintas de vida, porque vuelve
a citar a Schmucler la sociedad está organizada de
una forma que sólo algunos son los privilegiados; está
organizada de manera que unos tienen que someter a otros y, lo más
triste es que no había una razón de peso real para
que la cultura se organizara como está, porque se supone
que todos en el mundo queremos ser felices, pero te das cuenta que
la estructura en que está diseñada la organización
social contemporánea no está hecha para privilegiar
la felicidad, está hecha para privilegiar otras cosas como
la búsqueda del poder, el afán de status, la permanencia,
mil cosas.
Por último, habla de la felicidad que tiene que ver con él,
no con la entendida como la consecución de un status de vida,
que orilla a muchísimas presiones, sino de la otra concepción
de felicidad que tiene que ver con algo más humano, con nuestra
capacidad de inventar nuestra vida y el tipo de hombres que queremos
ser, pero que es una cosa que no se privilegia y que no tiene sentido
para la gente, y remata: Los personajes de mis cuentos son
personas simples que de pronto deciden mandar todo al carajo y ganar
pequeñas batallas. No hay una carga moral, ni censuro nada,
sólo estoy contando pasajes de la vida.
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