Año 4 • No. 151  • septiembre 13 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Otorga el Ivec beca a reportero de la UV
El malestar de la cultura está creando inconformidad y decepción: Edgar Onofre
Ángeles González

Edgar Onofre

Para Edgar Onofre Fernández Serratos “la organización social contemporánea no está hecha para privilegiar la felicidad, vivir la vida es tan asfixiante que un día decides mandar todo al carajo y hacer lo que te han prohibido”.

Este es el mensaje, a manera de respuesta ante la vida, que asumen sus personajes en los cuentos del proyecto para el que fue becado, por segunda ocasión, por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, dentro del Programa de Estímulos para la Creación Literaria, a través del Instituto Veracruzano de la Cultura.

Edgar Onofre es egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UV, nació –dice que por accidente– en el D.F. pero se afirma veracruzano “porque crecí en el Puerto de Veracruz y mi familia viene de Tlacotalpan”. La beca del Fonca es de 25 mil pesos para un trabajo programado en 10 meses, aunque el novel escritor, a diferencia de aquellos que siempre están diciendo que no hay estímulos para la creación, está convencido de que: “A quien realmente le gusta escribir no depende de las becas para hacerlo, aunque es un buen apoyo”, reconoce.

Edgar Onofre ha colaborado con Radio Núcleo Oro, en el área de producción comercial, de donde salió en 2001 al recibir por primera vez la beca del Fonca para jóvenes creadores, también en la modalidad de cuento. Actualmente forma parte del equipo del Departamento de Prensa de la UV; escribe para Gaceta y UniVerso de la misma casa de estudios, desde donde, asegura, disfruta la oportunidad que le da la entrevista para entablar enriquecedores diálogos con personajes como Edgar Morin o Carlo Antonio Castro.

Proyecto literario
El proyecto con que fue seleccionado y becado se integra con nueve cuentos basados en una propuesta distinta a la de cierto filón de la literatura mexicana contemporánea cuyos autores “se asumen como parte de una generación derrotada luego de los movimientos sociales del 68, cuando vieron que la organización social no cambió. Parte de esa derrota puebla sus historias, escriben sobre derrotas y desazón”.

“El momento narrativo del autor, en mi caso, busca exactamente lo contrario: los textos que escribo de dos años para acá tienen que ver con pequeñas victorias, pequeñas victorias sobre el contexto, sobre la sociedad, que tienen que ver con mecanismos de recelo, resentimiento y venganza, aunque al final son situaciones un poco tristes”, aseguró.

Al preguntarle si su escritura caracteriza a la ideología dominante, responde citando a Héctor Schmucler: “En la organización social que vivimos realmente no tenemos oportunidad de decidir. Aunque se nos dice que podemos hacer lo que queramos, Schmucler plantea que el sistema dice tengo esto disponible para ti, tú sabes qué es lo que escoges, pero eso no tiene que ver con la capacidad de decisión, al fin y al cabo tienes que someterte a un rol, participar en la organización social de acuerdo a roles que ella misma inventa, y eso crea una especie de inconformidad que se ha dado en llamar malestar de la cultura. Este malestar es el motor de mis personajes”.

“Algo te sugiere una idea y el personaje va respondiendo a ella. En la historia de Una canción para abrigarse son cinco personajes sin antecedentes delictivos que simplemente perdieron los cabales y decidieron ejercer su legítimo derecho a desquitarse, a tomar una pequeña venganza. El cuento transcurre luego de que cometen el ilícito, la gran tensión que sufren en la espera de que el último de ellos llegue al lugar donde se reunieron y al final la situación se relaja. A pesar de que están tristes, tensos, desesperados y de que hicieron algo verdaderamente fuerte, sienten que alrededor de ellos está sonando una canción que los abriga, que los mantiene calientes”.

Los personajes de los cuentos de Edgar Onofre, de acuerdo a lo que comenta, están impregnados del hartazgo: “El tener que cumplir con un escalafón termina por cansar a muchas personas, la neurosis es parte de eso: ‘ya estudiaste ahora trabajas, ahora te casas, tienes que ser feliz’, si alguno de esos patrones no los cumples entras en estados de desesperación, de mucha ansiedad –que junto con la depresión son los dos grandes problemas mentales que hay en el mundo–, eso es lo que viven los personajes de mis cuentos en distintos niveles”.

De lo que se trata es de reflejar eso, pero aclara: “No es una posición mía, esto tiene que ver con un discurso que está poblando relatos en todo el mundo, por ejemplo, Michel Houellebecq en Francia –y no es que me compare con él– quien constantemente advierte que estamos llegando a un punto de la organización social donde se está haciendo tan asfixiante vivir la vida que no es sorprendente que surjan grupos terroristas, que haya neuróticos y asesinatos.

”No pienso que esté bien, simplemente entiendes porqué está pasando. Si el atentado en Estados Unidos, el 11 de septiembre, fue perpetrado o no por árabes no me parece tan importante como el hecho de que era obvio que en algún momento iba a pasar. A pesar de Gandhi, las cosas siguen igual, las protestas no han dado los resultados que debieran haber dado. Por eso me parece evidente que el siguiente paso es una era de hiperviolencia, que es la que estamos viviendo. Simplemente se me hace lógico que eso esté pasando, lo que me extrañaría es que no pasara. Cuando piensas los actos rebeldes son elementos aislados que no van a tener consecuencias, se me hace lógico que la hiperviolencia sea algo cotidiano”.

Ser feliz es algo elemental, pero el modo de vida que tenemos no lo privilegia, al contrario, muchas veces lo hace todavía más difícil, responde Edgar Onofre cuando se le cuestiona si es posible construir propuestas distintas de vida, porque –vuelve a citar a Schmucler– la sociedad está organizada de una forma que sólo algunos son los privilegiados; está organizada de manera que unos tienen que someter a otros y, lo más triste es que no había una razón de peso real para que la cultura se organizara como está, porque se supone que todos en el mundo queremos ser felices, pero te das cuenta que la estructura en que está diseñada la organización social contemporánea no está hecha para privilegiar la felicidad, está hecha para privilegiar otras cosas como la búsqueda del poder, el afán de status, la permanencia, mil cosas”.

Por último, habla de la felicidad que tiene que ver con él, no con la entendida como la consecución de un status de vida, que orilla a muchísimas presiones, sino de la otra concepción de felicidad que tiene que ver con algo más humano, con nuestra capacidad de inventar nuestra vida y el tipo de hombres que queremos ser, pero que es una cosa que no se privilegia y que no tiene sentido para la gente, y remata: “Los personajes de mis cuentos son personas simples que de pronto deciden mandar todo al carajo y ganar pequeñas batallas. No hay una carga moral, ni censuro nada, sólo estoy contando pasajes de la vida”.