Año 4 • No. 151 • septiembre 13 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General

 Arte Universitario  

 
Foro Académico

 Halcones al Vuelo

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

  Universidad Veracruzana:
60 años de servicio
La máxima casa de estudios de Veracruz avanza con paso firme para consolidarse como una institución de prestigio nacional, gracias al esfuerzo sostenido de nuestra comunidad universitaria. El trabajo coordinado y el empeño cotidiano de estudiantes, profesores, investigadores, artistas, extensionistas, personal administrativo y directivo, basados en la mística de la superación individual y colectiva, imprimen una dinámica de cambio institucional que destaca nacionalmente. Lo hemos dicho en otras ocasiones y lo reiteramos: La UV es hoy referente nacional en cuanto a innovación y calidad académica, administrativa, cultural, tecnológica, física, deportiva y organizacional. No sólo lo decimos nosotros, así lo han establecido distintos organismos expertos, tanto del país como del extranjero; así está documentado a través de los múltiples reconocimientos que reciben continuamente nuestros alumnos y los miembros del personal académico, administrativo y directivo.

Frente a estos logros palpables, conviene volver la vista atrás para recordar sueños y pasadas realidades. Especialmente ahora, que se cumplen 60 años de la fundación de nuestra universidad. Cuando en 1940, los legisladores veracruzanos tomaron la sabia decisión de promulgar la primera Ley Orgánica sobre la que habría de constituirse, cuatro años después, la UV, se imaginaban un centro de excelencia con la alta misión social de promover una sociedad más justa y equitativa. Por ello, quedó asentado en su estatuto orgánico fundacional la aspiración de convertirla en la institución articuladora de los nobles esfuerzos educativos que diversas escuelas y facultades emprendían de manera independiente en el estado. Es así que el 11 de septiembre de 1944 se le declaró solemnemente constituida.

Conviene resaltar, además, que con un encomiable enfoque de anticipación social, sus fundadores señalaban que la nueva institución debería estar comprometida con su entorno, ubicarse a la vanguardia de su tiempo y orientar su esfuerzo hacia el engrandecimiento de lo más valioso que tenemos, que es nuestra gente. Visualizaban una universidad humanista y científica que extendiera hacia la población los beneficios de la cultura y que creara y recreara conocimiento socialmente útil, a partir del desarrollo y la divulgación de la ciencia
y la técnica.

Es mucho lo que la UV ha logrado en su ilustre andar. Es mucho también lo que ha aportado en su afán de acercarse a sus grandes ideales. Decenas de miles de profesionales formados en sus filas han contribuido a la prosperidad de Veracruz, de la región sur-sureste del país y del conjunto de la nación. Su bien ganado prestigio, allende las fronteras, en los campos de la cultura y las artes, las humanidades y las ciencias la posicionaron, a partir de la década de los 60, como una universidad protagónica en el ámbito universitario nacional. En la segunda mitad de la década de los 70 y durante los 80, nuestra institución emprendió con arrojo mayúsculo un crecimiento diversificado geográficamente que la llevó a constituirse en la universidad estatal de mayor grado de desconcentración en cuanto a oferta de estudios superiores en el país.

La primera mitad de la década de los 90 fue crucial para que nuestra institución consolidara aspectos estructurales básicos como los de carácter normativo, escolar y financiero que servirían de base para una planeación de su desarrollo en el largo plazo. Fue en ese contexto que, hace siete años, cuando tomé posesión como el primer Rector de nuestra etapa autónoma, compartí un sueño con la comunidad universitaria.

En ese momento expresé: “Mi sueño es hacer de mi Alma Mater una institución sólida, que se proyecte con un alto prestigio hacia el siglo XXI, que haga de cada uno de sus universitarios, profesionales orgullosos de su pertenencia institucional; egresados que enfrenten con éxito sus metas personales y que cultiven el amor por su estado y su nación. Maestros, investigadores, directivos, artistas y trabajadores que busquen como primera finalidad el progreso y buen desempeño de su institución; que tengan en la universidad el espacio y las condiciones para realizar su mejor esfuerzo y que, a la vez, les facilite su superación individual”. También dije: “Mi compromiso es hacer todo lo que está en mí para hacer ese sueño realidad”.

La forma de gobierno que iniciábamos era absolutamente novedosa. Debíamos actuar de manera autónoma y, en consecuencia, con gran madurez y responsabilidad social. Debíamos mostrar a la sociedad veracruzana, con nuestro desempeño cotidiano, que no sólo no se habían equivocado al otorgarnos la autonomía, sino que la institución se podía proyectar con más fuerza a través de su auto-gestión institucional, aunque, desde luego, con el indispensable respaldo solidario del gobierno. Más aún, debíamos ofrecer certidumbre sobre nuestro auténtico compromiso con los grandes temas de Veracruz, del país y de México frente al contexto internacional actual. No es paradójico, entonces, que precisamente en esta etapa de autonomía institucional es cuando la universidad mantiene el mayor número de proyectos de vinculación con los sectores públicos, privados y sociales de toda su historia. Tampoco es casual que, sin menoscabo de su autonomía, nuestra universidad se haya volcado hacia los procesos externos de evaluación, fiscalización, acreditación y certificación de sus egresados, de su personal académico, de sus programas, de sus procesos, de sus sistemas y de sus servicios.

Sabíamos bien que a mayores grados de certidumbre social sobre nuestro quehacer, le corresponderían mayores niveles de respaldo social y, por tanto, perspectivas crecientes para establecer todo tipo de alianzas estratégicas.

Teníamos muy claro, además, que tales alianzas nos conducirían a acrecentar nuestras fuentes alternas de financiamiento. Con ello, se cumple el círculo virtuoso de la actuación institucional responsable; comprometida con las grandes causas sociales; basada en la eficacia, la eficiencia y la transparencia; objeto, entonces, de mayor credibilidad social y, por tanto, generadora de múltiples alianzas y beneficios recíprocos.

De ahí la importancia de acrecentar la imagen pública de la uv como una institución estable que busca afanosamente promover entre sus miembros una mentalidad orientada al logro exitoso de metas nobles. De ahí la trascendencia de cultivar entre nuestra gente la mística esencial que destaca que nuestro destino individual y colectivo no depende de otra cosa más que de nuestro propio esfuerzo y disciplina.

Si bien es cierto que hoy tenemos un balance de grandes realizaciones, también lo es que aún tenemos metas no cumplidas, metas pendientes. Pero, si es posible hablar de auto-estima institucional, entonces debemos sentirnos orgullosos de nuestros logros. Esa es la base de la confianza colectiva y en uno mismo; aquella que se necesita para continuar emprendiendo grandes vuelos, con seguridad y tenacidad; aquella que es indispensable para aspirar a grandes metas y para alcanzarlas exitosamente. A la comunidad universitaria le corresponde determinar hasta dónde desea llegar, hasta qué grado desea contribuir a la sociedad a la que se debe, con qué nivel de esfuerzo desplegar su funcionamiento futuro. A la sociedad le corresponde determinar, a partir de nuestros propios resultados, el nivel de apoyo solidario que nos puede brindar y la intensidad de las relaciones de beneficio recíproco que desee establecer conjuntamente con nosotros.

Veo dos grandes rutas que amplían notablemente la futura contribución social de nuestra casa de estudio, más allá de nuestra misión institucional tradicional. Una evidente es la que se desprende de nuestro lema actual de trabajo y que busca la construcción de un nuevo paradigma universitario. Hemos insistido que la UV está en proceso de constituirse en una auténtica agencia de distribución social del conocimiento. Esto implica continuar expandiendo sus actuales tareas de extensión universitaria hacia las comunidades, los municipios, los pequeños productores y las micro, pequeñas y medianas empresas. Pero también conlleva a hacer un uso más intensivo de las recientes tecnologías y metodologías con que ya contamos para acrecentar las oportunidades tanto de los jóvenes en edad universitaria que no tienen acceso a la educación superior como a los profesionales en ejercicio que requieren de la educación continua y a los miembros de la sociedad que desean ampliar su conocimiento sobre temas diversos.

Nos resulta evidente que si Veracruz toma los pasos correctos, está en condiciones de operar un sistema de vanguardia nacional que lo lleve en plazos perentorios a exportar a otras entidades y latitudes un enfoque de colaboración interinstitucional que anticipamos como solución efectiva para la ampliación
exponencial de oportunidades educativas socialmente útiles y de calidad.

Quiero decirlo con mayor claridad: La UV cuenta hoy con los recursos humanos calificados, con alianzas estratégicas establecidas con instituciones expertas del mundo, con la base tecnológica y operativa, y con los sistemas de soporte académico, logístico y de gestión escolar para liderar estratégicamente la operación de un consorcio interinstitucional que amplíe de manera significativa la oferta de cursos básicos y de programas orientados a la competencia laboral en nuestro estado.

Basados en esa certidumbre, estableceremos en breve un programa de reuniones de trabajo con directivos de instituciones académicas hermanas para emprender la primera etapa de un consorcio que empiece a ofrecer programas puntuales en septiembre del año próximo. Puedo afirmar lo anterior, porque nuestra institución se ha venido preparando, desde hace cinco años, en varias áreas de innovación relacionadas con este propósito. Más aún, varios de nuestros directivos y académicos se encuentran hoy liderando diversos proyectos relacionados con esta ambiciosa iniciativa, tanto en redes de colaboración nacional como internacional.

Otra ruta de contribución institucional está relacionada con la gran deuda histórica que nuestro país tiene con nuestras poblaciones marginadas. Hemos insistido en que las instituciones de educación superior pueden convertirse en verdaderos motores de desarrollo local si efectúan las acciones correctas y constituyen alianzas con organismos públicos, privados, no gubernamentales y civiles para emprender esfuerzos eficaces dirigidos al fortalecimiento de las capacidades de auto-gestión comunitaria para la productividad y para una mayor calidad de vida.

Nuestra casa de estudios ha alcanzado prestigio nacional en la materia y esto se ilustra con los cinco premios nacionales anuales consecutivos que ha obtenido en sus tareas de servicio social comunitario. He aquí otro ejemplo donde es posible aplicar un programa interinstitucional de cobertura estatal. Sabemos que la humanidad vive hoy inmersa en la sociedad del conocimiento, que no hay recurso más valioso para la prosperidad que la educación; una educación integral que ofrezca al individuo y a su colectividad las mejores perspectivas de desarrollo basadas en la convicción optimista de que su destino les pertenece; una educación que enaltezca los grandes valores de la solidaridad, la tolerancia y el respeto a la diversidad, la civilidad, la vida armónica social y con el medio ambiente, el amor a la nación y a lo que nos da identidad y fortaleza frente a otras culturas; una educación que subraye que un país fuerte se conforma de individuos fuertes, familias fuertes, comunidades fuertes, organizaciones fuertes y que es tarea de cada uno de nosotros contribuir al respecto.

Desde la educación debe promoverse la certidumbre de que cada individuo, si se lo propone, está en condiciones de desplegar su mejor potencial para cumplir sus sueños. Una educación, en suma, que apuntale la auto-estima y la capacidad individual y colectiva como base de la prosperidad distribuida. Por ello es fundamental la apuesta a la educación; por ello es crucial para nuestra nación la educación pública. Por esas razones, debemos cuidar y respaldar a las universidades públicas, porque tienen la encomienda de hacer llegar el beneficio de la educación a los sectores menos favorecidos de la población y, además, hacerlo con la mejor calidad para que se constituya en un verdadero mecanismo de movilidad social y de progreso.

Ahora que la UV cumple 60 años de vida, nuestra comunidad ratifica ante la sociedad, nuestro compromiso ineludible de hacer todo lo que está en nuestras manos para continuar engrandeciendo día a día a la máxima casa de estudios del estado. Lo hacemos porque estamos concientes de nuestra gran responsabilidad social. También lo hacemos porque estamos convencidos de que no hay nada más noble que ser partícipes activos de la educación de nuestras futuras generaciones. Estos son días de celebración para la universidad. Festejaremos nuestro cumpleaños, por cierto, con un magnífico premio. La Asociación Hispana de Colegios y Universidades (HACU), organización que aglutina a más de 400 instituciones del vecino país y de más de 30 centros educativos de Latinoamérica y España, nos ha informado recientemente que sus miembros han decidido de manera unánime otorgarle a la UV el Premio a la Universidad Internacional Ejemplar. Esta distinción nos llena de orgullo y nos compromete a seguir trabajando para superar los temas pendientes y para abrir nuevas rutas de aportación institucional.