Año 4 • No. 151 • septiembre 13 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Fue un martes 11 de septiembre
Rosben Olivera

Fue un martes 11 de septiembre, de hace tres años, cuando la seguridad aérea de los Estados Unidos fue quebrantada para dar inicio a uno de los ataques terroristas más impresionantes del mundo moderno. La ciudad de Nueva York despertaba con un acontecimiento que parecía haber salido de la ciencia ficción para convertirse en realidad: Un ataque, una pesadilla.

Fue un martes 11 de septiembre cuando un grupo de pasajeros vio truncado su sueño de llegar a otra ciudad con el único propósito de continuar su vida, de viajar, de trabajar o simplemente de vacacionar. Fueron cientos de ellos quienes encontraron la muerte bajo las más terribles condiciones de vuelo. Seguramente la paz de sus corazones, su coraje y su valentía perdurará como parte de la historia de la humanidad.

Fue un martes 11 de septiembre cuando las torres gemelas del World Trade Center de la nación más poderosa del mundo intentaban sostener sus cientos de pisos en las alturas después de haber recibido un impacto mortal que más tarde acabaría con ellas. Miles de hombres y mujeres de todas las razas se encontraron
atrapados en los rincones de éstas, llenos de miedo y sin fuerzas, rodeados de fuego y humo que a duras penas les permitía encontrar una salida para su terrible situación.

Fue un martes 11 de septiembre cuando la visión de los Estados Unidos dio un giro de 180 grados. La nación ‘más segura del mundo’ ya no lo era. Su gente, su pueblo, su patria. Una herida que seguramente seguirá doliendo por muchos años.

El ataque errorista de ese día es algo imperdonable. No importa el color de piel, ni el idioma que hablemos, ni las costumbres que sigamos, ni los dioses en los que creamos. Todos somos un pueblo, somos el mundo y un ataque de tal magnitud no debe ser tolerado en ningún rincón del orbe.