Año 4 • No. 152 • septiembre 20 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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El poder económico la dirige y las creencias religiosas la limitan
Busca dominar la ciencia intereses
oscuros, alertan científicos
Edith Escalón


Alejandro Calvillo, representante de Greenpeace-México.

En el naciente siglo XXI, gran parte de la actividad científica está dirigida por intereses económicos cuya prioridad es el beneficio particular e inmediato; a su vez, las concepciones religiosas parecen imponerle un sentido prohibitivo, sobretodo a los alcances relacionados con la ciencia biomédica, coincidieron científicos mexicanos.

En el marco de la Feria Internacional de Libro Universitario 2004, que reunió en Xalapa a más de 300 casas editoriales de todo el mundo, los investigadores mexicanos alertaron sobre los riesgos que la ciencia enfrenta en un mundo donde: “El sentido de orientación para el logro de un bienestar común parece desaparecer”, esto, en el marco del foro internacional Distribución social del conocimiento, organizado por la UV.

Alejandro Calvillo, representante de Greenpeace-México, sostuvo que las grandes corporaciones dominan cada vez más los espacios de investigación científica y desarrollo tecnológico, pues tienen una influencia creciente sobre el poder político, no sólo regional y nacional, sino mundial.

Esta situación agudiza la dimensión de problemas como el enfrentamiento entre culturas, la marginalización de indígenas y productores agrícolas, el aumento de las diferencias sociales y económicas, el deterioro de las condiciones laborales y la agudización de los daños ambientales, entre muchos otros: “Es un hecho evidente que la Organización Mundial de Comercio (OMC) se constituye como el órgano de gobierno internacional supremo que pretende, en la práctica, dejar sin valor a los acuerdos ambientales multilaterales construidos durante más de 30 años”, comentó.

A estos problemas se suma la retirada progresiva del Estado en espacios científicos, que deja el camino libre para que los intereses particulares de las corporaciones se apropien de la ciencia y la tecnología, intereses que tienden a dejar de lado las evaluaciones de riesgo, urgentes en un mundo afectado por la introducción de nuevas tecnologías y productos.

Para dar una magnitud de estos intereses corporativos, el director de Greenpeace para México recordó que en Estados Unidos, Japón y Europa se concentra el 97 por ciento de todas las patentes y las corporaciones globales cuentan con el 90 por ciento de la tecnología y los productos patentados. Y es que según explicó, a la ciencia motivada por intereses corporativos le interesa el beneficio económico inmediato para unos cuantos, no le importa resolver una necesidad de justicia social: “Habla de necesidades en abstracto. No le preocupa provocar una mayor enajenación o contribuir a cierta liberación. No está enfocada a las comunidades, más bien a los particulares y se justifica bajo la ideología del progreso”, pero pese a este panorama, Calvillo aseguró que aún queda un espacio para el quehacer científico-tecnológico enfocado a las necesidades de las comunidades.

Por su parte, Ricardo Tapia, investigador emérito de la UNAM, defendió la idea de que la ciencia no es ni moral ni inmoral, sino amoral, en virtud de que su objetivo es simplemente conocer la naturaleza y sus mecanismos, lo que por sí mismo no es ni bueno ni malo. Esto al referirse a las posibles consecuencias del conocimiento de la naturaleza, tema de la investigación científica que más ha repercutido en la sociedad. Explicó que es lógico que al tocar el tema de la naturaleza humana se hayan generado en todo el mundo álgidas discusiones de carácter moral, y que se pretenda legislar, generalmente en el sentido prohibitivo o limitativo, sobre los temas o los alcances que debe tener la ciencia biomédica, sobre todo en lo que se refiere a la clonación humana.

Sin embargo, remarcó que eso no exime a los científicos de mostrar una ética y responsabilidad al investigar, pues ellos deben ser conscientes de las implicaciones y alcances de los nuevos conocimientos que generan y de su posible mal uso, pero enfatizó: “Me parece que es precisamente por eso que la investigación científica debe poder ejercerse y desarrollarse con toda libertad. Si no es así, no puede pedírsele ni progreso ni responsabilidad”, concluyó.