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Voz
en off
El sueño de actores que, a veces, sí tienen teatro
Roberto Benítez |
Siempre
será una empresa arriesgada llevar a la escena una obra
de Shakespeare, ni duda cabe, en principio por la premisa inevitable:
¿qué pretenderá decir la puesta en escena
que no se haya dicho antes? De antemano se espera que sea importante
decirlo, digo, o de plano mejor mandemos un correo en cadena para
todos nuestros contactos intelectuales.
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Si
superamos este principio y nos mantenemos en la empresa, habría
que pensar si contamos con los recursos suficientes, es decir, humanos
y financieros para poder hacerla. Si llegamos hasta allí, luego
hay que cruzar un espinoso camino donde generalmente quedan atrapadas
muchas puestas en escena.
Este camino tiene que ver con la actualización léxica
de la obra, me explico: ¿la fidelidad al autor se garantiza
al contar la historia igualito que él la escribió?
(Ojo que en este igualito va implicado la traducción-de-la-traducción
de nuestros clásicos en una lengua diferente y en un contexto
histórico y cultural distinto.) ¿O en trasmitir al público
actual el sentido de la obra?
Desde luego que para lograr esto último habría que entender
lo necesario que resulta una buena adaptación. Lo cual es un
acierto relevante de la puesta en escena Sueño de una noche
de verano que presenta la Compañía Titular de Teatro
de la UV, ya que salta a la vista, o mejor dicho al oído, la
eficaz adaptación de Carlos Corona.
Sin caer en modismos complacientes, donde se podría pensar
que adaptar un texto es plagarlo de palabras como chido
y güey para que sea comunicable con los jóvenes,
Corona logra encontrar en el lenguaje el poder de comunicar sin descuidar
la belleza, quizás con una deformación profesional
de gente de teatro pero que en este caso enriquece las situaciones
planteadas por Shakespeare. |
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El
siguiente acierto es la sencillez, como un criterio fundamental que
le da sentido y razón de ser al espectáculo. La sencillez
en diferentes aspectos de la puesta en escena está planteada
a propuesta del director, Alberto Lomnitz, quien con sobriedad, habilidad
y oficio construye las atmósferas de la obra, basado en un
escenario vacío, un músico, iluminación
y un poco de humo.
A manera de ballet, con entradas por los laterales, se van presentando
una a una las escenas sin recurrir a mayor uso de la maquinaria teatral.
La atención está centrada en los personajes y en especial
en la palabra, salvo en las distensiones a través de las escenas
coreografiadas, el resto del tiempo es el discurso el que lleva la
acción, en él está el espectáculo y el
poder dramático.
Sin maromas, cuerdas ni fuegos artificiales, se establece una óptima
comunicación con el público, donde las cosas son claras,
sencillas y honestas, es decir no hay fingimiento ni falsedades, no
hay hilos negros, ni recovecos, ni malos entendidos.
Los actores hacen lo que saben hacer y son muy adecuados a los personajes
que interpretan, hay voluntad, compromiso y gusto por su trabajo y
eso se percibe, se agradece, y en esto también hay la sencillez
de no pretender ser más de lo que se es, de realizar su trabajo
con responsabilidad y entusiasmo, como los profesionales que son.
Ante este panorama el principal beneficiado, desde luego es el público
quien entiende y acepta la puesta en escena de una historia que no
por conocida es menos disfrutable, confirmando así por qué
los clásicos seguirán estando vivos y vigentes si sabemos
oír lo que nos dicen.
Así, pues, es muy fácil augurarle un éxito a
este trabajo tan bien logrado, de hecho la respuesta del público
ha sido elocuente al concurrir a la sala y casi llenarla en cada función.
Lo que sigue es cuidar y mantener la calidad del trabajo artístico
por sobre todas las cosas.
Finalmente tendría que decir que el pelo que le veo a esta
sopa es la desastrosa irregularidad de su temporada que va contra
toda lógica el establecer funciones un día sí
y otro no y otro quién sabe, y de esta manera ¿cómo
se puede cultivar en el publico la tradición de asistir al
teatro regularmente? Imposible, ¿no? Alguien con poder de decisión
debiera hacer algo, es lamentable que una puesta en escena de muy
buena hechura padezca la espantosa pesadilla de actores sin teatro.
Sueño de una noche de verano de William Shakespeare en la adaptación
de Carlos Corona, dirección de Alberto Lomnitz, asistente de
dirección Freddy Palomec, con música en vivo de José
Luis Arnauz. Actúan: Valeria España, Héctor Moraz,
Rosalinda Ulloa, Raúl Pozos, José Palacios, Alba Domínguez,
Jorge Castillo, Félix Lozano, Ania Yarasech, Gema Muñoz,
Marco Rojas, Raúl Santamaría, Miriam Cházaro,
David Landa y Hosmé Israel.
Ante la irregularidad de la temporada, consulta la cartelera y a ver
si le atinas. |
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