Año 3 • No. 146 • junio 28 de 2004
Xalapa • Veracruz • México
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El sueño de actores que, a veces, sí tienen teatro
Roberto Benítez

Siempre será una empresa arriesgada llevar a la escena una obra de Shakespeare, ni duda cabe, en principio por la premisa inevitable: ¿qué pretenderá decir la puesta en escena que no se haya dicho antes? De antemano se espera que sea importante decirlo, digo, o de plano mejor mandemos un correo en cadena para todos nuestros contactos “intelectuales”.

Si superamos este principio y nos mantenemos en la empresa, habría que pensar si contamos con los recursos suficientes, es decir, humanos y financieros para poder hacerla. Si llegamos hasta allí, luego hay que cruzar un espinoso camino donde generalmente quedan atrapadas muchas puestas en escena.

Este camino tiene que ver con la actualización léxica de la obra, me explico: ¿la fidelidad al autor se garantiza al contar la historia “igualito” que él la escribió? (Ojo que en este “igualito” va implicado la traducción-de-la-traducción de nuestros clásicos en una lengua diferente y en un contexto histórico y cultural distinto.) ¿O en trasmitir al público actual el sentido de la obra?

Desde luego que para lograr esto último habría que entender lo necesario que resulta una buena adaptación. Lo cual es un acierto relevante de la puesta en escena Sueño de una noche de verano que presenta la Compañía Titular de Teatro de la UV, ya que salta a la vista, o mejor dicho al oído, la eficaz adaptación de Carlos Corona.

Sin caer en modismos complacientes, donde se podría pensar que adaptar un texto es plagarlo de palabras como “chido” y “güey” para que sea comunicable con los jóvenes, Corona logra encontrar en el lenguaje el poder de comunicar sin descuidar la belleza, quizás con una “deformación profesional” de gente de teatro pero que en este caso enriquece las situaciones planteadas por Shakespeare.
El siguiente acierto es la sencillez, como un criterio fundamental que le da sentido y razón de ser al espectáculo. La sencillez en diferentes aspectos de la puesta en escena está planteada a propuesta del director, Alberto Lomnitz, quien con sobriedad, habilidad y oficio construye las atmósferas de la obra, basado en un escenario “vacío”, un músico, iluminación y un poco de humo.

A manera de ballet, con entradas por los laterales, se van presentando una a una las escenas sin recurrir a mayor uso de la maquinaria teatral. La atención está centrada en los personajes y en especial en la palabra, salvo en las distensiones a través de las escenas coreografiadas, el resto del tiempo es el discurso el que lleva la acción, en él está el espectáculo y el poder dramático.

Sin maromas, cuerdas ni fuegos artificiales, se establece una óptima comunicación con el público, donde las cosas son claras, sencillas y honestas, es decir no hay fingimiento ni falsedades, no hay hilos negros, ni recovecos, ni malos entendidos.

Los actores hacen lo que saben hacer y son muy adecuados a los personajes que interpretan, hay voluntad, compromiso y gusto por su trabajo y eso se percibe, se agradece, y en esto también hay la sencillez de no pretender ser más de lo que se es, de realizar su trabajo con responsabilidad y entusiasmo, como los profesionales que son.

Ante este panorama el principal beneficiado, desde luego es el público quien entiende y acepta la puesta en escena de una historia que no por conocida es menos disfrutable, confirmando así por qué los clásicos seguirán estando vivos y vigentes si sabemos oír lo que nos dicen.

Así, pues, es muy fácil augurarle un éxito a este trabajo tan bien logrado, de hecho la respuesta del público ha sido elocuente al concurrir a la sala y casi llenarla en cada función. Lo que sigue es cuidar y mantener la calidad del trabajo artístico por sobre todas las cosas.

Finalmente tendría que decir que el pelo que le veo a esta sopa es la desastrosa irregularidad de su temporada que va contra toda lógica el establecer funciones un día sí y otro no y otro quién sabe, y de esta manera ¿cómo se puede cultivar en el publico la tradición de asistir al teatro regularmente? Imposible, ¿no? Alguien con poder de decisión debiera hacer algo, es lamentable que una puesta en escena de muy buena hechura padezca la espantosa pesadilla de actores sin teatro.

Sueño de una noche de verano de William Shakespeare en la adaptación de Carlos Corona, dirección de Alberto Lomnitz, asistente de dirección Freddy Palomec, con música en vivo de José Luis Arnauz. Actúan: Valeria España, Héctor Moraz, Rosalinda Ulloa, Raúl Pozos, José Palacios, Alba Domínguez, Jorge Castillo, Félix Lozano, Ania Yarasech, Gema Muñoz, Marco Rojas, Raúl Santamaría, Miriam Cházaro, David Landa y Hosmé Israel.

Ante la irregularidad de la temporada, consulta la cartelera y a ver si le atinas.