Año 4 • No. 154 • octubre 4 de 2004
Xalapa • Veracruz • México
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la Facultad de Danza

Dunia Salas Rivera

El Grupo de Prácticas Escénicas (GPE) de la Facultad de Danza, la cual está festejando 29 años de haberse fundado, realiza una difusión constante de la danza escénica que nace y se hace en su alma mater. Un ejemplo de ello fue la serie de presentaciones que recientemente ofreció en la sala chica del Teatro del Estado.

Fue una indiscutible demostración de que en esa facultad, dirigida actualmente por Guadalupe Barrientos, se están formando verdaderos profesionales de la danza que expresan el amplio fenómeno de esta disciplina y de que están en perfecto vínculo con el público, cuyos insistentes aplausos demostraron su aceptación.

El primer cuadro ofrecido, Trío, es un trabajo coreográfico de Gregorio Trejo, artista independiente del df que colabora con la facultad desde marzo pasado. Éste es una suerte de diálogo jovial y vivificante donde Mitzy Dávalos, Carla Díaz (bailarinas invitadas del grupo Último Tren) y Sandra Rodríguez brillan con frescura en un concepto que conquista y cautiva.

Las Tres raíces del libro de reserva, con coreografía y dirección de Trejo, quien participa en el Programa de Residencias Artísticas México-Canadá, es una trilogía que “propone establecer una fugaz visión sobre tres momentos clave con respecto a la geografía humana: la esperanza, el amor y la vida. Ardor de un deseo, una pesadilla, un amor o un desamor; donde existe savia para otro envés”.

Con la participación de Braulio Escamilla, José Luis González Vallejo y Shanti Vera, música de Zbigniew Preisner y Clint Mansell, en el primer cuadro, Decálogo de Luz Eterna, las portentosas formas que logran los precisos movimientos de los danzantes parecen volar dentro de un universo donde rondan fantasmas y sombras entre el misterio de la oscuridad. Número de gran fuerza y pulcritud escenográfica que conmocionó a más de uno asume el riesgo de plantear una atmósfera densa y poco usual en la tempestad de la danza contemporánea.

Papel y pared para ellas, con una estructura argumental perfectamente delimitada en principio, desarrollo y fin, logra penetrar en el tratamiento de lo femenino sin caer en lo gastado del tema. Aquí, Claudia Gijón, Angélica Zaremba, Mariela Sánchez, Xiomara Valdez ó Luz del Carmen Zepeda, Alejandra Gómez, Carolina Ramírez, Azucena Valenzuela, María de Guadalupe Ruiz y Sandra Rodríguez logran la fusión exacta necesaria para crear, sentir y hacer sentir, vibrar y hacer vibrar con cara, brazos, pies, manos y corazón.
La trilogía concluye con Esas puertas abiertas, donde Azucena Valenzuela, Sandra Rodríguez, José Luis González y Braulio Escamilla nos dejan ver que 24 millones de personas caminan alrededor del mundo tomadas de la mano. Una letanía de nombres resuena en el recinto a la par que el movimiento corporal de ellas y ellos logran una coreografía dinámica y virtuosa.

Trejo demuestra lo que bien dice Guadalupe Barrientos de su trabajo: “Apuesta a una plástica por senderos utópicos, aún por recuperar y reconstruir desde la cercanía afectiva y de la búsqueda del momento pleno”.

El maestro huésped a quien los estudiantes de la uv perennizaron en sus cuerpos a través de la obra Bleu (Recuerdo diluido), David Barrón, es originario de la región noroeste de México y de las culturas del desierto.

De él es la coreografía en la que Azucena Valenzuela, Sandra Rodríguez, José Luis González, Angélica Zaremba, Mariela Sánchez, María de Guadalupe Ruiz, Luz del Carmen Zepeda, Marysol Flores y Xiomara Valdez ponen de manifiesto un esfuerzo cabal. A decir de Barrientos Barrón “recrea los significados y direcciones humanas en busca de sus encuentros consigo mismos, y donde quizá algo aliente”.
En la obra finalista, Rojo, si 16 es parte de 22, del XXIII Premio Nacional de Danza inba-uam ‘02/Último Tren, sobresale el trabajo coreográfico de Gregorio Trejo y el dancístico de Braulio Escamilla, José Luis González, Azucena Valenzuela, Sandra Rodríguez, Mariela Sánchez, Luz del Carmen Zepeda y María de Guadalupe Ruiz, enmarcados en un curioso tratamiento lúdico.
“Quizá todo pequeño hombre tiene un alma grande: Enséñame a ver las cosas como las ves tú, buen amigo. Un hombre debe hacer una cosa: hallar algo que sea suyo y hacer una isla para sí mismo. Hablemos sobre amistad mi bendito 22”, reza la sentencia.

Es así como el GPE, creado para proporcionar a los alumnos un espacio donde puedan realizar presentaciones ante el público, imprescindibles para la formación de un bailarín y acercarse a la gente y a los universitarios con un trabajo dancístico que refleja su quehacer académico y lo une a la realidad artística del país, logró un trabajo acertado, dados los austeros recursos con que se sostiene esta facultad, la cual a 29 años de existir, según opinión de Barrientos, se puede apreciar lo que aún queda por realizar, con menos errores y más previsión artística.

Según la directora de la facultad es a través de los montajes que “podemos profundizar en el proceso creativo de la danza junto a los autores. Los muchachos tienen un contacto más profundo con los coreógrafos y tratan de entender sus concepciones de la danza, del mundo, del movimiento y pueden madurar su desempeño como intérpretes.

”Es un proceso complejo que permite lecturas y beneficios a muchos niveles, podemos replantear y darnos cuenta de lo que falla o sirve, una función no es un ensayo e implica un contacto distinto, las obras van creciendo o mostrando sus debilidades y podemos hacer un balance que, al mismo tiempo, permite orientar o reorientar la formación académica que estamos dando”, dijo.