Uno de
los casos clínicos más importantes en la historia
del Psicoanálisis es el de la señorita Ana O. Esta
paciente fue atendida por Josef Breuer en la Viena de 1880, se trataba
de un caso de histeria. Breuer era un famoso médico vienés
y notable hombre de ciencias que compartía con Freud los
mismos intereses científicos, por lo que no tardaron en trabar
amistad. Ambos estaban interesados en el estudio de la histeria,
trastorno que se presentaba principalmente en las mujeres; de ahí
su nombre, la palabra histeria viene del término griego hysteron
que quiere decir útero.
En aquel entonces, los médicos le daban poca importancia
a este trastorno pues consideraban que las pacientes fingían
los síntomas, puesto que éstos no tenían un
origen orgánico, y así la histeria era cosa de simulación
y no merecía ocupar el valioso tiempo de los médicos.
En otros casos se consideraba un trastorno del útero, y era
tratada mediante la extirpación del clítoris. En mi
opinión, aún actualmente, la histeria es un trastorno
incomprendido, puesto que escapa a la lógica, no se encuentra
una explicación racional u objetiva de muchos de los síntomas
por lo que generalmente se tiende a descalificar, a menospreciar
y a tratar despectivamente a la histérica, pues no nos cansamos
de decirle que: no tienes nada o bien le recetamos un
tranquilizante para que se calme. En otros casos una limpia o un
exorcismo se convierten en la aparente cura para estos síntomas.
Veamos lo que pasó con Ana O y su doctor.
Bertha Pappenheim (Ana O.) es descrita por su médico como
una joven inteligente, sumamente atractiva por su físico
y por su personalidad, de carácter enérgico, tenaz
y persistente y a la vez bondadosa y compasiva. El padre de Ana,
a quien ella amaba con pasión contrajo una enfermedad y muere
al cabo de un año. En los primeros meses de su enfermedad
Ana se consagra a su cuidado, al grado que entra en un estado de
debilidad y anemia que la aleja de su padre, al poco tiempo empezó
a manifestar una serie de graves perturbaciones, como una parálisis
de tres extremidades, con contractura y anestesias, perturbaciones
de la vista y del habla, incapacidad para alimentarse y una penosa
tos nerviosa. Lo más interesante era la existencia de dos
estados de conciencia enteramente separados. En uno de ellos, aunque
triste y angustiada actuaba de manera relativamente normal, en el
otro se comportaba de una forma caprichosa, insultaba, arrojaba
las almohadas en la medida que su contractura se lo permitía,
se oponía a las indicaciones terapéuticas, hablaba
solo en inglés pues parecía haber olvidado el alemán,
su lengua materna. La transición de uno a otro estado se
denotaba por una fase de auto hipnosis, de la que despertaba con
mente clara y normal, este momento coincidía con las visitas
de Breuer, y pronto ella tomó el hábito de narrar
a éste los acontecimientos desagradables del día.
Ante el asombro de Breuer la paciente mostraba una mejoría,
pues los síntomas desaparecían después de haber
sido narrados. Consciente de esto, Ana bautizó a este procedimiento
con el nombre de cura de conversación o limpieza de chimenea.
Entusiasmado con los resultados y en vista de la abrumadora cantidad
de material, Breuer agregó a las sesiones de la tarde, sesiones
matinales de hipnosis, lo que implicó dedicar horas enteras,
todos los días, durante más de un año, lo que
dio como resultado un nuevo método terapéutico, que
él denominó catarsis y que es el antecedente de la
asociación libre, método característico del
Psicoanálisis.
La relación de Ana y Breuer produjo otro resultado inesperado,
la esposa de Breuer terminó por sentirse molesta y celosa
por no oírle hablar de otro tema, así sus protestas,
lo llevaron a tomar la decisión de dar por terminado el tratamiento.
Ante esta noticia Ana sufre una recaída por lo que Breuer
es llamado nuevamente y la paciente que siempre se había
mostrado como un ser asexual, estaba sintiendo ahora los dolores
de un falso parto histérico, culminación lógica
de un embarazo imaginario que se había iniciado y seguido
inadvertidamente, en respuesta a la atención médica
de Breuer, quien con una mezcla de amor y culpa, viajó con
su mujer a Venecia donde pasaron una segunda luna miel, cuya consecuencia
fue el nacimiento de una niña.
Años más tarde, Ana se recuperó y se convirtió
en la primera asistente social alemana y una de las primeras en
el mundo, también dirigió sus esfuerzos en beneficio
de la mujer y de su emancipación. Nunca se casó.
Este caso llamó poderosamente la atención de Freud
cuando oyó hablar de él, después de que Breuer
lo dio por terminado. Su impresión fue tal que le llevó
a comentar con él una y otra vez lo detalles del caso. Así
se inicia una relación de colaboración entre Freud
y Breuer que culmina con la publicación 12 años después
de los Estudios sobre la histeria, texto considerado como
el punto de partida del Psicoanálisis.
De los motivos que llevaron a Breuer a dar por terminado el tratamiento
de Ana O. y de su propia experiencia con sus pacientes histéricas
Freud comprendió que aquella relación especial de
tanta eficacia terapéutica tenía una base erótica,
ya fuera oculta o manifiesta. Años más tarde declaró
que los fenómenos transferenciales siempre le habían
parecido una prueba irrefutable de la etiología sexual de
las neurosis.
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