En otro
momento, señalamos algunas ideas acerca de la diferencia
entre los sexos y las consecuencias que de ellas se derivan. Debido
a algunas elaboraciones acerca de la sexualidad en la niña,
Freud fue considerado por algunas feministas: un misógino
y el psicoanálisis una teoría sostenedora del falocratismo
capitalista. Juicios injustos. Nada más alejado de la pretensión
original.
En la última etapa de su vida, Freud señalo que si
de placer se hablaba, la disposición anatómica de
la mujer le favorecía el acceso a un placer más abstracto
(placer del cuerpo), sin el fantasma de la detumescencia (caída)
masculina (placer de órgano). Con esto Freud advertía
que la falta de pene en la mujer no es un impedimento para un goce
más libre.
El psicoanálisis sostiene que el paso diferenciado por los
complejos de Edipo y Castración determina
la sexualidad humana. Hoy apuntaremos algunos desarrollos de Freud
del cómo vive la niña el paso por ellos. En el futuro
abordaremos otros. Veamos:
En 1925, Freud publicó el primero de sus estudios sobre la
sexualidad femenina, describiendo con detalle el complejo de castración
en la mujer, su efecto sobre la masturbación y el complejo
de Edipo. La niña desarrolla una envidia por
el pene, con base en la inferioridad del clítoris ante éste.
La envidia por el pene conforma reactivamente en ella la aceptación
de su castración.
Esta aceptación la introduce en el complejo de Edipo
con un deseo asociado de pene igual al deseo de un hijo y a la decadencia
del idilio-adhesión a la madre, que constituye el primer
objeto amoroso para ambos sexos.
La relación entre complejo de Castración
y complejo de Edipo marca la diferencia fundamental
entre los sexos. El niño lo tiene pero ve que alguien no
lo tiene y lo puede perder (angustia de castración), la niña
no lo tiene pero lo desea (envidia de pene). Así el de Castración
pone fin al complejo de Edipo en el niño, mientras
que en la niña lo inicia.
Seis años más tarde (1931), Freud investigó
el desarrollo del complejo de Castración en la
mujer: la supuesta superioridad del hombre, la inferioridad de la
mujer y su rebelión. Se puede decir que en la primera pauta
evolutiva, al comparar su clítoris con el pene se vuelve
insatisfecha con su clítoris y renuncia a la actividad fálica,
a su sexualidad y a sus tendencias masculinas.
No obstante, en la segunda pauta, todo parece señalar que
la esperanza de tener algún día pene es acariciada,
incluso, hasta una edad tardía. La tercera etapa que en última
instancia es la que conduce a una actitud femenina normal,
es en la cual hay un cambio de vía de objeto de amor, de
la madre al padre, instaurándose así la situación
edípica típica del idilio de la niña con el
padre, aumentando cada vez más la hostilidad hacia la madre,
a la cual se le culpa del castigo de la ausencia de pene. En este
aumento de la hostilidad, la madre es abandonada como objeto en
favor del padre.
Todo parece señalar que la gran frustración fálica
que sufre la niña es decisiva para la conformación
de su femeneidad, y un punto clave de esto es la queja contra la
madre por haber sido niña, más que la rivalidad edípica.
Es necesario señalar, que el falo es un significante muy
importante dentro del complejo de Edipo, en especial
en la evolución de la niña y, como la marca Freud,
es imprescindible para comprender el fenómeno de castración.
El falo en tanto significante de la falta, tanto para el niño
como para la niña. La madre como sede del deseo determina
un espacio, una instancia, de presencia-ausencia, y crea con su
deseo el significante de su falta que es el falo. El deseo de la
madre puede tomarse entonces como el equivalente al falo = deseo
de un pene = deseo de un hijo. El deseo de la niña desde
su origen es el deseo de tener un pene que la madre le ha frustrado
y que ahora espera del padre.
En esta línea de reflexión se puede analizar el complejo
de Castración bajo las siguientes consideraciones:
la frustración de la que se ha hablado con anterioridad;
es un proceso imaginario en la niña que recae en un objeto
real, el no tener pene, hecho por el cual culpa a la madre. La privación,
como proceso real está vinculada a un objeto simbólico
(pene).
La niña, dada la Ley de prohibición al incesto, nunca
podrá tener un hijo del padre, por lo tanto, estará
privada de tener un pene. La castración marca simbólicamente
a la niña en algo imaginario, situándola en relación
con su fantasma. En este momento específico de su desarrollo
es donde se especificará el destino de tal frustración,
determinando su sexualidad. Lo importante reside en saber, cómo
la niña es determinada por dicho proceso.
En 1932, Freud avanza en sus ideas sobre la sexualidad femenina.
Reitera la presencia de una fijación exclusivamente materna
que precede al complejo de Edipo. Dicho complejo, dice,
tiene más intensidad y duración en la mujer que en
el hombre. La meta sexual de la niña hacia la madre es al
principio pasiva y luego activa y corresponde a los estados parciales
de la líbido a través de los periodos oral, sádico,
anal y fálico, que ha pasado durante su infancia.
El reconocimiento de su castración, es decir, el cambio de
objeto amoroso (de madre a padre) y de zona erógena (de clítoris
a vagina), satisface una necesidad de transformar a la niña
masculina en mujer femenina, modificando su pasividad en necesidades
sexuales remanentes.
Pero, ¿qué pasa cuando la niña no desea el
hijo-pene del padre, sino a la madre? ¿Qué inflexiones
determinan este curso de desarrollo de su sexualidad? Nos encontramos
ante la posibilidad, sólo eso, de una vía de acceso
a la homosexualidad femenina. No obstante, puede ser que los inevitables
desengaños que experimenta del padre, la lleven
a ciertas coordenadas en donde el juego del deseo de la madre y
el de la hija sea la escena principal.
Un excesivo amor por el padre, puede explicarse por un excesivo
amor a la madre que le antecede, y que, pese a la severa frustración
sufrida, no ha podido anular. Otro elemento es el que parece indicar
que no se renuncia al objeto de amor incestuoso, más bien,
se le ha abandonado en la medida en que se rechazó a la madre
en algún momento. Sin embargo, este objeto no ha desaparecido,
queda como anhelo.
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