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Psicoanálisis
y Vida Cotidiana
El goce del síntoma neurótico
Alejandra Márquez Ramírez
(Miembro Fundador de la Red Analítica Lacaniana) |
El
síntoma es un indicio, una señal reveladora de que algo
va mal, es como el intruso que viene a romper lo que parece estar
en armonía. En medicina es indicador de una enfermedad y, aunque
permite indagar la causa de un padecimiento, en general no es bienvenido
pues se le asocia con el dolor el sufrimiento y hasta con la muerte.
En psicoanálisis la noción de síntoma es básica
y elemental. El síntoma es el pivote central de la práctica
analítica y es justamente el síntoma histérico
lo que permitió a Freud las primeras formulaciones teóricas
sobre la histeria y el psicoanálisis.
Freud partió del síntoma histérico como interpretable,
debido a que es la manifestación de un retorno de lo reprimido.
Lo que se reprime es un recuerdo traumático(real o fantaseado).Lo
que hace trauma es el deseo incestuoso del niño que se anuda
a la mirada o la caricia del adulto y que es interpretada por el niño
como un acto de seducción que se convierte a la vez en herida
y arma hiriente imposible de tolerar. Este exceso de excitación
resulta inconciliable con el yo y pone en marcha la función
reguladora del principio del placer que determina la exclusión
de la conciencia del recuerdo traumático La paradoja es que
lo reprimido se hace indestructible y en algún momento busca
una salida, retorna metaforizado a través del síntoma
ya que la represión lejos de hacer desaparecer la evocación
de lo intolerable, la eterniza, como un quiste localizado
en la estructura psíquica, no se le puede esquivar con el razonamiento
o con el olvido.
Lo que se reprime es de naturaleza sexual, se presenta en la infancia
y su contenido ha de consistir en una excitación real de los
genitales, por eso para Freud el síntoma es una satisfacción
sexual sustitutiva. Con el establecimiento de la neurosis, el
cuerpo habla a través del síntoma, busca ser escuchado,
demanda un interlocutor, se dirige a una saber que falta para que
sus inscripciones puedan ser descifradas por la vía de la palabra.
Lo que Freud observó es que si bien el síntoma suele
ser un huésped indeseable, no es extraño que las personas
se sirvan de sus síntomas para obtener un rédito de
sus padecimientos (aún sin saberlo). Freud denominó
ganancia secundaria a esta función del síntoma,
para diferenciarla de aquella otra ganancia primaria llamada
así por ser el síntoma la salida económicamente
mas conveniente de un conflicto psíquico en un momento determinado
de la vida de una persona.
Esta doble función del síntoma señala su faz
paradójica, por un lado, sufrimiento, por otro, satisfacción,
una especie de goce que Freud pudo advertir en la expresión
de sus pacientes ante la evocación, una y otra vez de sucesos
dolorosos y que describió como automatismo de repetición.
Este fenómeno lo llevó a replantearse sus conceptos
sobre el principio del placer, ya que para él, el aparato psíquico
se regía por este principio, buscando un reducción de
los niveles de tensión que serían el origen del displacer,
y lo obligó a postular un más allá del
principio del placer que se conoce como pulsión
de muerte.
Las dos vertientes del síntoma analítico: como mensaje
a descifrar y como una manera de gozar están presentes en Lacan
y es éste quien desarrolla ampliamente el concepto de goce
íntimamente ligado al registro de lo real. El goce escapa al
orden simbólico, es imposible de compartir, inaccesible al
entendimiento y opuesto al deseo. El deseo pasa por la regulación
del significante y de la ley, el goce no. El placer calma, el goce
desconcierta, el placer hace sentido, el goce revela el ser.
En 1966, en una conferencia sobre Psicoanálisis y Medicina,
Lacan decía: Lo que yo llamo goce en el sentido en que
el cuerpo se experimenta es siempre del orden de la tensión,
del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña.
Indiscutiblemente, hay goce en el nivel en que comienza a aparecer
el dolor, y sabemos que es sólo a ese nivel del dolor que puede
experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro
modo permanece velada.
Es porque hay goce que el enfermo se aferra a la enfermedad, derrotando
al médico y a la ciencia. Es por eso que a pesar de ser maltratado
se sigue poniendo la otra mejilla. Es por eso que nos tropezamos una
y otra vez con la misma piedra. Y hacemos sangrar la herida sin poder
alejarse del recuerdo traumático, de la evocación dolorosa
que ataca desde adentro que nos paraliza y nos hace girar en el mismo
lugar, de la misma manera. La cura psicoanalítica abre la posibilidad
de un desciframiento del goce por el camino de la palabra en la historia
del sujeto. |
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