Año 4 • No. 156 • octubre 18 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Se abre el Telón de Niebla
Roberto Benítez
El recientemente formado Consejo de Artes Escénicas (agrupación que reúne a diferentes trabajadores de la escena, pero abierta a que se integren personas de otras manifestaciones artísticas relacionadas) inauguró el pasado 9 de octubre el Festival Telón de Niebla con un evento en la Plaza Quinto Centenario. Con esta ceremonia de fiesta, júbilo y euforia da inicio un atractivo programa de espectáculos que el público xalapeño tendrá la oportunidad de disfrutar hasta el 31 de octubre.

Esta fiesta surge como una necesidad de mostrar lo que producen algunos de los integrantes del Consejo, desde luego es sólo una parte de los objetivos que se pretenden lograr.
Las aspiraciones son muchas y el trabajo para llegar a ellas apenas comienza, entre los propósitos se encuentra el formar un frente común que tenga una identidad definida y participativa en las decisiones culturales de nuestra ciudad y el estado, alcanzando con ello salir de la neblina en la que se encuentra.

Dicho así suena muy simple, y el lector-espectador se preguntará cómo es que no se ha concretado esta aspiración desde hace muchos años; sin embargo y a pesar de ser un deseo legítimo y encomiable, es difícil lograr el consenso entre los diferentes creadores, no basta la buena voluntad, ni la conveniencia personal. Es necesaria la paciencia del trabajo diario. Se va contra corriente, siempre que se intente conformar una identidad colectiva con calidad suficiente y pensante, lo que no quiere decir que uniformizada.

Así pues este Festival es uno de los trabajos de un modesto Hércules que el Consejo se ha propuesto, y a través del cual nos ofrece variados manjares teatrales que esperamos sean eso: productos nutritivos que enamoren a la gente, y si no lo son, también se pueda decir, con la confianza y la madurez de quien participa de un crecimiento. Al respecto, el festival ofrece realizar reuniones denominadas 61 minutos, donde se vierta la opinión de los trabajos escénicos presentados el día anterior. En las cuales los creadores puedan escuchar de viva voz lo que el público piensa de su trabajo, más allá del “me gusta” o “es una basura”.

Hay muchas otras ideas que expresar que merecen ser escuchadas y tomadas en cuenta por los creadores, amén de que ya se haya vuelto una costumbre el que no se opine seriamente sobre los trabajos escénicos. ¿Pero acaso se puede crecer sin la crítica fundamentada?

La programación promete 21 funciones, a lo largo de 19 días y casi 19 noches, en seis diferentes sedes. Los creadores provienen de varios estilos y formas de afrontar el teatro, así como los autores dramáticos de las obras que se presentan: desde la adaptación libérrima, hasta obras de ilustres autores. Como quien dice “de chile, de dulce y de manteca”, para dar y repartir. Con todo el ánimo y entusiasmo que produce la diversidad, así se entiende este festival, como un encuentro de identidades convergentes.

El costo por espectáculo es de 50 pesos, que desde luego no es un regalo pero sí quizás una llamada de atención al público al señalarle de esta forma suspicaz, que el teatro cuesta y no sólo lo subsidiado tiene derecho a existir. El público es el que debe decidir qué quiere ver porque le cuesta su boleto, de la misma forma que a través de sus impuestos le paga al Estado para que le ofrezca, entre otras cosas, cultura de calidad.

Sin intermediarios o con el menor número posible de ellos, este festival hace su primer “solito”, como cuando los niños aprenden a caminar. Del público depende que no se caiga.