Año 4 • No. 158 • noviembre 8 de 2004
Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y Vida Cotidiana
“Nombre es destino”
Alejandra Márquez Ramírez
(Miembro Fundador de la Red Analítica Lacaniana)

La vida humana es conferida por otros, puesto que nadie pide nacer; es el deseo de los padres lo que llama a la vida. La historia de todo sujeto no comienza con él, lo antecede, y se llega a ocupar un sitio dentro de un mito familiar. Las circunstancias que presidieron el encuentro de los genitores y su historia personal forman ya una constelación que precede a la concepción y que es determinante para lo que ha de ser su devenir.

Un niño puede ser anhelado con esperanza o con temor. Se impone o es demandado, en cualquier caso es el deseo inconsciente y el universo significante de los padres lo que permite transformar a esa masa corporal, pedazo de carne y hueso, embrión-feto-niño, en sujeto.

Desde el momento en que una mujer se sabe embarazada se establece una relación imaginaria, impregnada de deseo, en la que el niño es imaginado como un cuerpo sexuado unificado, completo y autónomo y sobre esta imagen se vuelca la libido materna. Basta recordar ese amor ciego con el que toda madre mira a su recién nacido, los parecidos que descubre en él y los rasgos de carácter que le atribuye. Paralelamente el niño recibe un nombre, impuesto por los padres, elegido de mutuo acuerdo o no, el nombre es la primera herencia significante que recibe todo ser humano y de esta forma se le asigna su primer sitio en el plano relacional. Al nombre habrá de responder cuando se le llame y es por el nombre que se es reconocido.

El discurso de los padres comienza por dirigirse no al niño como tal, sino al personaje que encarna en la escena familiar. En este comienzo alienante por definición habrá de constituirse como sujeto y habrá de buscar su propio lugar en la cadena significante de la cual es resultado y cuya continuidad tiene que garantizar a fin de reconocerse no sólo como un simple hecho biológico.

El nombre elegido encarna algo del fantasma de quien lo impone y el que lo lleva asume la deuda y la culpa inherente del nombre que se le asigna. Es común que el primogénito varón lleve el nombre del padre, que a la vez es el nombre del abuelo, lo que no va sin consecuencias, si al llamar al hijo se llama al padre ¿quién contestará?.

En la película de Pedro Almodóvar Hable con ella hay dos claros ejemplos de la manera en que el nombre incide en la vida de los personajes. El padre de Lidia siempre quiso ser torero pero sólo llegó a banderillero, así que, predestinada a ello, Lidia se convierte en torera, su oficio es “lidiar toros”, y es lidiando un toro que Lidia encuentra la muerte. El otro personaje es el de Benigno, quien haciendo honor a su nombre es un buen hombre y un buen hijo que se dedica por entero a cuidar a su madre enferma durante diez años hasta su muerte, para luego dedicarse al cuidado de Alicia, joven mujer que calló en estado de muerte cerebral. Benigno es un buen enfermero, un buen amigo, un buen compañero.

Recuerdo también el caso de un joven llamado Isidoro, quien desarrolló la compulsión de lavarse las manos y bañarse varias veces al día al grado de interferir con sus actividades normales. Era hijo de un profesor muy estricto cuyo lema era “la letra con sangre entra”, especialmente rígido en cuanto a la limpieza personal y enemigo de los malos olores, por lo que vigilaba de cerca la higiene de Isidoro. La tragedia del nombre vino cuando por la crueldad infantil le apodaron “Inodoro”. La noción de inconsciente no es ajena al destino de los significantes que marcan desde el comienzo los destinos del sujeto.

El nombre también canaliza la relación del sujeto con la ley. Llevamos nombre y apellidos como indicadores de la doble pertenencia al padre y a la madre En el origen somos producto de dos linajes que se unen y que dan testimonio de la ley de prohibición del incesto que sabiamente establece que el hijo no ha de pertenecer ni a uno ni a otro, que habrá de darse a la cultura, a la ley de los intercambios. Los hijos, al asumirlos, se incluyen en el registro de la ley no sólo del estado sino también en la que se fundamenta el orden inconsciente.