Año 4 • No. 158 • noviembre 8 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Su acción se reduce a lo comunitario
Impide religiosidad participación cívica de las mujeres
Edith Escalón

La religiosidad ha permitido la participación comunitaria de las mujeres, pero no la ha convertido en una participación ciudadana política, la reduce al campo de lo comunitario y no permite ir más allá, aseguró la historiadora María Gracia Castillo Ramírez.

Cuando va más allá del ámbito de lo comunitario, de lo vecinal y de lo individual es posible hacer demandas políticas, presentar proyectos más amplios, hacer reivindicaciones que no afecten sólo a una persona y su entorno inmediato, sino que vayan en función de la construcción de una sociedad, en su sentido más amplio.


María Gracia Castillo Ramírez.

Al participar en el congreso Religión, Sociedad y Política, que se lleva a cabo en la Universidad Veracruzana, la investigadora explicó que la participación de las mujeres en la acción católica tiene que ver con toda una doctrina que hay en la iglesia a principios del siglo XX: el catolicismo social.

Explicó que su propósito era integrar a las mujeres a la iglesia para que no se contaminaran del liberalismo, marxismo y todas las ideas que estaban surgiendo, acción que también incluyó la participación de fieles masculinos.

Comentó que en México el catolicismo social ha pasado por varias etapas. Resurgió en la entreguerra (el periodo que va del final de la primera guerra mundial al principio de la segunda), cuando, con base en el catolicismo social, la gente trascendió el ámbito de lo doméstico y de lo privado “la guerra cristera es un claro ejemplo de cómo la organización religiosa puede dar lugar a movimientos de mayor trascendencia social”.

La alta jerarquía eclesiástica no los pudo controlar por un tiempo, pero después fueron dominados, comentó la investigadora: “a fin de cuentas, estamos hablando de que es una religiosisdad controlada por una institución jerarquizada en donde los de arriba ejercen dominio y poder sobre los de abajo”.

El trabajo presentado por la historiadora, deriva de una investigación más amplia de la vida cotidiana de la gente común en un barrio de Guadalajara, en el que uno de los indicadores que tomó en cuenta para el análisis fue la religión.