Año 5 • No. 159 • noviembre 16 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y vida cotidiana
Pensar y actuar en la neurosis obsesiva
Ricardo Ortega Lagunes
(Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)

En una contribución anterior se habló del goce en el síntoma neurótico. En varias ocasiones Freud señaló que hablar de las Neurosis es hablar del psicoanálisis mismo. De neuróticos esta poblado el mundo y los consultorios de los psicoanalistas, pues el psicótico pocas veces acude a análisis y el perverso mucho menos.

Cuando hablamos del sujeto neurótico, enseguida nos representamos aquel que muestra reacciones incomprensibles frente al trato humano y a las influencias exteriores, irritabilidad, conducta incalculable e inepta. En pocas palabras: la neurosis impide al sujeto ocupar un lugar como sujeto deseante. En las líneas que siguen abordaremos de manera muy rápida algunos rasgos característicos de la neurosis obsesiva (NO): ambigüedad, oposición amor-odio, duda, desplazamiento, compulsión, regresión.

En el neurótico obsesivo conviven tanto un pensar como un actuar propios. Por un lado el pensar obsesivo se define como aquellos deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, mandamientos y prohibiciones y por otro, el actuar obsesivo es aquel en donde se pone en práctica acciones obsesivas o ceremoniales particulares. Sobre este característico pensar del obsesivo, Freud dijo que: “Del paciente que cobra forma de diferentes maneras: fantasías, deseo ambivalentes, supersticiones, reflexiones, dudas, mandamientos, prohibiciones, contradicciones en su obrar, lo primero que hay que decir es que su pensar sucede, por así decir, por encima o agregado del pensamiento consciente y de tal forma se superpone a éste, que es como un doble pensar que le distrae, que lo llega a desorientar, pero que no pertenece a la conciencia, y que a la vez, gobierna al sujeto desde lejos y a pesar de él, aunque no sabe ni de dónde viene ni qué es lo que quiere decir”.

El neurótico obsesivo (NO) vive una permanente ambigüedad respecto de los sentimientos como producto de una oposición, primero entre la oscilación hombre-mujer, como objetos de elección amorosa, con quienes desde niño tiene necesariamente que identificarse en uno u otro lado, lo cual le constituyen un antecedente histórico que le referirá durante toda su vida y que será la base para estos casos de inquietud.

Parecida a la anterior situación, se le presenta como un carácter más frecuente el par amor-odio, donde lo sobresaliente sería la posible combinación de valores cuantitativos entre uno y otro y la ponderación o preferencia de uno respecto del otro en relación con otro sujeto, asimismo, la coexistencia crónica entre ambos hacia la misma persona, aunque Freud observa que semejante persistencia de los opuestos sólo es posible bajo particulares condiciones psicológicas y por influencia del estado inconsciente.

Se entiende que junto a este par amor-odio, lo sexual vendría a formar parte intrínseca de esta oposición, que en el no es definitiva, esto es, si en medio de estos opuestos la pulsión sexual tiene que arrastrar en un sentido, lo hace reforzando la situación, agregándole un ingrediente cualitativo.

Un rasgo que aparece ligado junto a otros, sería el desplazamiento. Desplazamiento metafórico que supone que hay en realidad, para el caso de que se asocie con la duda, algo como una duda original. A este respecto, Octave Mannoni nos dice que:
“Se puede citar la memoria, la duración de la vida, la paternidad, la vida futura, como cosas de las que siempre se puede dudar. Son estas dudas normales las que estarían en el origen de la duda obsesiva. Pero habría que explicar por qué los obsesivos realizan estos desplazamientos que no hacen los demás”. Por eso Freud señala que: “La duda corresponde a la percepción interna de la irresolución que se apodera del enfermo a raíz de todos sus actos deliberados, como consecuencia de la inhibición del amor por el odio. Es, en verdad, una duda en cuanto al amor, que debería ser lo más cierto subjetivamente; esa duda se ha difundido a todo lo demás y se ha desplazado con preferencia a lo ínfimo más indiferente”.

Como contrapartida a este rasgo de la duda aparece la compulsión para el cual Freud señala que: “Es un ensayo de compensar la duda y de rectificar el estado de inhibición insoportable de que ésta da testimonio.
Se produce como resultado también de un desplazamiento y emerge como la energía que se había acumulado y sustituye a lo oculto. Son los mandamientos y prohibiciones que disfrazan un contenido diferente descargándolo en forma defensiva. Si el mandamiento obsesivo no ha de cumplirse, la tensión es insoportable y se le percibe como suprema angustia, pero el camino hacia la acción sustitutiva desplazada a algo ínfimo es disputado con ardor que, las más de las veces, aquella sólo puede imponerse como una medida protectora con un impulso sobre el que recae la defensa”.

Otro rasgo de la no lo constituye la regresión, ya sea del actuar o del pensar obsesivo. El mecanismo sería el siguiente: el actuar se subordina al pensar y en función de la magnitud de la regresión se estará en uno o en otro lugar, pero la hegemonía por así decir, corresponde al pensar obsesivo, esto es, lo que queda en menos es el actuar por si, porque la acción obsesiva se entiende como extensión del pensar obsesivo, sólo que en forma evidente.

Ahora bien, nos dice Freud: “Estas acciones obsesivas en el sentido genuino sólo son posibles por haberse producido dentro de ellas, en formaciones de compromiso, una suerte de reconciliación entre los dos impulsos que se combaten mutuamente. En efecto, las acciones obsesivas se asemejan cada vez más – y con mayor nitidez mientras más dure el placer– a las acciones sexuales infantiles del tipo del onanismo”.

De la misma manera que la regresión, la pulsión sexual del ver y del saber forman parte de los rasgos más generales de la no: “Toda vez que la pulsión de saber prevalece en la constitución obsesiva, el cavilar se convertirá en el síntoma principal de la no. El proceso mismo del pensar es sexualizado, pues el placer sexual que de ordinario se refiere al contenido del pensar, se vuelve aquí hacia el acto mismo del pensar y la satisfacción de alcanzar un resultado cognoscitivo es sentida como satisfacción sexual”. Y por tanto, el pensar visto de esa manera, es decir como búsqueda de saber se reemplaza una y otra vez y se convierte en: “Una acción sustitutiva”. Por último, nos dice Freud, “están los procesos del pensar que se vuelven compulsivos y serán aquellos que se emprenden con un gasto de energía que de ordinario sólo se destina al actuar, lo que ha irrumpido con hiperintensidad en la conciencia como pensamiento obsesivo y tiene que ser asegurado contra los empeños disolventes del pensar consciente. Esos mecanismos defensivos serían: la desfiguración, la interposición de un intervalo y la generalización. El pensar obsesivo busca mantenerse a toda costa, incluso a la costa del pensar conciente, parece como, si incluso, supiera de él (porque no lo olvida) pero en realidad no lo sabe, porque no conoce su significado”.