En una
contribución anterior se habló del goce en el síntoma
neurótico. En varias ocasiones Freud señaló
que hablar de las Neurosis es hablar del psicoanálisis mismo.
De neuróticos esta poblado el mundo y los consultorios de
los psicoanalistas, pues el psicótico pocas veces acude a
análisis y el perverso mucho menos.
Cuando hablamos del sujeto neurótico, enseguida nos representamos
aquel que muestra reacciones incomprensibles frente al trato humano
y a las influencias exteriores, irritabilidad, conducta incalculable
e inepta. En pocas palabras: la neurosis impide al sujeto ocupar
un lugar como sujeto deseante. En las líneas que siguen abordaremos
de manera muy rápida algunos rasgos característicos
de la neurosis obsesiva (NO): ambigüedad, oposición
amor-odio, duda, desplazamiento, compulsión, regresión.
En el neurótico obsesivo conviven tanto un pensar como un
actuar propios. Por un lado el pensar obsesivo se define como aquellos
deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, mandamientos
y prohibiciones y por otro, el actuar obsesivo es aquel en donde
se pone en práctica acciones obsesivas o ceremoniales particulares.
Sobre este característico pensar del obsesivo, Freud dijo
que: “Del paciente que cobra forma de diferentes maneras: fantasías,
deseo ambivalentes, supersticiones, reflexiones, dudas, mandamientos,
prohibiciones, contradicciones en su obrar, lo primero que hay que
decir es que su pensar sucede, por así decir, por encima
o agregado del pensamiento consciente y de tal forma se superpone
a éste, que es como un doble pensar que le distrae, que lo
llega a desorientar, pero que no pertenece a la conciencia, y que
a la vez, gobierna al sujeto desde lejos y a pesar de él,
aunque no sabe ni de dónde viene ni qué es lo que
quiere decir”.
El neurótico obsesivo (NO) vive una permanente ambigüedad
respecto de los sentimientos como producto de una oposición,
primero entre la oscilación hombre-mujer, como objetos de
elección amorosa, con quienes desde niño tiene necesariamente
que identificarse en uno u otro lado, lo cual le constituyen un
antecedente histórico que le referirá durante toda
su vida y que será la base para estos casos de inquietud.
Parecida a la anterior situación, se le presenta como un
carácter más frecuente el par amor-odio, donde lo
sobresaliente sería la posible combinación de valores
cuantitativos entre uno y otro y la ponderación o preferencia
de uno respecto del otro en relación con otro sujeto, asimismo,
la coexistencia crónica entre ambos hacia la misma persona,
aunque Freud observa que semejante persistencia de los opuestos
sólo es posible bajo particulares condiciones psicológicas
y por influencia del estado inconsciente.
Se entiende que junto a este par amor-odio, lo sexual vendría
a formar parte intrínseca de esta oposición, que en
el no es definitiva, esto es, si en medio de estos opuestos la pulsión
sexual tiene que arrastrar en un sentido, lo hace reforzando la
situación, agregándole un ingrediente cualitativo.
Un rasgo que aparece ligado junto a otros, sería el desplazamiento.
Desplazamiento metafórico que supone que hay en realidad,
para el caso de que se asocie con la duda, algo como una duda original.
A este respecto, Octave Mannoni nos dice que:
“Se puede citar la memoria, la duración de la vida,
la paternidad, la vida futura, como cosas de las que siempre se
puede dudar. Son estas dudas normales las que estarían en
el origen de la duda obsesiva. Pero habría que explicar por
qué los obsesivos realizan estos desplazamientos que no hacen
los demás”. Por eso Freud señala que: “La
duda corresponde a la percepción interna de la irresolución
que se apodera del enfermo a raíz de todos sus actos deliberados,
como consecuencia de la inhibición del amor por el odio.
Es, en verdad, una duda en cuanto al amor, que debería ser
lo más cierto subjetivamente; esa duda se ha difundido a
todo lo demás y se ha desplazado con preferencia a lo ínfimo
más indiferente”.
Como contrapartida a este rasgo de la duda aparece la compulsión
para el cual Freud señala que: “Es un ensayo de compensar
la duda y de rectificar el estado de inhibición insoportable
de que ésta da testimonio.
Se produce como resultado también de un desplazamiento y
emerge como la energía que se había acumulado y sustituye
a lo oculto. Son los mandamientos y prohibiciones que disfrazan
un contenido diferente descargándolo en forma defensiva.
Si el mandamiento obsesivo no ha de cumplirse, la tensión
es insoportable y se le percibe como suprema angustia, pero el camino
hacia la acción sustitutiva desplazada a algo ínfimo
es disputado con ardor que, las más de las veces, aquella
sólo puede imponerse como una medida protectora con un impulso
sobre el que recae la defensa”.
Otro rasgo de la no lo constituye la regresión, ya sea del
actuar o del pensar obsesivo. El mecanismo sería el siguiente:
el actuar se subordina al pensar y en función de la magnitud
de la regresión se estará en uno o en otro lugar,
pero la hegemonía por así decir, corresponde al pensar
obsesivo, esto es, lo que queda en menos es el actuar por si, porque
la acción obsesiva se entiende como extensión del
pensar obsesivo, sólo que en forma evidente.
Ahora bien, nos dice Freud: “Estas acciones obsesivas en el
sentido genuino sólo son posibles por haberse producido dentro
de ellas, en formaciones de compromiso, una suerte de reconciliación
entre los dos impulsos que se combaten mutuamente. En efecto, las
acciones obsesivas se asemejan cada vez más – y con
mayor nitidez mientras más dure el placer– a las acciones
sexuales infantiles del tipo del onanismo”.
De la misma manera que la regresión, la pulsión sexual
del ver y del saber forman parte de los rasgos más generales
de la no: “Toda vez que la pulsión de saber prevalece
en la constitución obsesiva, el cavilar se convertirá
en el síntoma principal de la no. El proceso mismo del pensar
es sexualizado, pues el placer sexual que de ordinario se refiere
al contenido del pensar, se vuelve aquí hacia el acto mismo
del pensar y la satisfacción de alcanzar un resultado cognoscitivo
es sentida como satisfacción sexual”. Y por tanto, el
pensar visto de esa manera, es decir como búsqueda de saber
se reemplaza una y otra vez y se convierte en: “Una acción
sustitutiva”. Por último, nos dice Freud, “están
los procesos del pensar que se vuelven compulsivos y serán
aquellos que se emprenden con un gasto de energía que de
ordinario sólo se destina al actuar, lo que ha irrumpido
con hiperintensidad en la conciencia como pensamiento obsesivo y
tiene que ser asegurado contra los empeños disolventes del
pensar consciente. Esos mecanismos defensivos serían: la
desfiguración, la interposición de un intervalo y
la generalización. El pensar obsesivo busca mantenerse a
toda costa, incluso a la costa del pensar conciente, parece como,
si incluso, supiera de él (porque no lo olvida) pero en realidad
no lo sabe, porque no conoce su significado”.
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