|
|
Nuestra
otra voz
Que no mueran las tradiciones,
dejen que ellas vivan en nosotros
Karina Arriaga Murrieta
|
Agustín
Cruz Hernández, estudiante del primer semestre de la Facultad
de Derecho, se integró hace poco a la Unidad de Apoyo Académico
para Estudiantes Indígenas (Unapei) con el principal
objetivo, de su parte, de dar difusión a las tradiciones que
aún perduran en su comunidad. Cuando le pregunté por
qué era tan importante para él hablar de este tema,
mencionó: Hay que rescatar las tradiciones, sobre todo
los jóvenes, porque nos dejamos influenciar por culturas externas
y nos olvidamos de nuestras raíces.
He notado como se ha ido perdiendo la lengua náhuatl
y las trasformaciones que ha sufrido para dar más importancia
al español. Como he tenido la oportunidad de convivir con otras
etnias, como los otomíes, que me parecen reservados y cuidan
mucho su lengua, a mí me gustaría que el náhuatl
también perdurara y se protegiera su conservación, al
menos en Chicontepec.
Cruz nació en Tlacolula, pequeña población del
municipio de Chicontepec, pero pronto tuvo que dejar su tierra natal
y trasladarse a la ciudad de Álamo al lado de su familia. Empero,
nunca perdió contacto con lo que considera su identidad indígena,
toda vez que visitaba a sus abuelos, quienes viven en el pueblo que
lo vio nacer. Ganador del primer lugar en una puesta de altares en
la preparatoria donde estudiaba, en Álamo, Veracruz, al lado
de algunos compañeros de clase, Agustín recordó
la anécdota que lo hizo poner tanto empeño de su parte
para montar el altar. |
Agustín
Cruz Hernández.
|
A
finales del quinto semestre de la preparatoria, en la materia de Filosofía,
nos encargaron investigar tradiciones. En esos días se acercaba
el Xantolo o Día de Muertos, sin embargo, a muchos nos invitaron
a una fiesta de hallowen y varios decidieron ir. Yo empecé
a preguntarles a mis compañeros qué iban a hacer en
Xantolo, pero la mayoría no sabía lo que era y tampoco
supieron explicarme lo que era hallowen.
Entonces me di a la tarea de explicarles lo que era el Xantolo
y los elementos que se ponen en un altar, tal como el arco, las flores,
las velas y los alimentos. Me interesó tanto que los otros
conocieran más acerca de esta tradición que me dediqué
a investigar y leí un relato en la clase de Filosofía,
que más tarde nos sirvió para hacer un altar, el cual
ganó el primer lugar en un concurso y por eso lo fuimos a presentar
a la zona arqueológica del Tajín. |
Desde
entonces tomé más conciencia de lo que significaban
para mí esas tradiciones, por lo que cada vez que puedo platico
con la gente que sabe de eso, como con mis tíos, a quienes
siempre les pregunto.
De las cosas que más recuerdo en cuanto a fiestas típicas
de mi pueblo puedo mencionar la de los Clamanes, festividad realizada
en honor al elote para que la milpa produzca más. En esta celebración
se corta la mata de elote, se pone en un altar con velas y a las primeras
matas que dan elotes se les cosecha para convertirlas en chamiles
(especie de tamal de elote dulce), atole de elote, atole de maíz
dulce o simple, acompañado de ajonjolí con chile o frijol,
pues es la comida que se acostumbra en los Clamanes.
Otra tradición es la del Lavamanos, la cual se hace al
momento de bautizar a un niño. Al pequeño se le busca
un padrino de pila que debe lavarle las manos, porque sino, según
la creencia, cuando fallezca el ahijado o esté a punto de morir,
le arderán las manos si alguien no se las enjuagó de
niño. El lavado, por lo general, se hace con agua, flor de
muerto y pedazos en trozos de tallo de plátano.
En Chicontepec todavía hay muchas fiestas dedicadas al
día, a la noche o al agua. Pero una de las que más me
gustan es la boda indígena. Esta tradición todavía
perdura en algunas comunidades.
Se supone que cuando el muchacho quiere a una joven, primero
pide el consentimiento al padre de la futura novia y a ella también;
si acceden, él se pone de acuerdo con el suegro para regresar
en otra ocasión, sólo que esta vez acompañado
de su papá o un familiar cercano. Si todo sale bien, hay una
tercera visita en la cual el joven lleva como obsequio a sus suegros
aguardiente, refrescos, carne, pilón, chile, arroz, maíz,
azúcar, sal y otras cosas. En ese día fijan una fecha
para la boda. Es entonces cuando el padre de la novia busca al Huehuetlacalt,
consejero y persona respetada por la comunidad que realizará
la boda y supervisará todos sus detalles.
El Huehuetlacal hace el sacrificio del animal o animales
que se usarán para la comida, selecciona los ingredientes,
escoge la carne para hacer los tamales y las albóndigas. También
hace el arco debajo del cual casará a los novios, busca las
flores para adornarlo, hace los tradicionales gallitos
que portarán las madrinas.
En torno a la boda hay muchas creencias como la de que el novio
no debe ir a buscar al animal para el sacrificio, pues sería
de mala suerte.
La boda empieza en la casa de la joven, donde se echan siete
cuetes para anunciar la llegada de la muchacha, tras la boda religiosa.
En casa de ella, los padrinos visten a los novios por separado, les
dan regalos y consejos. Después los familiares y conocidos
ponen dinero en una jícara para que los novios tengan una vida
tranquila económicamente. Más tarde, los papás,
padrinos y novios rezan un momento y al salir de casa de la muchacha,
se echan otros siete cuetes.
Al dirigirse a casa del novio, los acompaña un trío
que toca canciones propias de boda. Después van hacia el arco
donde serán casados y antes de que la pareja se coloque allí,
les ponen un petate regado con flores además de colocarles
unos collares de cempoalxúchitl para que estén
unidos siempre. A los invitados también les ponen collares.
Así, el Huehuetlacatl oficia la ceremonia de unión
y da consejos a los novios para que tengan un buen matrimonio, además
de hablar con los padres de ellos. Cuando padres, novios y padrinos
cruzan el arco, se marca simbólicamente la unión de
las dos familias y se echan otros siete cuetes. Pero ahí no
termina todo, pues posteriormente viene la comida, y es en ésta
donde a los padres y padrinos se les sirve en platos grandes, especiales
para ellos. A los padrinos les lleva 20 veinte albóndigas y
aparte, otro platillo de carne o pancita.
Lamentablemente ya casi nadie porta la vestimenta tradicional
en las bodas, no obstante se siguen conservando detalles como el baile
con los gallitos (son una especie de palos de madera suave tallados
con forma de gallitos pintados con puchina en color rojo, verde y
amarillo) que portan las madrinas. Son tres sones los que se bailan,
el primero es para que el Huehuetlacatl indique cómo
se hace. Los demás los bailan los padrinos y madrinas, luego
los demás invitados. Se acostumbra poner multa a quien no baile,
el castigo es pagar con cartón de cerveza. En el lado derecho
va la mujer, en el lado izquierdo van los hombres, algunos de ellos
llevan el cúpulo, que es otro palo pero tallado en forma de
flor en la punta.Al final de la fiesta se reparte tamales, pan y café,
todos se abrazan y así se sella la unidad de toda la familia.
Algo que puede notarse en las bodas de este tipo es la convivencia
entre familias y la unión de la comunidad. Ejemplo de eso es
que un día antes de la boda se coloca una tabla grande donde
las señoras pasan la carne a los varones, quienes se encargan
de picarla. Toda la noche se escucha la tasajeada de la carne, mientras
las mujeres hacen las bolas, la pancita y la comida de carne con hueso.
Los primeros en comer son los señores, mientras las muchachas
se encargan de martajar el nixtamal en un metate, otras hacen las
tortillas. Son dos días de celebración, el día
del sacrificio del animal y la boda en sí. |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|