Año 5 • No. 159 • noviembre 16 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestra otra voz
Que no mueran las tradiciones,
dejen que ellas vivan en nosotros
Karina Arriaga Murrieta

Agustín Cruz Hernández, estudiante del primer semestre de la Facultad de Derecho, se integró hace poco a la Unidad de Apoyo Académico para Estudiantes Indígenas (Unapei) con el principal objetivo, de su parte, de dar difusión a las tradiciones que aún perduran en su comunidad. Cuando le pregunté por qué era tan importante para él hablar de este tema, mencionó: “Hay que rescatar las tradiciones, sobre todo los jóvenes, porque nos dejamos influenciar por culturas externas y nos olvidamos de nuestras raíces.

”He notado como se ha ido perdiendo la lengua náhuatl y las trasformaciones que ha sufrido para dar más importancia al español. Como he tenido la oportunidad de convivir con otras etnias, como los otomíes, que me parecen reservados y cuidan mucho su lengua, a mí me gustaría que el náhuatl también perdurara y se protegiera su conservación, al menos en Chicontepec”.

Cruz nació en Tlacolula, pequeña población del municipio de Chicontepec, pero pronto tuvo que dejar su tierra natal y trasladarse a la ciudad de Álamo al lado de su familia. Empero, nunca perdió contacto con lo que considera su identidad indígena, toda vez que visitaba a sus abuelos, quienes viven en el pueblo que lo vio nacer. Ganador del primer lugar en una puesta de altares en la preparatoria donde estudiaba, en Álamo, Veracruz, al lado de algunos compañeros de clase, Agustín recordó la anécdota que lo hizo poner tanto empeño de su parte para montar el altar.


Agustín Cruz Hernández.
“A finales del quinto semestre de la preparatoria, en la materia de Filosofía, nos encargaron investigar tradiciones. En esos días se acercaba el Xantolo o Día de Muertos, sin embargo, a muchos nos invitaron a una fiesta de hallowen y varios decidieron ir. Yo empecé a preguntarles a mis compañeros qué iban a hacer en Xantolo, pero la mayoría no sabía lo que era y tampoco supieron explicarme lo que era hallowen.

”Entonces me di a la tarea de explicarles lo que era el Xantolo y los elementos que se ponen en un altar, tal como el arco, las flores, las velas y los alimentos. Me interesó tanto que los otros conocieran más acerca de esta tradición que me dediqué a investigar y leí un relato en la clase de Filosofía, que más tarde nos sirvió para hacer un altar, el cual ganó el primer lugar en un concurso y por eso lo fuimos a presentar a la zona arqueológica del Tajín.
”Desde entonces tomé más conciencia de lo que significaban para mí esas tradiciones, por lo que cada vez que puedo platico con la gente que sabe de eso, como con mis tíos, a quienes siempre les pregunto.

”De las cosas que más recuerdo en cuanto a fiestas típicas de mi pueblo puedo mencionar la de los Clamanes, festividad realizada en honor al elote para que la milpa produzca más. En esta celebración se corta la mata de elote, se pone en un altar con velas y a las primeras matas que dan elotes se les cosecha para convertirlas en chamiles (especie de tamal de elote dulce), atole de elote, atole de maíz dulce o simple, acompañado de ajonjolí con chile o frijol, pues es la comida que se acostumbra en los Clamanes.

”Otra tradición es la del Lavamanos, la cual se hace al momento de bautizar a un niño. Al pequeño se le busca un padrino de pila que debe lavarle las manos, porque sino, según la creencia, cuando fallezca el ahijado o esté a punto de morir, le arderán las manos si alguien no se las enjuagó de niño. El lavado, por lo general, se hace con agua, flor de muerto y pedazos en trozos de tallo de plátano.

”En Chicontepec todavía hay muchas fiestas dedicadas al día, a la noche o al agua. Pero una de las que más me gustan es la boda indígena. Esta tradición todavía perdura en algunas comunidades.

”Se supone que cuando el muchacho quiere a una joven, primero pide el consentimiento al padre de la futura novia y a ella también; si acceden, él se pone de acuerdo con el suegro para regresar en otra ocasión, sólo que esta vez acompañado de su papá o un familiar cercano. Si todo sale bien, hay una tercera visita en la cual el joven lleva como obsequio a sus suegros aguardiente, refrescos, carne, pilón, chile, arroz, maíz, azúcar, sal y otras cosas. En ese día fijan una fecha para la boda. Es entonces cuando el padre de la novia busca al Huehuetlacalt, consejero y persona respetada por la comunidad que realizará la boda y supervisará todos sus detalles.

”El Huehuetlacal hace el sacrificio del animal o animales que se usarán para la comida, selecciona los ingredientes, escoge la carne para hacer los tamales y las albóndigas. También hace el arco debajo del cual casará a los novios, busca las flores para adornarlo, hace los tradicionales ‘gallitos’ que portarán las madrinas.
”En torno a la boda hay muchas creencias como la de que el novio no debe ir a buscar al animal para el sacrificio, pues sería de mala suerte.

”La boda empieza en la casa de la joven, donde se echan siete cuetes para anunciar la llegada de la muchacha, tras la boda religiosa. En casa de ella, los padrinos visten a los novios por separado, les dan regalos y consejos. Después los familiares y conocidos ponen dinero en una jícara para que los novios tengan una vida tranquila económicamente. Más tarde, los papás, padrinos y novios rezan un momento y al salir de casa de la muchacha, se echan otros siete cuetes.

”Al dirigirse a casa del novio, los acompaña un trío que toca canciones propias de boda. Después van hacia el arco donde serán casados y antes de que la pareja se coloque allí, les ponen un petate regado con flores además de colocarles unos collares de cempoalxúchitl para que estén unidos siempre. A los invitados también les ponen collares. Así, el Huehuetlacatl oficia la ceremonia de unión y da consejos a los novios para que tengan un buen matrimonio, además de hablar con los padres de ellos. Cuando padres, novios y padrinos cruzan el arco, se marca simbólicamente la unión de las dos familias y se echan otros siete cuetes. Pero ahí no termina todo, pues posteriormente viene la comida, y es en ésta donde a los padres y padrinos se les sirve en platos grandes, especiales para ellos. A los padrinos les lleva 20 veinte albóndigas y aparte, otro platillo de carne o pancita.

”Lamentablemente ya casi nadie porta la vestimenta tradicional en las bodas, no obstante se siguen conservando detalles como el baile con los gallitos (son una especie de palos de madera suave tallados con forma de gallitos pintados con puchina en color rojo, verde y amarillo) que portan las madrinas. Son tres sones los que se bailan, el primero es para que el Huehuetlacatl indique cómo se hace. Los demás los bailan los padrinos y madrinas, luego los demás invitados. Se acostumbra poner multa a quien no baile, el castigo es pagar con cartón de cerveza. En el lado derecho va la mujer, en el lado izquierdo van los hombres, algunos de ellos llevan el cúpulo, que es otro palo pero tallado en forma de flor en la punta.Al final de la fiesta se reparte tamales, pan y café, todos se abrazan y así se sella la unidad de toda la familia.

”Algo que puede notarse en las bodas de este tipo es la convivencia entre familias y la unión de la comunidad. Ejemplo de eso es que un día antes de la boda se coloca una tabla grande donde las señoras pasan la carne a los varones, quienes se encargan de picarla. Toda la noche se escucha la tasajeada de la carne, mientras las mujeres hacen las bolas, la pancita y la comida de carne con hueso.

Los primeros en comer son los señores, mientras las muchachas se encargan de martajar el nixtamal en un metate, otras hacen las tortillas. Son dos días de celebración, el día del sacrificio del animal y la boda en sí”.