Año 5 • No. 160  • noviembre 22 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Psicoanálisis y Vida Cotidiana
La elección del objeto amoroso

Alejandra Márquez Ramírez
(Miembro Fundador de la Red Analítica Lacaniana)
Freud describió dos tipos de elección del objeto amoroso: por apoyo o apuntalamiento y narcisista. Por ahora me ocuparé del primer tipo. Antes, es necesario aclarar que el termino elección no debe entenderse como una acción consciente y premeditada. Mas bien evoca lo que puede haber de irreversible y determinante. Algo del orden de lo inconsciente en la elección por el sujeto, en un momento de su historia, de su tipo de objeto amoroso.

La elección del objeto amoroso por apoyo o apuntalamiento es aquella en la cual, las personas encargadas de la alimentación, los cuidados y la protección del niño, proporcionan el prototipo del objeto que satisface sexualmente. El niño aprende a amar a otras personas que le ayudan en su estado de desamparo y que satisfacen sus necesidades, y este amor se forma sobre el modelo y como prolongación de las relaciones con la madre nodriza durante el periodo de lactancia.

Este tipo de elección de objeto tiene su fundamento en el hecho de que originalmente las pulsiones sexuales se apoyan en las pulsiones de autoconservación. Antes que la madre, el pecho es la primera fuente de satisfacción para el niño, no sólo porque elimina la tensión corporal producida por el hambre, sino también porque se convierte en una fuente de placer, así es como la función corporal proporciona a la sexualidad su fuente, la boca se convierte en zona erógena al igual que el pecho. En un momento dado, la necesidad de repetir la satisfacción sexual se separa de la necesidad nutritiva. Lo observamos en la práctica autoerótica del niño de chuparse el dedo.

Hay otro aspecto muy importante en la relación del niño con su madre, ella lo alimenta y satisface así una necesidad vital para el niño, lo que significa que ella esta allí, cuando él la necesita. Sin embargo, no está siempre, es decir, el niño no está siempre pegado al pecho de la madre, o con ella, ni debe estarlo. Para que se instaure el deseo y con ello la demanda tiene que darse una presencia-ausencia de la madre.

Pero la madre, puede no responder al llamado del niño, puede abandonarlo o simplemente demorar su presencia y con ello la satisfacción de la necesidad exigida por él. Este hecho da cuenta de la potencia materna. Si, a sabiendas de que la madre puede no estar, o no dar, lo hace, entonces el objeto de necesidad se transforma en objeto de don. Quién otorga el don es el otro, en este caso la madre.

El niño lo recibe, digamos de forma gratuita, sólo mas tarde podrá percibir lo que hay detrás del otro, la razón del don.

Esto es evidente cuando alguien reclama un objeto, por ejemplo, un regalo de cumpleaños, no se trata del objeto en sí, salvo a título de simple signo, el signo de amor que el don viene a recordar. Es decir, el objeto pasa a un segundo plano. El don cuando surge como tal siempre hace desvanecerse al objeto. Lo que se busca es la satisfacción de una demanda, que es demanda de amor.

Otro ejemplo extremo es el de aquellos niños que durante el curso del primer año de vida son alejados de la madre o abandonados después de haber tenido una relación normal con ella. Los niños presentan un cuadro depresivo, dejan de sonreír, hay mutismo, anorexia, insomnio, pérdida de peso, aún cuando sean alimentados, como consecuencia de la carencia afectiva y materna.

Así es como se anudan en la demanda el deseo y el amor. El ser del hombre no se reduce a la satisfacción de una necesidad biológica, su demanda pasa por el lenguaje y anula así, la particularidad de todo lo que puede ser concedido, trasmutándolo, en prueba de amor. Toda demanda vehiculiza un deseo, toda demanda es de amor.

La elección del objeto de amor por apoyo, lleva la marca de una dependencia primitiva con respecto a la madre. En el adulto se concibe como una pura y simple prolongación de lo que se llama una posición infantil. Así, no es extraño que se elija como objeto de amor a la mujer o al hombre que alimenta, que da (comida, casa, auto, dinero etc.). En este caso dar es sinónimo de amar. Aún cuando ello implique seguir siendo lactantes toda la vida. Lactancia eterna, claro, no sin consecuencias.