Año 5 • No. 160  • noviembre 22 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Nuova Scienza
Arturo Iván Gómez Ruiz.
(Facultad de Física e Inteligencia Artificial)
Para hallar los orígenes de la ciencia moderna debemos remontarnos a la revolución científica llevada a cabo en el siglo XVIII, y en la que el desarrollo de la física jugó un papel preponderante. En aquellos tiempos el lenguaje de la ciencia era muy distinto al que conocemos hoy día. Las enseñanzas dejadas por Aristóteles permeaban en todos los centros del saber.

La Phycis era un conjunto de estudios Aristotélicos que trataba sobre la naturaleza en sus más diversas manifestaciones, ésta dio origen al vocablo “física”. Sin embargo, la Physis concebida por Aristóteles no tenía el mismo significado que actualmente le damos a esta gran ciencia. La diferencia estriba en el marco cosmológico en la que fue inscrita la primera; a saber, la diferencia de naturaleza entre la Tierra y los cuerpos celestes es de primordial importancia para ella.

La doctrina de la inmovilidad de la Tierra, en el centro del mundo es el elemento esencial de esta física; además de que era una ciencia omnicomprensiva, que trataba sobre los seres vivos, los astros, los fenómenos atmosféricos y hasta del hombre mismo. Para los griegos la Phycis no era la denominación de una ciencia especial, sino que con ella designaban a todo lo existente en el universo.

En la sustitución del cosmos bien ordenado de los griegos por el universo indefinido de los modernos, donde la física celeste y la física terrestre son presentadas bajo las mismas leyes, encontramos el antecedente inmediato de la Nuova Scienza, cuyo representante más elocuente fue Galileo y que como icono de ésta fue tomada la torre de Pisa.

La nueva ciencia de Galileo proclama la matematización de la naturaleza como único medio para poder conocerla, y es en este contexto donde se inscribe la física que ahora conocemos, la nueva física.