Año 5 • No. 162 • diciembre 6 de 2004
Xalapa • Veracruz • México
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  Psicoanálisis y Vida Cotidiana
¿Más allá del Edipo?
Ricardo Ortega Lagunes
(Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)
Todos somos Edipo. En algún momento de nuestras vidas o somos hijos o somos padres. Podemos renunciar a ser padres y quedarnos como hijos, pero eso es ya tomar posición frente al padre, una renuncia a las insignias paternas y una no aceptación de la castración. Cuando en psicoanálisis se habla del padre, de la madre o del hijo no solo se refiere a las personas, a las figuras, sino a funciones. Pueden no estar físicamente y, sin embargo, cumplir la función o pueden estar y no cumplirla, o hacerlo débilmente, de todas maneras hay consecuencias psíquicas.

Freud no fue el primero que trató con el Edipo. Quien introdujo, cientos de años antes el Edipo, fue Sófocles: con sus famosas Siete Tragedias. Edipo rey es en la literatura una tragedia. Edipo es el personaje que primero asesina al padre y luego se casa con su madre. A Layo el padre de Edipo, el oráculo divino, le profetizó la prohibición de engendrar hijos, si la desoyese, recaería en él la maldición de que un hijo suyo sería su propio asesino y se uniría en maridaje con la madre. Layo y Yocasta hacen caso omiso y les nace un hijo: Edipo. Para evadir el funesto destino lo mandan arrojar a la montaña de Citerón, sin embargo, su orden no fue cumplida y la profecía del oráculo se cumple.

Hablar de Edipo en nuestros días ¿acaso resulta ocioso? El Psicoanálisis se ha valido del mito edípico en tanto le permite abordar algunas circunstancias encontradas en los síntomas de los sujetos en análisis, pero que, además, arroja claves para entender la subjetividad humana. Freud dio cuenta en su clínica de ese algo común que interpela a cada quien desde la tragedia. Freud relaciona ciertos elementos que aparecen en la tragedia, los recrea y formula el famoso complejo de Edipo. Algunos de los elementos en juego en el complejo son: la ley, el padre, la prohibición, el deseo y la madre. Elementos que están más allá de nuestra voluntad y conciencia.

Así, Edipo es una trama de nuestra vida psíquica y por tanto de nuestra cotidianidad. Edipo es la posibilidad de identificación, de rivalidad, de afectividad, de engaño, de amor, de odio del hijo con uno de los padres incluyendo o excluyendo al otro. Es la forma como el sujeto se inserta en el mundo simbólico, en una estructura de Ley. Ley de prohibición del incesto que funda el deseo en la medida en que el deseo llega a ser deseo porque existe la ley que lo prohíbe. Esta Ley preexiste al sujeto, aparece en la prehistoria del sujeto inscrita en términos simbólicos como lo está el oráculo de Edipo.

En Edipo rey de Sófocles se ve que la palabra que ordena el destino preexiste, está formada por los deseos paternos, prefigurada desde antes que el sujeto venga al mundo. Edipo rey es la puesta en escena de un mito, historia que habrá de alcanzar la verdad. Todo mito viene al lugar de la pregunta por el origen, es el borde entre un más acá que urge como pregunta y un más allá sin explicación.

El Complejo de Edipo plantea tres funciones, en tres tiempos lógicos: La función materna (deseo de la madre), la función paterna (el nombre del padre) y la función fálica (la falta). En un primer tiempo el niño es el falo de la madre, la madre libidiniza a su hijo, niño y madre conforman una totalidad. En un segundo tiempo aparece el padre portador del falo, separa al hijo de la madre, a través de su presencia se introduce la ley que restringe y humaniza. En un tercer tiempo se convoca lo simbólico, no es el Padre el que tiene el falo; nadie lo tiene, el falo es lo que falta y permite buscar la exogamia.

El Complejo de Edipo, en tanto estructura, está presente desde siempre, es constituyente del sujeto y lo organiza, marcándole los límites de su subjetividad. La realización incestuosa es la anulación del límite: si no hay límite no hay cuerpo erógeno y no hay aquello que separa cuerpo erógeno de cuerpo biológico.

“Freud nos revela que es gracias al nombre del padre como el hombre no permanece atado al servicio sexual de la madre, que la agresión contra el padre está en el principio de la ley y que la ley está al servicio del deseo que ella instituye por la prohibición del incesto. Esa ley, efecto del deseo del padre, es constitutiva del sujeto en tanto impone el deseo por la madre que no podrá ser satisfecho ya que significaría la muerte, donde el sujeto, a través de la función del placer, buscará siempre lo que debe reencontrar pero no podrá jamás alcanzar.

El mito de Edipo no quiere decir sino eso: en el origen del deseo, el deseo del padre y la ley no son más que una misma cosa y la relación de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley traza el camino del deseo”.

Ser sujeto deseante, es haber pasado por el Edipo, por el orden que hace de la función de padre la clave del drama. La teoría analítica asigna al Edipo una función normativizadora. Lacan se pregunta: ¿de cqué se trata, a fin de cuentas, en el Edipo? Se trata de que el sujeto se encuentre él mismo capturado en esa trampa de forma, que se comprometa en el orden existente, de una dimensión distinta que la trampa psicológica que fue su vía de entrada. Comentarios y sugerencias a: rortega@uv.mx