Año 5 • No. 162 • diciembre 6 de 2004

Xalapa • Veracruz • México
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Se gesta la violencia por la vista y el olfato
Ricardo Luna
Entre las características que distinguen al hombre de otros seres carentes de raciocinio se encuentra la conducta espontánea de la agresión, condición que si bien no es privativa del ser humano, sí responde a factores externos que se generan desde la vista y el olfato, aseveró Carlos Contreras, investigador del instituto de Neuroetología de la UV, en las Jornadas Estudiantiles 2004, organizadas por estudiantes del área Química Farmacéutica Biológica.

Durante el evento, realizado con la colaboración de la Asociación Mexicana de Bioquímica Clínica y la Asociación Farmacéutica Mexicana en la Facultad de Arquitectura, Carlos Contreras, en su ponencia “Neurofisiología de la agresión y la violencia”, comentó que también las actitudes de agresión se presentan en los animales, sólo que éstas responden a condiciones de competencia entre machos, miedo, irritabilidad, protección del territorio, conducta lúdica, entre otros factores, sin embargo el ser humano está más consciente de porqué arremete contra los demás, por lo que su agresión es intraespecífica.

“Pruebas de laboratorio en animales arrojan que un hipotálamo dañado es el responsable de que las actitudes cambien en los animales, al grado de responder de forma ansiosa y a la defensiva, de ahí que al utilizar este modelo se haya demostrado que el sistema nervioso autónomo está en estrecha relación con el tamaño de la corteza cerebral, que en el hombre es más grande debido a la complejidad de la codificación y conexión cerebral, además de formar parte de una estructura natural”, explicó Contreras.

El investigador aclaró que de esa corteza y los numerosos estudios que se han hecho, también se desprende que los animales se parecen al ser humano, ya que igualmente responden a factores externos, pero la desventaja que ellos enfrentan es que no tienen la capacidad de imaginar y hacer planes, sólo responden a sus instintos y a factores externos de estrés y bienestar.

Resaltó el papel de una amígdala ubicada en el lóbulo cerebral, que conectada a zonas claves del mismo, “da una conexión entre el sentido del olfato y la vista, que son las responsables de interpretar los datos externos que nos llegan por medio de los sentidos y hacer que el cuerpo reaccione ante una eventualidad que ponga en riesgo la propia integridad”.

El investigador, a través de gráficas proyectadas, informó que además de estas reacciones de agresión y violencia que el hombre manifiesta en situaciones de peligro y respuesta, destaca también la condición de marcar el territorio al primer signo de estar siendo invadido espacialmente, como se puede apreciar al subir a un elevador o viajar en un autobús atestado.

El investigador demostró que el cuerpo humano y en especial los músculos de la cara son el espejo inmediato que permite identificar las pautas de la violencia y la agresión, “son afectados de manera inmediata y su reflejo muestra a los demás el estado de ansiedad y emoción del emisor y al existir mayor corteza cerebral en el ser humano, se tienen más habilidades para responder a estos factores”, aseveró el investigador.

Carlos Contreras señaló que entre las características que se identifican para que una agresión se consume está la existencia de una población densa, es decir, “que el espacio vital de las personas se invada, y por lo tanto surja el cuidado del territorio, el miedo, la frustración, y en el caso de los animales, la presencia de una hembra en un grupo de machos, o la presencia de un macho en un grupo de hembras, factores que, de igual forma, se consideran útiles para controlar a grupos de animales en conflicto”.

Por último, el investigador recalcó el papel que sobre las investigaciones sobre este tema realiza el instituto de Neuroetología, y desplegó parte de los nombres del grupo que actualmente se han integrado a este grupo de investigación, que espera se incremente año con año.