Entre
las características que distinguen al hombre de otros seres
carentes de raciocinio se encuentra la conducta espontánea
de la agresión, condición que si bien no es privativa
del ser humano, sí responde a factores externos que se generan
desde la vista y el olfato, aseveró Carlos Contreras, investigador
del instituto de Neuroetología de la UV, en las Jornadas
Estudiantiles 2004, organizadas por estudiantes del área
Química Farmacéutica Biológica.
Durante el evento, realizado con la colaboración de la Asociación
Mexicana de Bioquímica Clínica y la Asociación
Farmacéutica Mexicana en la Facultad de Arquitectura, Carlos
Contreras, en su ponencia “Neurofisiología de la agresión
y la violencia”, comentó que también las actitudes
de agresión se presentan en los animales, sólo que
éstas responden a condiciones de competencia entre machos,
miedo, irritabilidad, protección del territorio, conducta
lúdica, entre otros factores, sin embargo el ser humano está
más consciente de porqué arremete contra los demás,
por lo que su agresión es intraespecífica.
“Pruebas de laboratorio en animales arrojan que un hipotálamo
dañado es el responsable de que las actitudes cambien en
los animales, al grado de responder de forma ansiosa y a la defensiva,
de ahí que al utilizar este modelo se haya demostrado que
el sistema nervioso autónomo está en estrecha relación
con el tamaño de la corteza cerebral, que en el hombre es
más grande debido a la complejidad de la codificación
y conexión cerebral, además de formar parte de una
estructura natural”, explicó Contreras.
El investigador aclaró que de esa corteza y los numerosos
estudios que se han hecho, también se desprende que los animales
se parecen al ser humano, ya que igualmente responden a factores
externos, pero la desventaja que ellos enfrentan es que no tienen
la capacidad de imaginar y hacer planes, sólo responden a
sus instintos y a factores externos de estrés y bienestar.
Resaltó el papel de una amígdala ubicada en el lóbulo
cerebral, que conectada a zonas claves del mismo, “da una
conexión entre el sentido del olfato y la vista, que son
las responsables de interpretar los datos externos que nos llegan
por medio de los sentidos y hacer que el cuerpo reaccione ante una
eventualidad que ponga en riesgo la propia integridad”.
El investigador, a través de gráficas proyectadas,
informó que además de estas reacciones de agresión
y violencia que el hombre manifiesta en situaciones de peligro y
respuesta, destaca también la condición de marcar
el territorio al primer signo de estar siendo invadido espacialmente,
como se puede apreciar al subir a un elevador o viajar en un autobús
atestado.
El investigador demostró que el cuerpo humano y en especial
los músculos de la cara son el espejo inmediato que permite
identificar las pautas de la violencia y la agresión, “son
afectados de manera inmediata y su reflejo muestra a los demás
el estado de ansiedad y emoción del emisor y al existir mayor
corteza cerebral en el ser humano, se tienen más habilidades
para responder a estos factores”, aseveró el investigador.
Carlos Contreras señaló que entre las características
que se identifican para que una agresión se consume está
la existencia de una población densa, es decir, “que
el espacio vital de las personas se invada, y por lo tanto surja
el cuidado del territorio, el miedo, la frustración, y en
el caso de los animales, la presencia de una hembra en un grupo
de machos, o la presencia de un macho en un grupo de hembras, factores
que, de igual forma, se consideran útiles para controlar
a grupos de animales en conflicto”.
Por último, el investigador recalcó el papel que sobre
las investigaciones sobre este tema realiza el instituto de Neuroetología,
y desplegó parte de los nombres del grupo que actualmente
se han integrado a este grupo de investigación, que espera
se incremente año con año. |