Año 5 • No. 165  • enero 24 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Desde Inglaterra
El tricentenario de la muerte de John Locke
Fernando Winfield Reyes

Dentro de las aportaciones que, a lo largo de la historia, la cultura británica ha dado al desarrollo de las ideas, puede mencionarse lo que genéricamente se ha denominado en la filosofía de Occidente como el empirismo inglés, escuela que considera que todo conocimiento viene a través de la observación del mundo exterior, no obstante que nuestros sentidos y nuestros prejuicios pueden desilusionarnos, tradición que inaugura Francis Bacon a inicios del siglo XVIII, siendo el primer pensador que intenta una explicación completa de la lógica de cualquier descubrimiento científico a través del método deductivo, seguido, tiempo después, por figuras de la talla de John Locke, David Hume, John S. Mill, o décadas después, Bertrand Russell y Karl Popper.

A diferencia de otras universidades del mundo moderno cuyo concepto se basa en un campus donde se concentran los diversos departamentos y escuelas, la Universidad de Oxford es un conjunto de edificios diseminados e íntimamente ligados al corazón y la esencia de la ciudad. Ámbitos donde lo público y lo privado, lo urbano y lo académico, se entremezclan para dar vida a una condición de pensamientos y acciones con una continuidad que inicia en el siglo XIII.

El Christ Church College, probablemente el más célebre en Oxford, sirve como espacio de encuentro con el hombre que, en opinión de muchos expertos, constituye el origen de todas las revoluciones modernas.

John Locke murió un 28 de octubre del año 1704. En opinión de William Rees-Mogg, “tuvo la misma relación respecto a la teoría de la democracia liberal que Karl Marx tuvo hacia el socialismo” (The Times, 18 de octubre de 2004).

Nacido en 1632 en Wrington, Somerset, hoy en día muchas personas conocen que fue un filósofo importante, aunque son menos las que saben que su influencia en el pensamiento político es mundial.

Locke estudió en dos de los colegios de la Universidad de Oxford: Westminster y Christ Church, donde se formó como médico, siendo empleado por el Primer Conde de Shaftesbury, como doctor y secretario. Posteriormente habría de seguir una etapa de exilio en los Países Bajos hasta su regreso a Inglaterra después de la Revolución de 1688.

Locke tuvo un papel de liderazgo en el desarrollo de la filosofía política de la democracia liberal basado en sus propias obras, entre las que pueden citarse:
La primera Carta en relación a la tolerancia (1689), el más breve de sus trabajos, originalmente escrito en latín y publicado en los Países bajos, en la que utiliza una comparación médica para explicar su postura acerca de la libertad.

Su obra filosófica más importante, el Ensayo sobre la Condición Humana (1690) establece la segunda parte de la famosa frase que sería integrada por Thomas Jefferson en 1776 cuando se estaba escribiendo la Declaración de Independencia de los Estados Unidos: “…como la más alta perfección de la naturaleza intelectual… yace en un seguimiento cuidadoso y constante de la verdad y la felicidad duradera, así el cuidado de nosotros mismos, que no equivocamos imaginariamente con la felicidad verdadera, es el fundamento necesario de nuestra libertad”, allí donde la búsqueda de la felicidad depende de la cualidad de las elecciones que la gente hace por sí misma en libertad, por lo que las malas elecciones son malas para la libertad.

También en 1690 publica Dos Tratados sobre Gobierno Civil y apunta el derecho de los individuos a rebelarse contra la opresión, la igualdad de todos los ciudadanos y el contrato que se establece entre el gobierno y la gente. Lo que sin lugar a dudas tuvo la mayor influencia sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa. Es en este sentido, casi todas las revoluciones han iniciado bajo el concepto prefigurado por Locke, sin importar cómo hayan concluido.

Ochenta años antes del arribo de la Teoría del Capital publicada por Adam Smith (Sobre la riqueza de las naciones), Locke publicó Consideraciones de interés, donde argumenta las dificultades que ya desde entonces existían para el control de precios, constituyéndose en un economista del libre mercado.

En síntesis, comenta Rees-Mogg (2004, 16): “En el siglo XVIII, Locke fue el filósofo que inspiró la Ilustración, cuyas ideas justificaron la Revolución Inglesa de 1688 y la Norteamericana de 1776, e influyó en la Revolución Francesa, antes de que la era del Terror llegara. En el siglo XX, una guerra de cien años fue librada entre el liberalismo de Locke y el totalitarismo marxista del socialismo. Hacia el siglo XXI, las ideas de este personaje habrán de prevalecer en la lucha global por la democracia liberal, a trescientos años de su muerte”.

* Profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana en Xalapa. Actualmente realiza un Post-Doctorado en el Joint Centre for Urban Design (jcud) en la Oxford Brookes University en Gran Bretaña. Dirección electrónica: carpediem33mx@yahoo.com.mx.