Dentro
de las aportaciones que, a lo largo de la historia, la cultura británica
ha dado al desarrollo de las ideas, puede mencionarse lo que genéricamente
se ha denominado en la filosofía de Occidente como el empirismo
inglés, escuela que considera que todo conocimiento viene a
través de la observación del mundo exterior, no obstante
que nuestros sentidos y nuestros prejuicios pueden desilusionarnos,
tradición que inaugura Francis Bacon a inicios del siglo XVIII,
siendo el primer pensador que intenta una explicación completa
de la lógica de cualquier descubrimiento científico
a través del método deductivo, seguido, tiempo después,
por figuras de la talla de John Locke, David Hume, John S. Mill, o
décadas después, Bertrand Russell y Karl Popper.
A diferencia de otras universidades del mundo moderno cuyo concepto
se basa en un campus donde se concentran los diversos departamentos
y escuelas, la Universidad de Oxford es un conjunto de edificios diseminados
e íntimamente ligados al corazón y la esencia de la
ciudad. Ámbitos donde lo público y lo privado, lo urbano
y lo académico, se entremezclan para dar vida a una condición
de pensamientos y acciones con una continuidad que inicia en el siglo
XIII.
El Christ Church College, probablemente el más célebre
en Oxford, sirve como espacio de encuentro con el hombre que, en opinión
de muchos expertos, constituye el origen de todas las revoluciones
modernas.
John Locke murió un 28 de octubre del año 1704. En opinión
de William Rees-Mogg, “tuvo la misma relación respecto
a la teoría de la democracia liberal que Karl Marx tuvo hacia
el socialismo” (The Times, 18 de octubre de 2004).
Nacido en 1632 en Wrington, Somerset, hoy en día muchas personas
conocen que fue un filósofo importante, aunque son menos las
que saben que su influencia en el pensamiento político es mundial.
Locke estudió en dos de los colegios de la Universidad de Oxford:
Westminster y Christ Church, donde se formó como médico,
siendo empleado por el Primer Conde de Shaftesbury, como doctor y
secretario. Posteriormente habría de seguir una etapa de exilio
en los Países Bajos hasta su regreso a Inglaterra después
de la Revolución de 1688.
Locke tuvo un papel de liderazgo en el desarrollo de la filosofía
política de la democracia liberal basado en sus propias obras,
entre las que pueden citarse:
La primera Carta en relación a la tolerancia (1689), el más
breve de sus trabajos, originalmente escrito en latín y publicado
en los Países bajos, en la que utiliza una comparación
médica para explicar su postura acerca de la libertad.
Su obra filosófica más importante, el Ensayo sobre la
Condición Humana (1690) establece la segunda parte de la famosa
frase que sería integrada por Thomas Jefferson en 1776 cuando
se estaba escribiendo la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos: “…como la más alta perfección
de la naturaleza intelectual… yace en un seguimiento cuidadoso
y constante de la verdad y la felicidad duradera, así el cuidado
de nosotros mismos, que no equivocamos imaginariamente con la felicidad
verdadera, es el fundamento necesario de nuestra libertad”,
allí donde la búsqueda de la felicidad depende de la
cualidad de las elecciones que la gente hace por sí misma en
libertad, por lo que las malas elecciones son malas para la libertad.
También en 1690 publica Dos Tratados sobre Gobierno Civil y
apunta el derecho de los individuos a rebelarse contra la opresión,
la igualdad de todos los ciudadanos y el contrato que se establece
entre el gobierno y la gente. Lo que sin lugar a dudas tuvo la mayor
influencia sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos
y la Revolución Francesa. Es en este sentido, casi todas las
revoluciones han iniciado bajo el concepto prefigurado por Locke,
sin importar cómo hayan concluido.
Ochenta años antes del arribo de la Teoría del Capital
publicada por Adam Smith (Sobre la riqueza de las naciones), Locke
publicó Consideraciones de interés, donde argumenta
las dificultades que ya desde entonces existían para el control
de precios, constituyéndose en un economista del libre mercado.
En síntesis, comenta Rees-Mogg (2004, 16): “En el siglo
XVIII, Locke fue el filósofo que inspiró la Ilustración,
cuyas ideas justificaron la Revolución Inglesa de 1688 y la
Norteamericana de 1776, e influyó en la Revolución Francesa,
antes de que la era del Terror llegara. En el siglo XX, una guerra
de cien años fue librada entre el liberalismo de Locke y el
totalitarismo marxista del socialismo. Hacia el siglo XXI, las ideas
de este personaje habrán de prevalecer en la lucha global por
la democracia liberal, a trescientos años de su muerte”.
* Profesor
de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana en
Xalapa. Actualmente realiza un Post-Doctorado en el Joint Centre
for Urban Design (jcud) en la Oxford Brookes University en Gran
Bretaña. Dirección electrónica: carpediem33mx@yahoo.com.mx.
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