Año 5 • No. 161 • noviembre 29 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Los huracanes en México
Ixchel Reyes Banda
(Facultad de Instrumentación Electrónica y Ciencias Atmosféricas)

La República Mexicana por su ubicación geográfica está expuesta a una diversidad de peligros, como ejemplo la incidencia de ciclones tropicales.

Un ciclón tropical es un término genérico para un sistema de baja presión sobre aguas tropicales y se clasifica de acuerdo a la velocidad del viento en: depresión tropical (62 kilómetros por hora o inferior), tormenta tropical (63-117 kilómetros por hora) y huracán (118 kilómetros por hora o superior).

En la cuenca del Atlántico, que incluye el Océano Atlántico, el Mar Caribe y el Golfo de México, los huracanes se originan principalmente en el Atlántico Norte, aunque no dejan de ser menos importantes los que nacen en el resto de la cuenca. La temporada de huracanes inicia el 15 de mayo en el Pacífico y el 1 de junio en el Atlántico, finalizando el 30 de noviembre en ambos océanos.

En México durante los últimos 30 años, alrededor de 60 huracanes causaron graves daños. Los devastadores efectos de estos eventos, afectan a la sociedad y economía del país. Esto es debido a la insuficiencia de medidas preventivas y de mitigación, en el contexto regional o zonas vulnerables, así como la falta de prevención que induzcan, a una distribución más segura de los asentamientos humanos y a la operación de los sistemas de alerta temprana. Para el caso de los huracanes, existe una tecnología satelital que permite predecir el comportamiento de la trayectoria y su evolución con horas e incluso con días de anticipación.

Por otro lado, las alarmas hidrometeorológicas indican cuando la precipitación está alcanzando un límite considerado peligroso. En octubre de 1997, el huracán «Paulina» impactó las costas del pacífico mexicano, produjo pérdidas humanas y materiales. Según datos oficiales, 207 personas murieron, 200 desaparecieron y 52 mil perdieron su vivienda. Los daños fueron comparables con los causados por los huracanes «Gilbert» e «Isidore», que en 1988 y 2002, azotaron la Península de Yucatán. Sin embargo, en Acapulco los principales daños se debieron a que las márgenes de los ríos estaban pobladas de forma irregular e indebida, lo cual es debido a la escasa planificación urbana.

Ciertamente, el avance tecnológico ha incrementado la certeza y precisión de los conocimientos que permiten prever, en grado considerable, la magnitud de los fenómenos meteorológicos, pero esta seguridad firme y sólida, parece desvanecerse cuando un huracán de gran magnitud produce catástrofes. La sociedad moderna exige mucho, tal vez demasiado, a la comunidad meteorológica, en cuanto a su capacidad para hacer frente a las contingencias naturales.