Año 5 • No. 165  • enero 24 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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  Psicoanálisis y vida cotidiana
Memoria de un olvido
Alejandra Márquez Ramírez
(Miembro Fundador de la Red Analítica Lacaniana)

La particular manifestación de la sexualidad en los seres humanos es un misterio, reservada a la esfera de lo más íntimo. El encuentro sexual de dos seres es difícil de imaginar en su particularidad, ¿de qué se alimenta el deseo?, ¿qué es lo que inflama la pasión de los amantes?

Hay quienes dicen que en una relación de pareja es más importante el sexo que el amor, que cuando el deseo desaparece el amor termina, otros afirman lo contrario, algunos viven y mueren sin haber amado, otros sin haber experimentado el supremo placer de un orgasmo. Para otros la vida sexual acaba pronto, más por las circunstancias de vida que por la incapacidad física o por el deseo. ¿Y en la vejez, la sexualidad se convierte sólo en un recuerdo? Valgan estas interrogantes para comentar la reciente novela de Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes, cuya lectura trajo a mi memoria algunas reflexiones que motivaron este texto.

Empezaré por una breve reseña para quienes no han leído esta novela. El autor nos cuenta la vida de un anciano solitario que a sus 90 años decide festejar su cumpleaños, dándose como regalo una noche de amor loco con una adolescente virgen. Con la ayuda de la dueña del prostíbulo que solía visitar años atrás, consigue a una niña de 14 años. Entusiasmando llega al lugar donde lo espera la niña que por efecto de una bebida se encuentra dormida de espaldas sobre la cama completamente desnuda y desamparada. Esta escena cambia su vida, desiste de su propósito. Sin despertarla, desnudo junto a ella, le canta al oído.

Buscando una noche de amor loco, descubre “el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor”. A partir de ese momento todo es distinto, se enamora de esa niña, le inventa un nombre, se construye una historia con ella a la medida de sus deseos, escribe cartas de amor, adorna la habitación del prostíbulo con flores, un cuadro, un tocador, le hace regalos a manera de ofrenda, pues en todas sus visitas a la niña, ella está dormida. A sus 90 años estaba loco de amor.

De su vida pública él mismo dice que carece de interés, es un hombre solitario que ha pasado todos los días de su vida “sin mujer y sin fortuna”, amante de la música clásica por herencia de su madre. Maestro de gramática castellana y latín, y que por años ha escrito una nota dominical en el periódico local.

Para él su vida real empezaba por la noche. Asiduo visitante de los burdeles del pueblo, sus putas no le dejaron tiempo para el matrimonio; hasta los 50 años contaba 514 mujeres con las que había estado por lo menos una vez, a condición de pagarles siempre, aún cuando no fueran del oficio.

Los síntomas de la vejez, la sombra de la muerte, la imposibilidad del encuentro amoroso crean un clima poéticamente agobiador. Desesperación o consuelo, a los 90 años, es mejor morir de amor.

Hasta aquí la reseña para dar paso a algunas reflexiones. Lo que encontramos en esta historia es la materia de que está hecho el amor: de ilusiones, de suponerle al ser amado lo que no es, lo que no tiene. Como amante enamorado, su niña no es más que un estímulo que hace aflorar el amor acumulado durante años en su solitario corazón. Su amor es un amor solitario, ella nada sabe de él, ni siquiera lo conoce, él es quien lanza la luz de su amor sobre el cuerpo desnudo de la niña que se transforma en pantalla de proyección de sus sueños y fantasía.

Otra idea genial de este relato es que en el deseo de este anciano encontramos la unión de dos fantasmas, que en el decir de Freud degradan la vida erótica de los hombres, su amada niña es ¡virgen y prostituta! Estos fantasmas dividen la vida amorosa de los hombres en dos orientaciones, una celestial cuya manifestación es la ternura y otra terrenal cuya manifestación es la sensualidad. Ambas corrientes confluyen en la vida sexual normal. Cuando esto no sucede y estas dos corrientes permanecen escindidas, encontramos a los hombres que cuando aman no anhelan, y cuando anhelan no pueden amar.

A diferencia de sus encuentros con sus putas, a las que no amó, pero sí gozó y de quienes dependía su potencia sexual, es decir, su deseo, lo que está ausente de su niña amada es el deseo no sólo porque está dormida, si no también porque es virgen. Esta niña representa al objeto en su entrega absoluta y sin embargo inalcanzable y es justo esta imposibilidad lo que moviliza el deseo de este anciano.

Pero esto no es exclusivo de la vejez, en el campo de la sexualidad, el encuentro entre dos seres puede ser multitudinario, teniendo en cuenta los fantasmas de cada quien, la sexualidad está hecha de carne, de olores, de sabores, de fantasías, de furores, de recuerdos que se graban en la memoria, de sensaciones que se graban en el cuerpo y en la piel. Y seguramente al igual que el personaje de esta novela, todos tendremos una historia para recordar.