Año 5 • No. 165 • enero 24 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Psicólogos de la uv apoyan a damnificados
¿Qué sucede después de un desastre natural?
Edith Escalón

El incremento en índices de alcoholismo, violencia y suicidios son apenas algunas secuelas que dejan desastres como el ocurrido a finales del año pasado al sureste de Asia, por lo que es necesario que psicólogos ayuden a los damnificados a digerir la experiencia para que no se convierta en una psicopatología.

Arturo Marinero Heredia, docente de la Facultad de Psicología en Xalapa, señaló que en esa dependencia académica opera una brigada de estudiantes y académicos para actuar en caso de desastres, que se inscribe en la experiencia educativa Intervención Psicosocial, en que se aborda salud mental y desastres socionaturales.


Para quien coordinara en 1999 la operación Orgullosamente veracruzanos, realizada a raíz de las inundaciones sufridas en el norte de Veracruz, aquella experiencia convirtió a la UV en pionera en ayuda a la salud mental, por lo que gestionó para que la Facultad de Psicología se mantuviera alerta de forma permanente para las catástrofes.

Estadísticas realizadas en el norte de Veracruz después de las inundaciones revelaron mayor incidencia en las adicciones como el alcoholismo, la violencia y los suicidios. El mismo caso se presentó en Yucatán luego del paso del huracán Isidoro, que causó graves estragos hace dos años.

A diferencia de la participación directa con los damnificados de Veracruz, en Yucatán capacitaron a los psicólogos de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady) para ayudar a las personas en desgracia. Gracias a las experiencias, Arturo Marinero fue invitado por la Federación de Psicólogos Brasileños a exponer la experiencia generada en la UV.

Sobre la estrategia aplicada en Veracruz y transmitida a sus colegas en Yucatán, Marinero Heredia explicó que no importa la dimensión de los desastres, las personas sufren un impacto psicológico muy fuerte que desorganiza su vida y les crea confusión en tiempo y espacio, que es atendido en una primera etapa.

La segunda se caracteriza por una sensación de enojo e impotencia; «las personas se preguntan a quién le reclamo, a quién le digo que no se vale y que es una injusticia». Un tercer momento es cuando la persona va aceptando la realidad, y en la última etapa los damnificados ya pueden decir que su vida sigue y que tendrán que enfrentar la vida de otra manera.

Para trabajar con los adultos, el equipo universitario se dirigió a los grupos ya organizados previamente y platicaba con ellos para que pudieran externar sus emociones y experiencias. En el caso de los niños, lo hicieron mediante juegos y actividades como el modelado en plastilina para que reconstruyeran su lugar de residencia.

El tiempo aproximado que una persona necesita para pasar por estas etapas es de seis meses. Si después de ese tiempo se presentan algunas señales de que no está resuelto del todo, es posible que se convierta en una psicopatología en que la persona padece un sufrimiento más allá de lo deseable.