El
análisis del impacto de la globalización sobre la
naturaleza no se ha estudiado con detalle y las tendencias reales
que se conjugan en las diversas relaciones economía-medioambiente-territorio
no han sido señaladas con claridad en la mayoría de
los casos, coincidieron Ismael López Moreno y Martha Díaz
Betancourt, investigadores del Instituto de Ecología (Inecol).
En teoría, la globalización busca un modelo económico
y social que logre integrar a los países de todo el mundo
en la búsqueda de una reactivación económica
y en la solución de la pobreza, la marginación y la
exclusión de territorios, regiones y países. Desde
esta perspectiva, concebir a la globalización como un proceso
integrador que tiende a reducir varios territorios en uno solo tiene,
desde el punto de vista ambiental, varios inconvenientes, uno de
ellos corresponde a la
diversidad del paisaje.
Y es que, en nuestro país, la gran heterogeneidad del paisaje
es el resultado de un largo proceso evolutivo que ha dado lugar
a poblaciones, comunidades, biomas y ecosistemas que poseen una
estructura y un funcionamiento único y diferente del resto,
lo que las vuelve unidades discretas.
“Esas diferentes unidades de paisaje, con una historia evolutiva
propia y con ciclos de intercambio de energía y materiales
muy específicos, han estado sujetas a procesos de urbanización
e industrialización muy complejos en los que no se tiene
una visión panorámica que considere a las poblaciones
locales y respete la riqueza de sus recursos y su diversidad cultural
y étnica” aseguraron.
Así, el trillado discurso del desarrollo sustentable, de
hacer un manejo y conservación de los recursos naturales
de manera que se asegure la satisfacción continua de las
necesidades de las generaciones presentes y futuras, parecería
una utopía difícil de llevarse a cabo hoy en día
en un país como México.
El uso de la naturaleza por parte de las diferentes comunidades
humanas a lo largo de la historia ha sufrido una serie de modificaciones
que van desde patrones de consumo cercanos a los ciclos que se presentan
en el ambiente, hasta patrones agresivos y lineales que involucran
grandes consumos de energía y materiales, con una enorme
producción de desechos.
Por ello, señalan que es necesario considerar al Estado y
al territorio como un todo homogéneo, que traslada la discusión
de la globalización y sus efectos a un juego entre naciones
y no a la realidad. En tal sentido, puede decirse que no existe
una globalización de la nación mexicana, sino territorios
y tal vez paisajes con capitales diferentes que se exponen diferencialmente
a este proceso.
Sin embargo, el territorio y los paisajes se destruyen y se desarticulan,
pierden identidad, conciencia y cultura, y el ordenamiento territorial
en función de los recursos naturales y sus vocaciones pasa
a segundo plano, desbordado por la ordenación económica.
Una alternativa a los procesos de globalización tendría
que partir desde el territorio, entendido no sólo como el
espacio geográfico sino como un complejo mosaico ambiental
que exige un rango igual a las diferentes variables que intervienen
en el análisis ecológico-social.
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