Mujeres
diosas, guerreras, compañeras del Sol, grandiosas y eternas.
Símbolo de la fertilidad y voluntad de su estirpe, ejemplo
de coraje y entrega. Sus ojos cerrados, su boca abierta, el canto
o la muerte, la muerte o el canto, la vida eterna y la lucha entre
aquello que el hombre es y aquello que los Dioses representan.
Magníficas y colosales esculturas de barro, ejemplo de maestría
y misterio, caminando hacia el Mictlán, rojas, azules, adornadas
con caracoles y serpientes extraordinarias, quemando copal que agrada
a los Dioses del firmamento. Son las Cihuatéotl de El Zapotal,
el mejor ejemplo del poder femenino, del respeto que su fuerza característica
les confiere.
Sus ojos están cerrados, escondiendo detrás de sus
párpados algo más que una mirada, escondiendo la realidad
de una vida que en algún momento fue sublime. Su boca está
abierta, como si expresara su dolor de madre y contara la historia
que vivieron cientos de mujeres como ella.
Mira de cerca a las Cihuatéotl, escucha aquello que sale
de su boca, siente su magnífico poder que motivaba al guerrero
y la humilde resignación de quien respeta las reglas del
juego, de quien forma parte importante de algo que algunos llaman
universo y otros llaman infinito. Ellas escuchan y entienden, ellas
forman parte de ti y tú formas parte de ellas: ¡Vívelo!
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