Año 5 • No. 177 • mayo 2 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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¿Un nuevo Mozart en
las comunidades rurales?
Minerva Villa Valencia

Es importante regresar la mirada al pasado para conocer la historia de aquellos niños genios que sobresalieron por el patrimonio que dejaron a la humanidad con su música.

Así, encontramos en la historia a Vangelis, quien a los cuatro años apenas sabía hablar, pero ya dominaba el lenguaje musical con una soltura y brillantez sobresaliente.

Con tan sólo cinco años, el niño prodigio más famoso de todos los tiempos es Wolfang Amadeus Mozart, nacido en Salzburgo (Austria) el 27 de enero de 1756, considerado como uno de los más grandes genios musicales de la historia de la humanidad ya había escrito su primera composición musical, Minueto y trío para piano.

Pero ¿qué tenían en común estos dos músicos?, su genialidad y la magia de conocer en su infancia el mundo de la música. Así es, en ambos casos, estos dos niños tuvieron las condiciones óptimas para desarrollar su genialidad a temprana edad, nacieron en cuna de músicos y fueron estimulados con su entorno familiar y con notas musicales magistralmente entonadas por grandes orquestas, a diferencia de Ludwig van Beethoven, quien a pesar de ser un genio, el hecho de haber nacido en el seno de una familia numerosa, disfuncional y humilde, lo privó de la factibilidad de destacar como un niño prodigio.

Lo anterior nos lleva a hacer una reflexión: ¿qué posibilidades tienen los niños de las comunidades rurales de poder desarrollar sus potencialidades latentes como músicos ante contextos sociales adversos?

Frente a esa pregunta es importante retomar la experiencia de una alumna del treceavo semestre de violín de la facultad de Música, Delmy Ruby Hernández Funes, quien realiza una loable tarea al difundir la música clásica y participar activamente con las Casas de la Universidad en Coyopolan (municipio de Ixhuacán de los Reyes), El Conejo (Perote) y Molinos de San Roque (Xalapa), con el programa de conciertos didácticos “Jugando y aprendiendo música”.

A simple vista su trabajo educativo y divertido sólo consiste en compartir un bello arte con aquellos niños que nunca en su vida han tenido contacto con la música clásica e incluso con autores como Francisco Gabilondo Soler “Cri-Cri”. Pero la realidad supera todo los que nuestros ojos puedan ver y nuestra boca pueda decir. Los niños que viven en las comunidades rurales pueden tener latente la genialidad musical que, si no es descubierta a tiempo, puede morir sin nunca hacerse manifiesta.

¿Se imaginan que todos los niños que viven en las comunidades rurales tuvieran la oportunidad de desarrollar sus potencialidades musicales? Y qué mejor, ¿se imaginan que pudiera desarrollarse la genialidad de tan sólo uno de esos niños que corren desbocados por veredas, ríos y cerros? El tiempo es otro, su historia es otra, su contexto es otro, es adverso, es pobre y limitado, más no imposible.
Cuando Delmy Ruby describe su experiencia en cada una de las casas de la universidad, transmite pasión y entrega.

Ya han transcurrido dos meses, tiempo en el que ha visitado las casas de la universidad mencionadas en dos ocasiones. Ha visto la cara de aproximadamente 175 niños y niñas aprendiendo el origen de la música, los ritmos, las notas musicales y los instrumentos. Los ha puesto a cantar y a bailar las canciones de Cri-Cri “Caminito de la escuela”, “La patita”, “El chorrito”, “popurrï”, “La cacería”.

A esta bella misión también se han sumado alternadamente los flautistas Dámaris Urias y Jesús Turrubiate, y la clarinetista Arminda Peñuela Márquez, y de manera permanente el maestro violonchelista Romeo Ángel Hernández Preza. Todos ellos se han convertido en cómplices de un sentimiento auténtico por compartir y nutrir el alma de nuestros niños veracruzanos con el arte de la música.

En los conciertos didácticos los pequeños han participado en la representación de un conjunto coral, cantando a todo pulmón la patita de Cri-Cri, alguno de ellos ha fungido como director coral, han dibujado sus emociones al escuchar la música, han ensayado el Himno Nacional y han aprendido a reconocer las notas en un teclado.
Su cultura musical se ha enriquecido al escuchar fragmentos de las obras compuestas por los máximos exponentes de la música clásica como Mozart, Handel, Bach, Vivaldi, Dvorak, Tchaikowsky, Beethoven, Brahms, Saint-Saiens y Hayden.

Estos niños y niñas también han tenido la oportunidad de interactuar con varios instrumentos de percusión, haciendo que, entre risas y juegos, los sonidos vayan naciendo de los panderos, tambores, maracas, cascabeles, triángulos y flautas dulces que ejecutadas por sus pequeñas manos inexpertas se convierten en la estimulación más fascinante de ese momento. Su sentido de la vista descubre nuevas formas, el oído vibra con nuevos sonidos, el tacto, el gusto y el olfato viven nuevas sensaciones: frío, metal y madera...

Gracias Ruby por compartir tu arte, gracias por romper las barreras del elitismo, por despertar en los pequeños el gusto por la música clásica; gracias por la promoción social del conocimiento de la Universidad Veracruzana en las comunidades rurales... por ayudarnos a buscar si no a un Mozart, si a un talento mexicano escondido en alguna de las comunidades de
nuestro estado.

 
 
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