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Luis
Josué Martínez Rodríguez |
Partiendo
de la continua búsqueda, misma que lo llevó a encontrarse
con las instalaciones y ambientaciones, Manuel Velásquez vuelve
a dejar ir los pinceles y bastidores para experimentar con medios
alternativos en su quehacer artístico, esta vez le cede espacio
a la fotografía construida, la cual le sirve como soporte para
reflexiones existencialistas que viajan a través de un halo
de intimidad y secreto.
Atavismos y Cronotopias son las dos series que inauguran la faceta
de Velásquez como fotógrafo: un fotógrafo plástico,
ya que en ambas series la plasticidad se convierte en un factor determinante.
El cambio no es radical, formalmente Manuel conserva algunos elementos
que acompañan su obra pictórica: la estética
del deterioro, la auto referencialidad, los subtextos que devienen
de aspectos religiosos y populares, así como la letra dentro
del espacio plástico.
Cronotopias (2004), serie de ocho imágenes, evidencia más
dicha estética del deterioro: “la pureza” de la
imagen fotográfica se diluye en quemaduras, rascados y manchas
al negativo, aplicación de texto y manipulación a la
fotografía impresa, todo matizado por oxidaciones del papel
a través del tiempo y químicos. La imagen va adquiriendo
con estos elementos un sentido orgánico al ser susceptible
a las inclemencias del paso de las horas, destruyendo el paradigma
que ve en la Obra de Arte la posibilidad de eternidad sagrada, la
cual debe detenerse en el tiempo a través de restauraciones
y cuidados, en contraposición, las imágenes de Cronotopias
no se limitan a contener una “limpieza plástica”,
sino juegan con aspectos que devienen en materia viva, cambiante.
La misma “pureza” fotográfica se ve alterada por
el texto inscrito en el espacio fotográfico, el cual más
que funcionar como un elemento de riqueza semántica, funciona
como un elemento plástico, ya que le confiere una poética
determinada.
Se rechaza su función semántica, pues el texto es ilegible:
una suerte de leitmotiv que se repite en cada imagen de la serie,
pero que jamás se revela por completo.
Sólo se vislumbran palabras y signos de interrogación.
Así, el motivo se muestra como un cuestionamiento, confiriéndole,
por el puro hecho de repetirse en cada imagen, un mayor dramatismo
a la serie (“¿Qué otra cosa...sino este cuerpo
soy muerte Cuántos años...tierra entre?”). Es
el rascado sobre el negativo el que nos impide ver la frase completa
y su significado, otorgándole un sentido secreto: el autor
parece arrepentirse de develarnos la pregunta, por lo tanto trata
de ocultarla, un ocultamiento agresivo a través de rayones
que alteran el plano de la imagen.
Cronotopias tiene como protagonistas a hombres desnudos que se presentan
de cuerpo completo, mostrándose en diversas posiciones, formato
que recuerda a los estudios antropométricos de los indígenas1
realizado entre 1890 y 1910.
Estudios donde se percibe una voluntad que allana diferencias y diluye
rasgos específicos para acceder a lo que se ha entendido como
la verdad objetiva de las tipologías y las razas, haciendo
desaparecer el sujeto individual como tal y a la fotografía
aislada, para dar paso a la secuencia tipológica, que pone
de relieve las líneas de continuidad, los rasgos compartidos,
la impronta racial.
Esta referencia en las imágenes de Velásquez se remarca
por las reglas de medida que se dibujan al lado de alguno de los modelos,
de la misma manera que dichas fotografías antropométricas.
En ambos casos, a mi parecer, se trata de despejar los misterios y
secretos encerrados en la mente de los sujetos por medio de la anatomía.
El cuerpo se vuelve metáfora del alma y es en éste donde
las emociones, las pasiones y los miedos convergen para mostrarse
en medio de un ambiente neutral que, en Cronotopias, se ve matizado
por rayones, texto y algunas imágenes pequeñas. Pero
a diferencia de los trabajos antropométricos de principios
de siglo que trataron de manipular la identidad del indígena
homogenizándola, Manuel rompe esta maniquea visión,
presentando al final de la serie una imagen bipolar que, al ser la
única que presenta dos figuras humanas, da la impresión
de apertura a la unidad, logrando que la serie nos confronte con la
identidad compleja del individuo, más allá de su unicidad.
La intertextualidad es la constante que lleva, al menos formalmente,
al artista chiapaneco a construir Atavismos (2005). Que adquirir su
sentido en la definición estricta de su título3, Manuel
ocupa el concepto como se utiliza en la cotidianidad: atavismos de
ataduras, relacionado explícitamente con esta serie de diez
autorretratos manipulados digitalmente, en los cuales el artista representa
la imposibilidad de hablar, ver y escuchar. En definitiva, la imposibilidad
de sentir.
Si bien Atavismos pretende lograr una estética del deterioro
de la misma manera que Cronotopias, pesa en demasía la técnica
digital, haciendo de las “manchas” simples alteraciones
del color de la imagen sin llegar a ser tan contundentes como en Atavismos,
donde las “agresiones” al material terminan en un lirismo
consecuente con cada imagen y así con toda la serie.
En el mismo sentido, la toma con flash en Atavismos causa un ruido
innecesario en la imagen. Sin embargo, este ruido es menguado por
las sobre impresiones de grafías, letras y dibujos que se sobreponen
como tatuajes al rostro de Manuel Velásquez, a la manera de
Adriana Calatayud en su trabajo fotográfico. Los tatuajes,
al igual que las bandas, tenedores y manos que oprimen los sentidos
del protagonista, funcionan como aquellos impedimentos a los que el
artista quiere referirse, siendo estas metáforas de esquemas
religiosos y sociales, así como estéticos. En una de
las imágenes de la serie, el dibujo sobrepuesto se refiere
a las artesanías que el «artista persona» ha cultivado
a través de sus años de producción, poniéndonos
en explícito que este tipo de trabajo le ha ocasionado estructuras
que atan algún proceso personal o creativo (prefiero creativo).
Por lo tanto, al igual que el proceso catártico de la tragedia
griega, Atavismos se presenta como una serie para exhumar las limitaciones
que tiene el “artista persona” en busca de nuevas vías
de creación. Dicho sea de paso, la serie en sí misma
presenta una de estas nuevas vías: un cambio rotundo en su
carrera por el manejo de nuevas tecnologías en su proceso creativo.
Cronotopias y Atavismos refrescan el panorama plástico de Manuel
Velásquez, quien nos había acostumbrado a trabajos pictóricos
de gran formato con una iconografía ya reconocida por personal.
Ahora, a través de la fotografía construida, el creador
nos enfrenta a la hibridación de los medios, condición
por demás contemporánea, reafirmando el sentido de búsqueda
que ha mantenido desde sus inicios. Son ambas series el punto de partida
de un proceso de cambio.
1 “Sobre la base de modelos tomados en diferentes momentos
de la biotipología europea y norteamericana, se reelaboraron
intrincadas series clasificatorias de los grupos indígenas
a través de las que fue posible correlacionar, con énfasis
inédito, las leyes de la herencia biológica con la constitución
somática y psicológica, los aspectos morfológicos
con los intelectivos». Arroyo, Sergio Raúl, «La
identidad enjaulada” en Luna Córnea No. 13, Sep/Dic.
1997, Centro de la Imagen, México. P. 40 2 Ibid. P. 41 3 Según
el Diccionario de la Lengua Española, decimonovena edición,
atavismo viene del latín atâvus, (cuarto abuelo, antepasado),
tendencia, en los seres vivos, a la reaparición de caracteres
propios de sus ascendentes más o menos remotos. |
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