Año 5 • No. 180 • Mayo 23 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Luis Josué Martínez Rodríguez
Partiendo de la continua búsqueda, misma que lo llevó a encontrarse con las instalaciones y ambientaciones, Manuel Velásquez vuelve a dejar ir los pinceles y bastidores para experimentar con medios alternativos en su quehacer artístico, esta vez le cede espacio a la fotografía construida, la cual le sirve como soporte para reflexiones existencialistas que viajan a través de un halo de intimidad y secreto.

Atavismos y Cronotopias son las dos series que inauguran la faceta de Velásquez como fotógrafo: un fotógrafo plástico, ya que en ambas series la plasticidad se convierte en un factor determinante. El cambio no es radical, formalmente Manuel conserva algunos elementos que acompañan su obra pictórica: la estética del deterioro, la auto referencialidad, los subtextos que devienen de aspectos religiosos y populares, así como la letra dentro del espacio plástico.

Cronotopias (2004), serie de ocho imágenes, evidencia más dicha estética del deterioro: “la pureza” de la imagen fotográfica se diluye en quemaduras, rascados y manchas al negativo, aplicación de texto y manipulación a la fotografía impresa, todo matizado por oxidaciones del papel a través del tiempo y químicos. La imagen va adquiriendo con estos elementos un sentido orgánico al ser susceptible a las inclemencias del paso de las horas, destruyendo el paradigma que ve en la Obra de Arte la posibilidad de eternidad sagrada, la cual debe detenerse en el tiempo a través de restauraciones y cuidados, en contraposición, las imágenes de Cronotopias no se limitan a contener una “limpieza plástica”, sino juegan con aspectos que devienen en materia viva, cambiante.

La misma “pureza” fotográfica se ve alterada por el texto inscrito en el espacio fotográfico, el cual más que funcionar como un elemento de riqueza semántica, funciona como un elemento plástico, ya que le confiere una poética determinada.
Se rechaza su función semántica, pues el texto es ilegible: una suerte de leitmotiv que se repite en cada imagen de la serie, pero que jamás se revela por completo.

Sólo se vislumbran palabras y signos de interrogación. Así, el motivo se muestra como un cuestionamiento, confiriéndole, por el puro hecho de repetirse en cada imagen, un mayor dramatismo a la serie (“¿Qué otra cosa...sino este cuerpo soy muerte Cuántos años...tierra entre?”). Es el rascado sobre el negativo el que nos impide ver la frase completa y su significado, otorgándole un sentido secreto: el autor parece arrepentirse de develarnos la pregunta, por lo tanto trata de ocultarla, un ocultamiento agresivo a través de rayones que alteran el plano de la imagen.

Cronotopias tiene como protagonistas a hombres desnudos que se presentan de cuerpo completo, mostrándose en diversas posiciones, formato que recuerda a los estudios antropométricos de los indígenas1 realizado entre 1890 y 1910.

Estudios donde se percibe una voluntad que allana diferencias y diluye rasgos específicos para acceder a lo que se ha entendido como la verdad objetiva de las tipologías y las razas, haciendo desaparecer el sujeto individual como tal y a la fotografía aislada, para dar paso a la secuencia tipológica, que pone de relieve las líneas de continuidad, los rasgos compartidos, la impronta racial.

Esta referencia en las imágenes de Velásquez se remarca por las reglas de medida que se dibujan al lado de alguno de los modelos, de la misma manera que dichas fotografías antropométricas. En ambos casos, a mi parecer, se trata de despejar los misterios y secretos encerrados en la mente de los sujetos por medio de la anatomía. El cuerpo se vuelve metáfora del alma y es en éste donde las emociones, las pasiones y los miedos convergen para mostrarse en medio de un ambiente neutral que, en Cronotopias, se ve matizado por rayones, texto y algunas imágenes pequeñas. Pero a diferencia de los trabajos antropométricos de principios de siglo que trataron de manipular la identidad del indígena homogenizándola, Manuel rompe esta maniquea visión, presentando al final de la serie una imagen bipolar que, al ser la única que presenta dos figuras humanas, da la impresión de apertura a la unidad, logrando que la serie nos confronte con la identidad compleja del individuo, más allá de su unicidad.

La intertextualidad es la constante que lleva, al menos formalmente, al artista chiapaneco a construir Atavismos (2005). Que adquirir su sentido en la definición estricta de su título3, Manuel ocupa el concepto como se utiliza en la cotidianidad: atavismos de ataduras, relacionado explícitamente con esta serie de diez autorretratos manipulados digitalmente, en los cuales el artista representa la imposibilidad de hablar, ver y escuchar. En definitiva, la imposibilidad de sentir.

Si bien Atavismos pretende lograr una estética del deterioro de la misma manera que Cronotopias, pesa en demasía la técnica digital, haciendo de las “manchas” simples alteraciones del color de la imagen sin llegar a ser tan contundentes como en Atavismos, donde las “agresiones” al material terminan en un lirismo consecuente con cada imagen y así con toda la serie.

En el mismo sentido, la toma con flash en Atavismos causa un ruido innecesario en la imagen. Sin embargo, este ruido es menguado por las sobre impresiones de grafías, letras y dibujos que se sobreponen como tatuajes al rostro de Manuel Velásquez, a la manera de Adriana Calatayud en su trabajo fotográfico. Los tatuajes, al igual que las bandas, tenedores y manos que oprimen los sentidos del protagonista, funcionan como aquellos impedimentos a los que el artista quiere referirse, siendo estas metáforas de esquemas religiosos y sociales, así como estéticos. En una de las imágenes de la serie, el dibujo sobrepuesto se refiere a las artesanías que el «artista persona» ha cultivado a través de sus años de producción, poniéndonos en explícito que este tipo de trabajo le ha ocasionado estructuras que atan algún proceso personal o creativo (prefiero creativo). Por lo tanto, al igual que el proceso catártico de la tragedia griega, Atavismos se presenta como una serie para exhumar las limitaciones que tiene el “artista persona” en busca de nuevas vías de creación. Dicho sea de paso, la serie en sí misma presenta una de estas nuevas vías: un cambio rotundo en su carrera por el manejo de nuevas tecnologías en su proceso creativo.

Cronotopias y Atavismos refrescan el panorama plástico de Manuel Velásquez, quien nos había acostumbrado a trabajos pictóricos de gran formato con una iconografía ya reconocida por personal. Ahora, a través de la fotografía construida, el creador nos enfrenta a la hibridación de los medios, condición por demás contemporánea, reafirmando el sentido de búsqueda que ha mantenido desde sus inicios. Son ambas series el punto de partida de un proceso de cambio.

1 “Sobre la base de modelos tomados en diferentes momentos de la biotipología europea y norteamericana, se reelaboraron intrincadas series clasificatorias de los grupos indígenas a través de las que fue posible correlacionar, con énfasis inédito, las leyes de la herencia biológica con la constitución somática y psicológica, los aspectos morfológicos con los intelectivos». Arroyo, Sergio Raúl, «La identidad enjaulada” en Luna Córnea No. 13, Sep/Dic. 1997, Centro de la Imagen, México. P. 40 2 Ibid. P. 41 3 Según el Diccionario de la Lengua Española, decimonovena edición, atavismo viene del latín atâvus, (cuarto abuelo, antepasado), tendencia, en los seres vivos, a la reaparición de caracteres propios de sus ascendentes más o menos remotos.