Año 5 • No. 182 • junio 6 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y vida cotidiana:
Amor, deseo, goce:
¿uno o el otro o todos a la vez?

Alejandra Márquez Ramírez

La libertad sexual ilimitada no hace más que quitar valor a la vida erótica misma y a los objetos en los que buscamos satisfacción
En la actualidad parece que ya nada es imposible, al menos esa es la idea que se nos trasmite a través de todos los medios de difusión. Aquello que alguna vez pareció inimaginable, hoy se presenta como una realidad. Los avances de la ciencia y la tecnología ofrecen a los seres humanos cada vez más y nuevos objetos de satisfacción que conforman nuevos estilos de vida de hombres y mujeres.

Hay una tendencia a la autosuficiencia, a prescindir del otro tanto para la satisfacción de nuestras necesidades como en las relaciones afectivas. Antes, las mujeres eran esclavas de la procreación; actualmente, ya pueden decidir cuándo quieren que un hombre sea sólo genitor, cuándo quieren que de progenitor pase a padre y cuándo quieren que pase a ser parte de la familia.

Los hombres, por su lado, ya no tienen que preocuparse de la impotencia sexual. Según lo pregona la ciencia la impotencia sexual es física en el 99.9 por ciento de los casos, así que sólo con recurrir al Viagra o a cualquier otro medicamento de esos que se anuncian por televisión, los hombres podrán tener erecciones de una hora o mas según se promete, como si eso fuera garantía de satisfacción de su pareja, si la tiene.

En nuestra sociedad impera un nuevo empuje a que todo se muestre, a que todo se diga. Basta ver la fascinación que generan los reality shows. La mejor muestra de invasión a la intimidad en donde la mirada del Otro ya no da vergüenza.
Lejos de la época victoriana cargada de prohibiciones sexuales que Freud vivió, a nosotros nos toca observar la vanalización impúdica del espectáculo sexual. Hay una llamada constante a la mirada, a que todos miremos cómo se goza.

Basta abrir una de tantas páginas que ofrece la Internet, en donde lo más inocente es la pornografía entre adultos. Eso sin mencionar los cientos de libros y revistas que muestran o describen crónicas sexuales sin ninguna traba, vergüenza o pudor.
Freud planteaba en su texto “Sobre la degradación de la vida amorosa” que la libertad sexual ilimitada no hace más que quitar valor a la vida erótica misma y a los objetos en los que buscamos satisfacción, y hoy parece que esa es la tendencia.

Los hombres y mujeres posmodernos se resisten a amar, nada de amor en las relaciones, que así serán todas casuales y se agotarán rápidamente cuando se satisface la pulsión. Pura pulsión que aplasta la demanda de amor. Pero sólo el amor suple la falta de relación sexual y sostiene al sujeto en una ilusión y una promesa. La enseñanza de Lacan nos recuerda que sólo el encuentro con el amor permite poner freno al automatón para dar paso a la thyche, a las palabras, a las caricias.

El amor y el goce están en oposición, el amor demanda amor y el hecho de que la pareja goce en el encuentro sexual no es respuesta suficiente para el amor. Por eso, luego viene la pregunta ¿me quieres?

El goce no es respuesta suficiente a la demanda de amor. Hay también un antagonismo entre el amor y el deseo, porque el amor desconoce el objeto de deseo. El deseo, en psicoanálisis, es siempre deseo del Otro y es como todo deseo, inconsciente.

El deseo no es la búsqueda de un objeto o de una persona que aportaría satisfacción, es la búsqueda de un lugar, de un momento, de un reencuentro con algo que se ha perdido para siempre. Eso que se ha perdido y que no se sabe que es se llama objeto A.

Este objeto A es la causa del deseo y soporte del fantasma de todo sujeto. La falta instaura el deseo, y es porque nos vivimos en falta que deseamos. El amor es el deseo de hacerse UNO y también otorga la ilusión de unificación del sujeto dividido.

Condición previa para el nacimiento del amor es la falta. Falta que en la época que vivimos parece taponada por otros objetos: el alcohol, las drogas, objetos de consumo, que sólo valen por la satisfacción inmediata que brindan.

El riesgo del desencuentro con el amor es la facilidad con que desemboca en el arrasamiento del sujeto. Amar o no amar es la disyuntiva. Tú eliges.
Comentarios alema04@hotmail.com.