Año 5 • No. 182 • junio 6 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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En Lecturas de nuestro presente, del Instituto de Filosofía
El concepto de sociedad civil, valioso, no una solución mágica
Juan Carlos Plata

El Estado de Derecho que todos anhelemos es posible si estamos unidos bajo la ley y no fragmentados en grupos grupos con intereses especiales de la sociedad civil: Darin McNabb
Una idea fundamental del concepto de sociedad civil es recuperar el sentido de la vida política para el individuo, pero es necesario tener cuidado de los posibles efectos negativos que puede tener ese tipo de discurso y práctica, sobre todo en el sentido del enfrentamiento social, aseguró el filósofo Darin McNabb en el cierre del ciclo de conferencias “Lecturas de nuestro presente”, organizado por el Instituto de Filosofía de la UV (IF).

“El concepto de sociedad civil no afecta a la individualidad de cada persona, por el contrario trata de fortalecer, que el individuo esté involucrado en los procesos sociales y políticos que le rodean cotidianamente. Los seres humanos no podemos vivir fuera de una colectividad, tenemos que renunciar a parte de nuestra individualidad para ser parte de la sociedad, con el objetivo de lograr el bienestar y el desarrollo”.

Dijo que el tema de la relación del individuo con la colectividad, sea el Estado, la sociedad o lo que sea, es un tema viejísimo. El propio Sigmund Freud aborda, en El malestar de la cultura, la tensión que existe entre las necesidades del individuo y el Estado. McNabb alertó sobre los posibles riesgos que trae consigo este concepto de dinámica social –en el que están incluidos grupos con filiaciones políticas y objetivos diametralmente opuestos–, que fue lo que ocasionó la guerra civil estadounidense.


Darin McNabb.
“El hecho de que la sociedad civil sea tan abierta y en la práctica sea una idea tan vaga, genera conflictos. Al filósofo francés Alexis de Tocqueaville –que fue a Estados Unidos en el siglo XIX para ver esa nueva nación–, le fascinaba el carácter social de los Estados Unidos, pero vio un posible peligro, que estas asociaciones cívicas pudieran llegar a representar un enfrentamiento entre sí, y lo que vio como posibilidad se dio con la guerra civil de Estados Unidos en 1861”.
La cuestión aquí es buscar un rango. Por un lado, no se quiere un Estado con poder absoluto como lo platearon Hobbes o Maquiavelo, pero tampoco se puede tener un Estado totalmente desintegrado y fragmentado por muchos intereses contrarios, hay que buscar un intermedio justo para todos.
Los riesgos
La experiencia en el siglo XX, con las guerras, las tiranías, la opresión desde el Estado en perjuicio de la gente y la burocracia aplastante, ha desencantado a la gente que está buscando otra opción que no sea un Estado burocrático, hegemónico y paternalista, ni la globalización y el capitalismo desenfrenado, y una de las propuestas ha sido que la sociedad civil juegue un papel más determinante en la vida social.

Pero Darin McNabb expresó dudas a cerca de la infalibilidad que se le ha querido atribuir a la sociedad civil para solucionar todos los problemas que tienen las sociedades contemporáneas. “Creo que es una idea valiosa, estoy totalmente a favor de la acción ciudadana y su involucramiento en el proceso social y político, no creo que se trate de rechazar la idea de sociedad civil, pero tampoco hay que tragarla como pastilla mágica que va a resolver los problemas”.

“Yo veo a la sociedad civil como un cómplice del ardid ideológico del capitalismo avanzado contemporáneo, por lo que se requiere de un análisis cuidadoso de las maneras en las que ésta, como un discurso académico y también como una práctica social, puede reforzar esas estructuras hegemónicas globales, especialmente económicas, que –efectivamente– oprimen a la gente”.
 

Los inicios de la sociedad civil
El concepto de sociedad civil, aseguró MacNabb, viene de los primeros teóricos del Contrato Social, como Hobbes, Locke y Rousseau, así como también Montesquieu y Thomas Jefferson, que desembocó históricamente en la creación de la democracia, y que inspiró a las revoluciones francesa y norteamericana.

Pero el concepto de sociedad civil para esos pensadores desembocó en lo que conocemos hoy en día como Estado Nación, donde la gente renuncia a ciertos derechos y el Estado se ocupa de manejar las cosas en la esfera política y social.

“En los inicios ese pensamiento atacaba a las monarquías, ahora sus blancos son las corporaciones multinacionales y los gobiernos burocráticos. El hilo común que corre por la historia de ese pensamiento hasta nuestros días, es el énfasis puesto en el papel de los ciudadanos en la vida política de la sociedad que, en lugar de que la fría economía o la ideología política determine la naturaleza del espacio social, los ciudadanos deben crearlo y nutrirlo activamente”.

El concepto moderno
Aunque la sociedad civil no tiene un manifiesto que proclame su doctrina, parece que nació en su forma contemporánea en los movimientos populares contra el comunismo que resultaron en la Perestroika y la subsiguiente desintegración de la Unión Soviética y en la Revolución Checa iniciada por Vaclav Havel.

En la actualidad, las organizaciones que definen a la sociedad civil no se involucran en el gobierno o en el comercio, sino en la cultura, la educación, la información, el desarrollo, el medio ambiente, los derechos humanos, etcétera.

“En un concepto actual, podríamos definir a la sociedad civil como aquel espacio de la escena pública donde grupos, movimientos e individuos auto organizados y relativamente autónomos con respecto al gobierno, intentan articular valores, crean asociaciones y promueven sus intereses, pero no podemos perder de vista que existen varias ambigüedades en el concepto y difícilmente la anterior puede darse tal cual en la práctica”.

Entonces, afirmó McNabb, el problema a solucionar es cómo articular la voluntad popular, cómo hacer que la voz de la gente se escuche sin que se caiga en problemas de fragmentación social. “El discurso de la sociedad civil encaja bien con el tenor de la globalización de privatizar todo. Vemos los gobiernos como ineficientes y corruptos y, ciertamente, hay problemas graves. Pero no privaticemos la democracia, no abandonemos el proyecto moderno del Estado Nación. El Estado de Derecho que todos anhelemos es posible si estamos unidos bajo la ley y no divididos en la fragmentación de grupos con intereses especiales de la sociedad civil”.