Año 5 • No. 185 • junio 27 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Autonomía
Liberación, experiencia y concienciación de fortalezas
Sergio Valdivia Navarro

El concepto de autonomía ha llamado nuestra atención en los últimos años. La hemos visto desarrollarse en una gran variedad de espacios educativos, desde niveles primarios hasta niveles de postgrado y más allá aún. La vemos cotidianamente en salones de clase, en clases individualizadas, en los centros de autoacceso, en educación a distancia, en educación abierta e, inclusive, en la educación virtual. Esta gran variedad de ámbitos nos ha llevado a descubrir diversos ángulos del término autonomía, lo cual ha enriquecido nuestro entendimiento de esta forma tan singular de acercarnos al aprendizaje.

En sus inicios, los defensores y promotores de la autonomía en el aprendizaje, nos hablaron de un concepto que nos hizo pensar en un movimiento reaccionario contra los sistemas educativos hasta entonces establecidos. Sobretodo, se veía a la autonomía como sinónimo de liberación de todo aquello que al parecer oprimía al aprendizaje, llegando al punto de promover una ‘des-escolarización’. Sostenían que las escuelas no son necesariamente los mejores lugares para el aprendizaje.

Esta postura extrema, para algunos, ha tenido sus contrapartes que sostienen que la autonomía la podremos encontrar, incluso, dentro de espacios escolares institucionales. En este esquema, se ve a la autonomía como la adquisición de control sobre nuestro propio aprendizaje, sin la dependencia de otros.

En ámbitos institucionales, vemos que aparece en los ‘centros de autoacceso’, los cuales no pretenden ser un escape de las escuelas sino más bien un complemento de éstas. Estos espacios brindan al estudiante una experiencia autónoma que busca su desarrollo personal, pero también pretende aumentar las capacidades y habilidades de los estudiantes en un espacio institucional diferente a los que hemos estado acostumbrados. Aquí la autonomía va encaminada al descubrimiento de las mejores capacidades personales de nuestros estudiantes y el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.

Y finalmente, también dentro de estos ámbitos institucionales, vemos que se habla y se promueve la autonomía del aprendizaje desde los mismos salones de clase. Y somos nosotros, los maestros, quienes promovemos esa toma de conciencia de las capacidades individuales de nuestros estudiantes, dentro de las diferentes actividades de nuestro curso. Esto se hace con la finalidad de hallar mejores acciones de aprendizaje, yendo de una dependencia muy marcada del maestro hacia una mayor dependencia de los estudiantes mismos.

Todo lo cual llevará a nuestros estudiantes a ser más concientes y aptos para la toma razonada de un número mayor de decisones en sus procesos de aprendizaje.

Con este breve recuento de tres de los espacios principales de acción, de lo que hemos dado en llamar ‘Autonomía del aprendizaje’, vemos que se habla de liberación, de experiencia y de conciencitación de nuestras fortalezas como estudiantes independientes.

Creo que hay validez en estas tres posturas, pues no considero que sean excluyentes. Una no debe negar a las otras, y vemos que con la práctica y el involucramiento de más maestros, estudiantes e instituciones, el concepto ha ganado terreno y ahora nos muestra otras de sus caras.

No dudaría que conf orme avancemos hacia el futuro, veamos cómo se despliegan ante nosotoros, nuevas formas de concebir este concepto, con tonos que no se contraponen entre sí, sino que más bien se complementan. Para algunos, la verdadera autonomía tiene esos tintes de liberación de lo establecido, pero yo considero que la autonomía puede tener otras caras menos extremas, do nde se vea a la autonomía como el aumento de nuestra conciencia y habilidad para dirigir nuestro proceso de aprendizaje, sin importar el ambiente en el que nos encontremos ni lo dependiente que pueda parecer nuestro entorno, de otras voluntades.