Año 5 • No. 187 • julio 11 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  “Conejo” Jiménez y un proceso
artístico que cubre tres décadas
Jorge Vázquez Pacheco

Juan Manuel Jiménez, el violinista del sobrenombre heredado.
Hay sobrenombres que son como un distintivo personal, que el aludido lleva consigo durante toda la vida y que nos permiten identificar sin duda al personaje. Pero también resultan antonomásicos y describen mentalidad, una especial forma de ser y una particular manera de pensar.

El ámbito del arte musical no tiene por qué ser distinto, y en el mismo encontramos remoquetes que identifican rápidamente al individuo en cuestión. ¿Quién no sabe a qué persona nos referimos cuando mencionamos el histórico apodo “Pingüi”? Y ya que hablamos de maestros integrantes de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, todos sabremos a quién señalamos cuando se menciona el
sobrenombre “Conejo”.

¿Quién es el “Conejo”?
Juan Manuel Jiménez es el principal de sección en la fila de violines segundos. Hombre de gran afabilidad, de puntualidad casi exagerada, actitudes discretas y voz grave, el “Conejo” Jiménez no tiene inconveniente en mencionar el origen del sobrenombre que porta como un sello personalísimo y que le vuelve inconfundible.

“Era a mi padre a quien conocían así y, como suele ocurrir, el sobrenombre lo heredé. Mi padre, Luis Alfonso Jiménez, tocaba en la Orquesta Sinfónica Nacional y en una ocasión se encontraba con otros instrumentistas en un bar de las inmediaciones de Bellas Artes. Hasta allá fue el maestro José Pablo Moncayo a buscarles, pero alguien avisó al grupito que ahí venía el maestro y salieron de carrera. Mi papá huyó de allí a tal velocidad que varios dijeron ¡mira, corre como conejo! Lo demás es lo que todos saben y ahora resulta que, además del apellido, también heredé el apodo”.

Y va de historia
Nacido en Xalapa casi 54 años atrás, “Conejo” Jiménez ingresó a la OSX el 1 de julio de 1975, por lo que en estos días celebra una permanencia ininterrumpida de tres décadas como instrumentista en la orquesta. Su preparación artística se dio en la Ciudad de México, en el Conservatorio Nacional de Música, con Luis Sosa, Hermilo Novelo, Rasma Lielmane, Roberto Vaska, Luis Samuel Saloma y otros más.

“En una ocasión llegó de Europa una pianista mexicana llamada Patricia Montero, con la cual ofrecí algunos recitales. Sus papás se conocían con los míos y ella fue quien me hizo interesarme en la idea de estudiar en Bélgica. Cuando regresó a Europa se llevó una grabación mía. Pero debo decirte que en ese entonces no había casetes; tuve qué grabar un disco de esos de pasta, con un amigo de mi papá que tenía un negocio en la que antes era San Juan de Letrán.

”A los 15 días, que era el tiempo que normalmente tardaba en llegar una carta desde Europa, me comunicaba Patricia que había sido aceptado en la clase del maestro André Gertler, que era uno de los grandes pedagogos de su tiempo y con una cantidad impresionante de premios internacionales y enorme producción de alumnos. Mi papá me financió los primeros cinco meses de estancia en Bruselas y más tarde se me asignó una beca, pero me tuve que regresar porque perdí mi pasaporte durante un viaje hacia Salzburgo. Con ello perdí también la beca”.

Al regreso, Jiménez se integró a la Orquesta Sinfónica del Estado de México, con Enrique Bátiz; pasó más tarde a la Orquesta de Cámara de la Ciudad de México, que dirigía el maestro Miguel Bernal Matus.

“Luego pasé a la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional. En 1975, la UV recién se había responsabilizado del funcionamiento de la Sinfónica de Xalapa y Luis Herrera de la Fuente fue designado su director titular. Fue entonces que invitaron a mi papá a incorporarse a ella, luego de ser principal de violines segundos en la Sinfónica Nacional. Allí me tocó ocupar el último atril de los violines primeros. En aquel tiempo, los últimos atriles eran ocupados por los de reciente ingreso y se avanzaba por antigüedad hacia los atriles de enfrente.

Allí estuve como siete años y llegué hasta el tercer atril, cuando salió la convocatoria para ocupar una plaza en la sección de violas. Para ayudar a un amigo en la ciudad de México, le había comprado su viola pero nunca la había tocado. Sabía que técnicamente es lo mismo que en el violín Yo me había comprado esa viola más que nada para echarle la mano a mi cuate, y resulta que ahora me era de gran utilidad”

La puntualidad que se aprende
Entre quienes observamos de cerca el funcionamiento de la OSX priva la idea de que “Conejo” es un músico increíblemente puntual. Es el violinista por el que nunca hay necesidad de esperar. Todo ello es indicativo de un funcionamiento responsable y sistemático.

“Eso se aprende, y yo lo aprendí de mi papá y de los músicos viejos. En aquellos tiempos, al que llegaba tarde o no solfeaba aceptablemente simplemente lo corrían. Era asunto de funcionar para los fines que se perseguían. Cuando entré a la Sinfónica había un concertino, Ángel Ruiz, que siempre llegaba hasta con hora y media de anticipación a los ensayos. Yo procuro hacer lo mismo, me preparo anímicamente para los conciertos, tomo un cafecito, fumo un tabaco, caliento un poco, bromeo con los compañeros. Lo importante es nunca llegar con presiones o porque el tráfico o que se cayó algo en el camino. Los antiguos músicos me ensañaron a respetar el trabajo; con decirte que por razones de lo mismo muchas veces no he estado en la graduación de mis hijos. Estudio mis partes, me preparo, trato de tocarlas lo mejor que puedo y eso deseo transmitirlo a mis compañeros de sección.

Sin tratar de enseñarle nada a nadie, me siento a gusto con mi trabajo e intento que todos se sientan igual…”

Una orquesta con personalidad
“Conejo” ha estado en varias orquestas importantes como la Filarmónica de la UNAM, la Sinfónica de Minería, la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes. Todas contienen una especial personalidad, y la OSX no es la excepción. ¿Qué opina “Conejo” de su orquesta?

“El compañerismo, el entorno de la ciudad, la calidad individual… todo tiene mucho qué ver en la forma como se moldea la personalidad de la Sinfónica de Xalapa. Tiene nuestra orquesta una sólida personalidad, con muy buen ánimo y gran disposición para las jornadas de ensayo y concierto. Somos casi un centenar de cabezas que piensan distinto y no deja de haber conflictos, como en todos los grupos grandes, pero es una orquesta en la que todo mundo trabaja con intensidad y gusto. Los directores, los solistas y hasta los compañeros músicos que vienen como refuerzo, nos dicen que es de notarse el buen ambiente que hay aquí”

El jefe de los violines segundos medita un poco en torno de la historia reciente en la OSX. No cree que ésta sea la mejor etapa de la orquesta pero, como dice, “hay unas cosas por otras”. Opinar de esa forma implica haber vivido el mismo proceso evolutivo a lo largo de tres décadas y, para ‘Conejo’, el balance es positivo.

“Me gusta mucho mi trabajo y estar en esta orquesta, pero no porque sea una de las mejores del país me voy a quedar indefinidamente en ella. Hay que darles la oportunidad a los muchachos; para eso estudian. Si cada uno de nosotros va a permanecer hasta la muerte en el atril, mejor que cierren la Facultad de Música ¿o no? Y me iré no porque me sienta cansado o viejo. Esperaré a que mi hijo termine su carrera, después de eso voy a permanecer aquí unos dos o tres años más y me jubilaré. Eso no me impide continuar con mi trabajo. Doy clases en la Escuela Municipal de Bellas Artes de Veracruz, a donde viajo con mucho gusto dos veces a la semana. El ambiente de Veracruz es por completo distinto al de aquí, mucho más relajado, con calorcito sabroso…”

El futuro de la OSX
A corta distancia del retiro ¿cuáles son las posibilidades a futuro que observa “Conejo” para su orquesta?

“Hay un horizonte amplio para ella. Y de ello creo que fue representativo el resultado de los conciertos en Europa, en septiembre del año pasado. Quizá nos preparamos con mucha anticipación, seguramente tuvimos más tiempo para ello que muchas otras orquestas, pero el objetivo era llegar y tocar lo mejor que se pudiera. Estoy convencido que tocamos bastante bien. Y si por ello hubiera que darle una calificación a mis compañeros, yo les pondría un 9.5. Es la segunda vez que vamos a Europa y fue una enorme satisfacción tocar en aquellos verdaderos templos mundiales de la música; el Conservatorio de Bruselas, la sala de Wuppertal, el Concertgebouw de Ámsterdam o De Doelen de Rótterdam, de la misma forma como nos sentimos emocionados cuando fuimos a tocar por vez primera a Bellas Artes o a la sala Nezahualcóyotl. Habrá más desafío, más satisfacciones, y nuestra orquesta habrá de librarlos bien. Como es costumbre…”