Hay
sobrenombres que son como un distintivo personal, que el aludido lleva
consigo durante toda la vida y que nos permiten identificar sin duda
al personaje. Pero también resultan antonomásicos y
describen mentalidad, una especial forma de ser y una particular manera
de pensar.
El ámbito del arte musical no tiene por qué ser distinto,
y en el mismo encontramos remoquetes que identifican rápidamente
al individuo en cuestión. ¿Quién no sabe a qué
persona nos referimos cuando mencionamos el histórico apodo
“Pingüi”? Y ya que hablamos de maestros integrantes
de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, todos sabremos a quién
señalamos cuando se menciona el
sobrenombre “Conejo”. ¿Quién
es el “Conejo”?
Juan Manuel Jiménez es el principal de sección en
la fila de violines segundos. Hombre de gran afabilidad, de puntualidad
casi exagerada, actitudes discretas y voz grave, el “Conejo”
Jiménez no tiene inconveniente en mencionar el origen del
sobrenombre que porta como un sello personalísimo y que le
vuelve inconfundible.
“Era a mi padre a quien conocían así y, como
suele ocurrir, el sobrenombre lo heredé. Mi padre, Luis Alfonso
Jiménez, tocaba en la Orquesta Sinfónica Nacional
y en una ocasión se encontraba con otros instrumentistas
en un bar de las inmediaciones de Bellas Artes. Hasta allá
fue el maestro José Pablo Moncayo a buscarles, pero alguien
avisó al grupito que ahí venía el maestro y
salieron de carrera. Mi papá huyó de allí a
tal velocidad que varios dijeron ¡mira, corre como conejo!
Lo demás es lo que todos saben y ahora resulta que, además
del apellido, también heredé el apodo”.
Y
va de historia
Nacido en Xalapa casi 54 años atrás, “Conejo”
Jiménez ingresó a la OSX el 1 de julio de 1975, por
lo que en estos días celebra una permanencia ininterrumpida
de tres décadas como instrumentista en la orquesta. Su preparación
artística se dio en la Ciudad de México, en el Conservatorio
Nacional de Música, con Luis Sosa, Hermilo Novelo, Rasma
Lielmane, Roberto Vaska, Luis Samuel Saloma y otros más.
“En una ocasión llegó de Europa una pianista
mexicana llamada Patricia Montero, con la cual ofrecí algunos
recitales. Sus papás se conocían con los míos
y ella fue quien me hizo interesarme en la idea de estudiar en Bélgica.
Cuando regresó a Europa se llevó una grabación
mía. Pero debo decirte que en ese entonces no había
casetes; tuve qué grabar un disco de esos de pasta, con un
amigo de mi papá que tenía un negocio en la que antes
era San Juan de Letrán.
”A los 15 días, que era el tiempo que normalmente tardaba
en llegar una carta desde Europa, me comunicaba Patricia que había
sido aceptado en la clase del maestro André Gertler, que
era uno de los grandes pedagogos de su tiempo y con una cantidad
impresionante de premios internacionales y enorme producción
de alumnos. Mi papá me financió los primeros cinco
meses de estancia en Bruselas y más tarde se me asignó
una beca, pero me tuve que regresar porque perdí mi pasaporte
durante un viaje hacia Salzburgo. Con ello perdí también
la beca”.
Al regreso, Jiménez se integró a la Orquesta Sinfónica
del Estado de México, con Enrique Bátiz; pasó
más tarde a la Orquesta de Cámara de la Ciudad de
México, que dirigía el maestro Miguel Bernal Matus.
“Luego pasé a la Orquesta Sinfónica del Instituto
Politécnico Nacional. En 1975, la UV recién se había
responsabilizado del funcionamiento de la Sinfónica de Xalapa
y Luis Herrera de la Fuente fue designado su director titular. Fue
entonces que invitaron a mi papá a incorporarse a ella, luego
de ser principal de violines segundos en la Sinfónica Nacional.
Allí me tocó ocupar el último atril de los
violines primeros. En aquel tiempo, los últimos atriles eran
ocupados por los de reciente ingreso y se avanzaba por antigüedad
hacia los atriles de enfrente.
Allí estuve como siete años y llegué hasta
el tercer atril, cuando salió la convocatoria para ocupar
una plaza en la sección de violas. Para ayudar a un amigo
en la ciudad de México, le había comprado su viola
pero nunca la había tocado. Sabía que técnicamente
es lo mismo que en el violín Yo me había comprado
esa viola más que nada para echarle la mano a mi cuate, y
resulta que ahora me era de gran utilidad”
La puntualidad que se aprende
Entre quienes observamos de cerca el funcionamiento de la OSX priva
la idea de que “Conejo” es un músico increíblemente
puntual. Es el violinista por el que nunca hay necesidad de esperar.
Todo ello es indicativo de un funcionamiento responsable y sistemático.
“Eso se aprende, y yo lo aprendí de mi papá
y de los músicos viejos. En aquellos tiempos, al que llegaba
tarde o no solfeaba aceptablemente simplemente lo corrían.
Era asunto de funcionar para los fines que se perseguían.
Cuando entré a la Sinfónica había un concertino,
Ángel Ruiz, que siempre llegaba hasta con hora y media de
anticipación a los ensayos. Yo procuro hacer lo mismo, me
preparo anímicamente para los conciertos, tomo un cafecito,
fumo un tabaco, caliento un poco, bromeo con los compañeros.
Lo importante es nunca llegar con presiones o porque el tráfico
o que se cayó algo en el camino. Los antiguos músicos
me ensañaron a respetar el trabajo; con decirte que por razones
de lo mismo muchas veces no he estado en la graduación de
mis hijos. Estudio mis partes, me preparo, trato de tocarlas lo
mejor que puedo y eso deseo transmitirlo a mis compañeros
de sección.
Sin tratar de enseñarle nada a nadie, me siento a gusto con
mi trabajo e intento que todos se sientan igual…”
Una
orquesta con personalidad
“Conejo” ha estado en varias orquestas importantes como
la Filarmónica de la UNAM, la Sinfónica de Minería,
la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes. Todas contienen
una especial personalidad, y la OSX no es la excepción. ¿Qué
opina “Conejo” de su orquesta?
“El compañerismo, el entorno de la ciudad, la calidad
individual… todo tiene mucho qué ver en la forma como
se moldea la personalidad de la Sinfónica de Xalapa. Tiene
nuestra orquesta una sólida personalidad, con muy buen ánimo
y gran disposición para las jornadas de ensayo y concierto.
Somos casi un centenar de cabezas que piensan distinto y no deja
de haber conflictos, como en todos los grupos grandes, pero es una
orquesta en la que todo mundo trabaja con intensidad y gusto. Los
directores, los solistas y hasta los compañeros músicos
que vienen como refuerzo, nos dicen que es de notarse el buen ambiente
que hay aquí”
El jefe de los violines segundos medita un poco en torno de la historia
reciente en la OSX. No cree que ésta sea la mejor etapa de
la orquesta pero, como dice, “hay unas cosas por otras”.
Opinar de esa forma implica haber vivido el mismo proceso evolutivo
a lo largo de tres décadas y, para ‘Conejo’,
el balance es positivo.
“Me gusta mucho mi trabajo y estar en esta orquesta, pero
no porque sea una de las mejores del país me voy a quedar
indefinidamente en ella. Hay que darles la oportunidad a los muchachos;
para eso estudian. Si cada uno de nosotros va a permanecer hasta
la muerte en el atril, mejor que cierren la Facultad de Música
¿o no? Y me iré no porque me sienta cansado o viejo.
Esperaré a que mi hijo termine su carrera, después
de eso voy a permanecer aquí unos dos o tres años
más y me jubilaré. Eso no me impide continuar con
mi trabajo. Doy clases en la Escuela Municipal de Bellas Artes de
Veracruz, a donde viajo con mucho gusto dos veces a la semana. El
ambiente de Veracruz es por completo distinto al de aquí,
mucho más relajado, con calorcito sabroso…”
El
futuro de la OSX
A corta distancia del retiro ¿cuáles son las posibilidades
a futuro que observa “Conejo” para su orquesta?
“Hay un horizonte amplio para ella. Y de ello creo que fue
representativo el resultado de los conciertos en Europa, en septiembre
del año pasado. Quizá nos preparamos con mucha anticipación,
seguramente tuvimos más tiempo para ello que muchas otras
orquestas, pero el objetivo era llegar y tocar lo mejor que se pudiera.
Estoy convencido que tocamos bastante bien. Y si por ello hubiera
que darle una calificación a mis compañeros, yo les
pondría un 9.5. Es la segunda vez que vamos a Europa y fue
una enorme satisfacción tocar en aquellos verdaderos templos
mundiales de la música; el Conservatorio de Bruselas, la
sala de Wuppertal, el Concertgebouw de Ámsterdam o De Doelen
de Rótterdam, de la misma forma como nos sentimos emocionados
cuando fuimos a tocar por vez primera a Bellas Artes o a la sala
Nezahualcóyotl. Habrá más desafío, más
satisfacciones, y nuestra orquesta habrá de librarlos bien.
Como es costumbre…”
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