Año 5 • No. 187 • julio 11 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  En México, aún hay malinchismo en el teatro, asegura Jacqueline Bixtler
Gina Sotelo
“Me sorprende que al abrir la cartelera del teatro en México lo que más se ve son obras como El violinista en el tejado y Monólogos de la vagina y las tres más grandes producciones son de Shakesperare ¿quién quiere ver de nuevo El Rey Lear?”, apremia asombrada la estudiosa del teatro mexicano Jacqueline Bixtler en una interesante y amena charla ofrecida en la Galería de Arte Contemporáneo.
Y es que al hablar sobre el Teatro Contemporáneo en México, la norteamericana deja ver que somos malinchistas con nuestro teatro, así lo demuestran las carteleras en las que predominan las adaptaciones a dramaturgos franceses, canadienses y norteamericanos y en la que los mexicanos ocupan el mínimo espacio.

Presentada por Elka Fediuk, directora de la Facultad de Teatro, la charla giró en torno al teatro posmoderno, al que Bixtler calificó de histórico, juguetón, humorístico y contradictorio.

Jacqueline Bixtler y Elka Fediuk.
El teatro, dijo, es reflejo de la realidad histórica sociológica y hasta sexual de nuestro país, por lo tanto es la historia del sexo masculino que es el dominante, la visión del hombre que ha escrito, ejercido en México: “El teatro a través de la dramaturgia se vuelve un conocimiento, un acercamiento a estos temas. Teatro es la parte estética que permite llegar no sólo por lo racional sino cómo se siente la vida y en la piel del otro”

Dijo que Rodolfo Usigli, padre del teatro mexicano moderno, escribió de lo que le rodeaba, del “drama que tenía a la mano”; de esa manera escribió un nuevo teatro histórico, consolidando su dramaturgia como “el libreto político nacional”.
A mediados del siglo pasado, el teatro histórico mexicano como género comienza a tornarse complejo. Aparecen obras que podían calificarse de antihistóricas, escritas por Salvador Novo, Vicente Leñero, Emilio Carballido y José Gorostiza.
Para Bixtler, estudiosa desde hace muchos años del teatro de México –a la que ella llama “su segunda patria”– tiene una gran relación entre la historia y la cuestión del poder político, teatro que en los años sesenta, por citar un ejemplo, no podía estar ajeno a las protestas estudiantiles que se suscitaron desde Tokio hasta Tlateloco y que se volvieron las narrativas dominantes.

“El teatro contemporáneo habla del PRI, héroes desmitificados y la historia fragmentada. Se burla de las tradiciones, y es memoria de una lucha contra la represión; el teatro histórico reescribe, representa y recrea la memoria histórica y cultural, van evolucionando los parámetros”.

Bixtler seguirá escribiendo sobre la producción de nuestro país, pues asume que ésta seguirá fascinando al público: “En esta época posmoderna de escepticismo y cinismo, la historia volverá a las tablas, reflejará a seres incompletos y ausentes. Esa historia que ahora proviene de la mujer y el hombre, de la memoria y textos históricos, mostrará también la metrópolis mexicana y las desavenencias de la periferia”.

Bixtler visitó de nuevo Xalapa como parte de las actividades de intercambio estudiantil, a través de la Escuela para Estudiantes Extranjeros de la UV.