Año 5 • No. 189 • agosto 22 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Desde Inglaterra
La frontera del odio: reflexiones desde una Inglaterra conmocionada
Por Fernando N. Winfield Reyes

Las últimas semanas han sido un tiempo de muchas reflexiones, motivadas desde lo sucedido en Londres el 7 de julio de 2005. Prácticamente no ha habido día sin que los medios mantengan en el centro de la atención de la opinión pública un número significativo y consistente de reportajes, noticias y programas de opinión.

Lo sucedido el 7 de julio se liga a cierta idea de uno de los veneros en la historia del pasado reciente de la humanidad que se integra, a través de lo expresado por ciertos medios producto de la globalización, a un punto más de la secuela del fenómeno del terrorismo contemporáneo: primero el 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York y después el 11 de Marzo de 2004 en Madrid, reforzando este itinerario de lo indeterminado que puede ser un fenómeno tan artero como la muerte en el contexto de los lugares y países que podrían sumarse a la lista.

Posibles blancos futuros apuntan a Italia y a Dinamarca, conforme a lo emitido por un grupo extremista. En una realidad cada vez más globalizada e inestable, puede suponerse que ningún país o ciudad está necesariamente exenta.

Se ha hecho una asociación a la guerra de Iraq y de ello puede leerse una abundante literatura que va desde estudios serios hasta notas cuya prisa hace perder la seriedad del asunto. Sin menoscabo de una multitud de líneas de investigación y exploración del fenómeno, que se relacionan con la política internacional, el control de recursos naturales o la polarización entre culturas y religiones, algo que ha sido especialmente desconcertante: el hecho de conocer el origen de los autores y las que se suponen hasta ahora fueron sus motivaciones.

Casi siempre que algo así sucede hay una necesidad urgente de buscar culpables, acaso para asegurar a la población afectada que hay un retorno al orden y al control de sus vidas. Durante los primeros días se culpó a los extranjeros y se hicieron pesquisas apuntando, por ejemplo, a las comunidades islámicas en las islas británicas, las que integran una población de 1.8 millones de musulmanes en el Reino Unido, alrededor del 3 por ciento de la población, aunque se considera que podría ser un porcentaje mayor, de los cuales tan sólo un millón de musulmanes viven en Londres que, se observa, al presente tiene una población de 7.2 millones en el área metropolitana. de acuerdo con la investigación de Severin Carrell, (2005): ‘Áttack on London: Part Three. Islam UK. Anger and sorrow on the streets of Beeston’ en The Independent on Sunday. Londres, Domingo 17 de Julio de 2005. Páginas 12 y 13.

Se temía, además, estallidos de violencia que estarían dirigidos a estos segmentos de la población, convirtiéndolos en blanco del odio racial, un fenómeno registrado en la historia contemporánea no sólo en otros países sino en la propia Inglaterra según lo expuesto por Peter Hall (2002) en uno de los capítulos del libro Cities of Tomorrow. An Intellectual History of Urban Planning and Design in the Twentieth Century.

Días después se supo que los ataques habían sido perpetrados no por extranjeros, sino por propios ciudadanos británicos, quienes habían vivido en entornos urbanos donde se han sentido excluidos de su propio país, acabando quizá por simpatizar con la causa del enemigo emblematizado en un extremismo religioso donde han encontrado una fuente de inspiración para dar un sentido a sus vidas… a costa de las de otros muchos inocentes. «El enemigo dentro» comentaba uno de los periódicos de mayor circulación en Inglaterra.

Los acontecimientos parecen desde entonces tomar otro giro: una mayor desconfianza a los pakistaníes y a las minorías de color, que han sido importantes en el proceso de inmigración desde la segunda mitad del siglo XX en Inglaterra, y cuya contribución al desarrollo económico y cultural, a pesar de lo que hoy se diga, es innegable.

El 21 de julio hubo otra serie de intentos de atentados en Londres. A la policía se le concedieron nuevas atribuciones, como por ejemplo disparar a cualquier persona que se considerase sospechosa. Resultado de esta nueva política para asegurar el orden y la seguridad, fue la muerte de un residente brasileño en un despliegue de violencia en una de las estaciones del metro, a pesar de que, aseguraron testigos, el muchacho ya se había rendido: primero se dijo que habían sido cinco balazos en la cabeza, cuando estaba en el suelo; después se corrigió la noticia y se dijo que habían sido sólo ocho, siete de ellos mortales en la cabeza y uno en el hombro.

Las reacciones quedaron divididas en una frontera difusa: el primer ministro Tony Blair pidió una disculpa a la familia de quien fue confundido y balaceado, el gobierno brasileño pidió una investigación exhaustiva, hubo marchas en el pueblo natal del brasileño ajusticiado. En las encuestas de opinión, sin embargo, los medios difundieron la masiva solidaridad y el respaldo mayoritario de los ingleses con las directrices que han sido encomendadas a la policía, incluso la muerte de aquellos sospechosos que, como en este incidente, resulten inocentes. Es el precio de vivir en estos días en un país del primer mundo.

Inglaterra es un país que ha vivido con entereza determinados momentos de su historia. Una literatura de este carácter asociado a lo británico ha creado un imaginario cultural de virtudes civiles que hoy están en observación y que, en su expresión más radical de odio e intolerancia pueden medirse con estupor, desagrado, incluso rechazo. El odio y el rechazo a los extranjeros es algo que se vive ahora en diversas esferas de la vida cotidiana. Es algo que ahora aparece y brota con mayor facilidad, aunque la historia oficial ha querido ignorar las tensiones que siempre han generado el miedo a los extranjeros y a lo otro, según lo expuesto por Robert Winder (2005) en el libro Bloody Foreigners. The Story of Immigration to Britain., allí donde a las fronteras de la segregación espacial y económica de las ciudades se articulan nuevas fronteras y hallazgos de lo individual y colectivo, mezclados con nuevos temores y reacciones, como se traduce en una serie de notas que bajo el tema The new face of London´s police, publica el semanario The Economist del 30 de Julio de 2005 y que titula de manera elocuente en uno de los artículos “Excuse me, are you a suicide-bomber?” el sentir de muchos locales y extranjeros, reforzando la vocación de una sociedad altamente estratificada, con una reciente inseguridad cuyos conflictos y necesarias transformaciones serán seguramente motivo de interés para propios y extranjeros. Oxford, Inglaterra. 2 de Agosto de 2005

*Profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana en Xalapa. Actualmente realiza un Post-Doctorado en el Joint Centre for Urban Design (JCUD) en la Oxford Brookes University en Inglaterra. Dirección electrónica: carpediem33mx@yahoo.com.mx