Año 5 • No. 185 • junio 27 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Instituye la UV una cátedra extraordinaria con su nombre
Desarrollo de la ciencia en México, mérito de la universidad pública: Pérez Tamayo
Edgar Onofre

El desarrollo de la ciencia en México no es mérito del gobierno sino de las comunidades científicas y académicas de las universidades públicas del país: ninguno de los episodios importantes de la ciencia y la tecnología fue idea del gobierno sino de la comunidad científica, aseguró el investigador y profesor emérito de la UNAM y de El Colegio de México, Ruy Pérez Tamayo, durante la conferencia con que la UV estableció la cátedra que lleva su nombre.


Raúl Arias y Ruy Pérez, durante la conferencia con que la UV estableció la cátedra que lleva el nombre de éste último.
Luego de esbozar un diagnóstico de la ciencia mexicana a finales del siglo XX, Pérez Tamayo describió tres posibles escenarios del desarrollo científico y tecnológico. Según él, la ciencia mexicana pudo consolidarse en la segunda mitad del siglo XX, pese a la indiferencia e, incluso, hostilidad del Estado.

A finales del siglo XX la población ascendía a 100 millones de habitantes y el número de científicos en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) apenas era de seis mil 500, es decir, 0.65 científicos por habitante. “Si tomamos en cuenta sólo a la población económicamente activa (PEA), teníamos cinco científicos por PEA, frente a 68 con que contaba Suecia o 70 Estados Unidos”.

Pérez Tamayo reconoció que es imposible el desarrollo de cuadros científicos sin aportar mayores recursos para ello:

La ciencia puede enfrentar los mayores retos del país si cuenta con los recursos para hacerlo; de esta manera no sólo sería posible ofrecer soluciones a los problemas más importantes, sino que estaría en condiciones de generar el efecto positivo que tiene sobre los hombres que conocen su entorno”.

Aseveró que el crecimiento de la ciencia mexicana ha sido generado por las universidades públicas en un 98 por ciento, que es el porcentaje que conforman las instituciones de educación superior de carácter público en el Padrón de Excelencia del Conacyt. Dijo que mientras México doctoró en 2000 a mil 109 especialistas, España doctoró a cinco mil, Brasil a seis mil 600 y Estados Unidos a 45 mil. Desgraciadamente, no es mucha la motivación que ofrece la ciencia pues el de científico es un oficio “mal remunerado, sin prestigio social, impactado constantemente por decisiones políticas y administraciones ignorantes”.

“El país no podía dar empleos a más investigadores, ni crear más plazas o institutos. La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fue la última universidad pública creada por el Estado, mientras que las universidades privadas se multiplicaron, aunque para ellas la ciencia y la tecnología es apenas importante. En 2000 no había posibilidades reales de crecer, no por falta de capacidad de los científicos sino porque la sociedad y el gobierno no querían”.

El gasto en ciencia apenas ascendió al 0.37 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y somos el país que menos recursos destina a la ciencia de entre los 29 que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Pese a los avatares económicos, reconoció que el país ha registrado crecimiento en ciencia, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX: “La comunidad científica sobrevivió y se mantuvo promoviendo que el conocimiento de la realidad que nos circunda aporta mucho al desarrollo de la sociedad mexicana. Los países desarrollados se distinguen de los subdesarrollados por sus niveles de ciencia y tecnología, pero a México le ha tomado 50 años abrir los ojos”.

La responsabilidad está en nuestras manos, no en el gobierno
Pérez Tamayo señaló tres posibles escenarios para la ciencia en México. En el primero, pesimista, el estancamiento de la economía seguirá reduciendo la inversión en ciencia y el discurso oficial hablará de prioridades para el país. Se reducirán el número de becas y plazas y las matrículas estudiantiles en los campos de la ciencia; los investigadores que existen irán envejeciendo hasta reducir su de por sí restringido número y la excelencia académica se verá menguada.

En el segundo, optimista, un poco en tono irónico, los legisladores aprobarán reformas estructurales, aumentarán las exportaciones y el Estado atenderá las demandas sociales, mientras que el denominado “bono demográfico” (formado por jóvenes de entre 14 y 18 años) será capacitado y educado de manera tal que la ciencia y la tecnología se verán reforzadas.

Habrá también un proyecto nacional de largo plazo protegido por las leyes y la ciencia será primordial para la sociedad, los sueldos de los científicos y su prestigio social llegarán a ser como el de las estrellas del futbol y en dos generaciones México llegará a ser una nación importante: “El problema es que la mayor parte de este esfuerzo corresponde al gobierno que en todo el siglo XX no mostró ningún interés en realizarlo”.

En el tercer escenario, realista, la ciencia y la tecnología seguirán desarrollándose gracias al empuje de la sociedad civil y la clase media, que conforman el sector educado de la nación. “Entre universitarios, la idea de que la ciencia beneficia al país está presente. De seguir así, la sociedad tendrá mayor influencia en las decisiones del país y la ciencia seguirá creciendo a pesar del abandono del gobierno. Suena muy remoto que el gobierno apoye a la ciencia y la tecnología, así que la historia y el destino de nuestro país está en nuestras manos”.
 
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