Las
niñas y los niños en la actualidad tienen tareas más
difíciles que cumplir. No me refiero a las tareas escolares,
que acaparan sus tardes de juego y convivencia con los amigos.
La dinámica propia que se ha establecido en nuestra sociedad
está marcando una pauta, apenas perceptible. En particular,
la competencia por ser el mejor en todo, las aspiraciones de los padres
de no haber sido la mejor bailarina o el campeón de tenis y
el ritmo tan precipitado que vivimos los adultos que estamos a su
alrededor.
En las familias que atendemos, los padres nos mencionan algunos signos
de estrés que dificultan las relaciones sociales de sus hijos.
Todas estas acciones, que los identifican como un niño o niña
con estrés, lo comentan expertos mexicanos en el área
de la inteligencia emocional como, por ejemplo, el comerse las uñas,
cuando una niña se aleja de todos y se le hace difícil
hacer amigas, cuando se mueven en la silla constantemente, cuando
se enojan con todos, o bien se pelean constantemente con los demás.(Domínguez,
B., Hernández, C, 2002)
Frecuentemente, estas conductas pasan desapercibidas o en ocasiones
se minimizan en la familia, responsabilizando a los maestros, al fin
de cursos, al clima o a otros factores externos.
Sin embargo, me gustaría decirles que estas pequeñas
manifestaciones se agudizan y pueden ocasionar un verdadero cuadro
de ansiedad. Si preguntáramos a los niños qué
es lo que sienten, dirían que les duele el estómago
o que se enferman mucho, o que sienten ganas de llorar.
Sobra decirles que estos cuadros ansiosos se van acrecentando pues
no estamos acostumbrados a que alguien nos enseñe cómo
podemos manejar el estrés desde que somos pequeños.
Ahora nos vemos a nosotros mismos y, ¡vaya aspecto!, con sobrepeso,
con manifestaciones somáticas, variaciones en la presión
arterial, intolerancia hacia los demás, gastritis, etc.
Entonces, si ya aprendimos la lección y ahora que somos adultos
nos dedicamos a facilitar nuestro bienestar personal, porqué
no hacerlo también para que nuestros niños, que ya tienen
estos síntomas, puedan aprender también a saber qué
es el bienestar personal y cómo ejercitarlo.
En mi experiencia personal, creo que el demandar al niño tareas
o actividades que están por encima de su desarrollo y de sus
intereses, es algo que podemos empezar a dejar de hacer. No importa
tanto los deseos o lo que observemos en el pequeño, lo más
importante es respetar sus tiempos y sus intereses para que él
solito nos diga cuándo está listo para iniciar un entrenamiento
o algo que sea valioso para él.
Otra de las recomendaciones que nos hacen los que saben más
del tema es que el niño hable de sus sensaciones negativas
y de cómo puede diferenciarlas de cuando él está
bien. Estos autores dicen a los niños que ya tienen estrés:
«Cuenta lo que te preocupa todas las veces que quieras a quien
puedas» En otras palabras, platicar de lo que te sucede ayuda
mucho.
Finalmente, creo que aunque sencillas, estas soluciones representan
una excelente manera de facilitar el aprendizaje al niño y
a la niña, en su salud física, mental y familiar, que
para mí, es lo más importante.
*Patricia
Meléndez Aviña es coordinadora del Diplomado a Distancia
en Desarrollo Integral Infantil, que se ofrece en las diversas regiones
de la Universidad Veracruzana. Informes: 8189121, patymelavi@yahoo.com.mx |