Año 5 • No. 190 • agosto 29 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Asegura experto español en climatología
Consumimos, en un año, combustibles fósiles
que el planeta almacenó en un millón de años

Carolina A. Ochoa Martínez

En junio pasado, la Facultad de Instrumentación Electrónica y Ciencias Atmosféricas de la UV, por invitación del Grupo de Climatología Aplicada, contó con la visita del doctor Javier Martín Vide, investigador de la Universidad de Barcelona, ex presidente y fundador de la Asociación Española de Climatología, un experto europeo en matemáticas aplicadas a la climatología, quien ofreció un par de conferencias: Decálogo sobre el cambio climático y Climatología histórica. Al término de éstas platicamos con él:

¿A qué factores se atribuye el cambio climático?
A lo largo de la historia geológica del planeta, han existido cambios climáticos numerosos y de gran magnitud, causados por factores naturales que se pueden dividir en endógenos y externos. De los primeros pueden mencionarse la variación de la actividad volcánica y el desplazamiento de los continentes, de los externos, los cambios en la constante solar y los ciclos de los parámetros orbitales, aunque también puede ser de origen antropogénico por la quema de combustibles fósiles.

El cambio climático antropogénico es, sin duda, el problema medioambiental más importante al que se enfrenta la humanidad. Todos los habitantes del planeta tenemos una cuota de participación, dado que en diferente cantidad, consumimos combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas natural. Una estimación señala que la cantidad de combustibles fósiles que los seis mil millones de habitantes de la Tierra consumimos en un solo año equivale a lo que al planeta le costó almacenar como depósito geológico un millón de años.

¿Cuándo podría decirse que comenzó a notarse el cambio climático derivado de la inyección a la atmósfera de gases de efecto invernadero?
La composición química de la atmósfera se ha modificado a partir de la Revolución Industrial. Según registros, la concentración actual de dióxido de carbono rebasa las 370 partes por millón, cuando a finales del siglo XIX era de 290 partes por millón. En consecuencia, es de esperarse un cambio en la temperatura del planeta. Si tomamos en cuenta los registros históricos con los que se cuenta de temperatura global del aire, el cambio climático comienza a notarse 1975; otros autores, considerando también las anomalías de temperatura del océano, lo ubican en el año del Niño de 1982.

¿Cuáles pueden ser los acontecimientos que trae consigo el cambio climático?
De manera muy general, a lo largo del último siglo la temperatura media planetaria ha incrementado aproximadamente 0.5 grados centígrados; por otro lado, existen datos interesantes de la temperatura planetaria: para el período 1861-2004, los nueve años más cálidos se encuentran en el último decenio (1995-2004).

¿Qué hacer en aquellos lugares donde no existen series climáticas tan largas, cuando se quiere estudiar el clima del pasado anterior al inicio de las medidas meteorológicas?
En estos casos hay que recurrir a datos e informaciones indirectas, es decir, no meteorológicos, pero con aprovechamiento climático, indicadores (Proxy-data) que suministran las diversas disciplinas paleoclimáticas, aquellas que estudian y reconstruyen los climas y ambientes del pasado. Estos indicadores son de diferentes tipos y orígenes, pero tienen en común que de ellos pueden derivarse informaciones meteorológicas o climáticas que llegan a expresarse como índice y hasta como valores climáticos comunes.

Una de las ramas de la paleoclimatología más alejada de los métodos estadísticos que caracterizan a los análisis climáticos convencionales es la climatología histórica, una disciplina que utiliza como indicadores informaciones documentales, es decir, anotaciones e inscripciones sobre el estado del tiempo o sus consecuencias consignadas en la documentación histórica.

¿Podría darnos un ejemplo?
Las rogativas pro pluviam correspondían al momento en que los campesinos detectaban una falta apreciable de lluvia que podía comprometer las cosechas. En ese caso transmitían su preocupación (angustia en la época porque, con mecanismos comerciales rudimentarios, la escasez en las cosechas se convertía en hambrunas y enfermedades) a las instituciones gremiales. Uno de los hechos más interesantes y climáticamente más valiosos de estas rogativas es que el tipo de ceremonia religiosa dependía de la gravedad de la sequía; pueden establecerse diferentes grados de intensidad de la sequía a partir del tipo de ceremonia, tanto más solemne cuanto mayor era la necesidad de agua.