Año 5 • No. 193  • septiembre 19 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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  David Skerrit incorporó el tema de las migraciones
Analizan académicos de la UV identidad y cultura en la FILU
Jorge Vázquez Pacheco
Para Rosío Córdova, los presentes son tiempos de “reivindicación y tolerancia”; es necesario referirnos tanto a la cultura y su entramado como a la categorización, en la que el asunto elemental resulta ser la diferencia entre hombres y mujeres
Para Rosío Córdova, el tema del género y la cultura no sólo es de sus “muchas querencias”; es también un asunto que no pierde actualidad. Observadora de evidente optimismo, sus apreciaciones se prestaron a la polémica en la USBI, durante el desarrollo del debate sobre Identidad y cultura, celebrado en el marco de la FILU.

Rosío considera que los presentes son tiempos de “reivindicación y tolerancia” y en los que es necesario referirnos tanto a la cultura y su entramado como a la categorización, en la que el asunto elemental resulta ser la diferencia entre hombres y mujeres. “No es gratuito, por tanto, que el acercamiento a la perspectiva de géneros se haya realizado desde la antropología y desde el psicoanálisis”, disciplinas que forzosamente remarcan esta diferencia.

La antropología centra sus estudios no sólo en la cultura sino también en los asuntos de parentesco y, la que resulta vital, el sexo de la persona con la que otra se relaciona. En el psicoanálisis es vital lo anterior para la resolución del complejo de Edipo; esto es, la naturaleza de género de la persona que se define como el objeto de nuestro deseo.

Rosío Córdoba y Sergio Téllez durante el desarrollo del debate sobre Identidad celebrado en la Feria Internacional del Libro Universitario.
Córdova procedió a analizar la diferenciación de género desde la óptica de la discriminación que implica y que tiene su aparente justificación en la biología y en la anatomía de los seres humanos.

Y dentro de lo mismo existen formas de diferencias entre seres del mismo sexo. Ello lo ejemplificó con la que ocurre dentro de la típica sociedad javanesa, en la que existen por lo menos cuatro formas de diferenciar a las mujeres de acuerdo a su feminidad, y siete distintas formas de categorizar a los hombres. La cultura occidental diferencia a los hombres y mujeres en el aparente sustento del cuerpo, no es tan inmutable como lo pensamos. Los estudios históricos indican que antes del siglo XVIII el cuerpo se entendía de diferente forma, era una entidad que podía transitar de uno a otro sexo sin mayor dificultad.
Córdova se remitió al estudio del historiador inglés Thomas Lacquer en que se cita que desde los griegos antiguos hasta el siglo XVII los cuerpos masculinos y femeninos eran prácticamente lo mismo y lo único que los diferenciaba era “la cantidad de calor que habían tenido durante el embarazo. Suficiente calor hacía que los genitales del feto crecieran hacia fuera, mientras que la falta del mismo haría que se mantuvieran ocultos. Entonces vemos que las diferencias no eran sexuales sino en términos de gradaciones de temperatura.”

La diferenciación actual es la base de todo un sistema jerárquico, en el que se nos enseña desde niños a entender el mundo de diferente manera y de acuerdo con el sexo.

Al mencionar el asunto de sexo y política, entendida ésta no sólo como el espacio público sino también como la arena por la que circulan relaciones de poder, dijo que “es aquí donde el género opera diferenciando la carga de poder que pueden ejercer uno y otro”. El género es una forma primaria de relaciones significantes de poder, propio de un sistema jerarquizante que otorgará la posición de dominado a unos y dominante a otros.

Migración y cultura
David Skerrit, doctor en historia moderna por la Universidad de Oxford, disertó en torno de la cultura que se da como parte de los fenómenos de migración. Antes aclaró que no se quitaría la camiseta de académico para ponerse la de migrante o viceversa. Él mismo, historiador de carrera, es migrante en nuestro país, y la de historiador es su “tercera camiseta”.

El tema es demasiado complejo. Y es que en México se dio el establecimiento de españoles, franceses e italianos; alemanes algunos, otros asiáticos. Y mientras los españoles han puesto tiendas y mueblerías con nombres de Puerto de Vigo, por ejemplo, los franceses son caso aparte, que llama poderosamente la atención.

Skerrit refirió el caso de estos galos que fracasaron estrepitosamente en la zona de Coatzacoalcos, invitados por el gobierno a asentarse, hacia la segunda década del siglo XIX. La mayor parte de ellos se fueron y otros murieron. “Nadie sabía qué hacer con un azadón o un machete…”

Pero se dio después el caso de los franceses de Jicaltepec, cerca de Nautla, que se dio a partir de 1833 y en el que resultaron capaces de adaptarse y sobrevivir exitosamente. Hoy vemos congregaciones pujantes como San Rafael, Mentidero o El Ojite. “Ellos dieron una especial fisonomía a la zona con sus casas de techo de teja, su cultura gastronómica.”

Skerrit mencionó que si la cultura migrante de la zona de San Rafael sobrevive y permanece no ha sido por si misma del todo, sino también por los “préstamos” de las costumbres regionales, como la ganadería intensiva que ya se practicaba cuando ellos arribaron. Los franceses estimularon un sentido de la pequeña propiedad, estimularon las formas de aplicar adecuadamente pocos recursos pero también aprendieron las formas de cómo apropiarse de enormes extensiones de terreno.

La interculturalidad
Al hablar de multiculturalismo e interculturalidad, Sergio Téllez se refirió de inmediato a la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI), un programa que ofrece educación superior a las regiones marginadas, impulsado por un enorme grupo de profesionistas y actores sociales vinculados a los ámbitos rurales y universitarios.
“Vivimos en un mundo que se caracteriza por su diversidad cultural, naciones que no pueden ocultar su falta de homogeneidad interna o la existencia de movimientos sociales reivindicativos feministas, indígenas, campesinas, gay y demás.” Pero la diversidad cultural también debemos contemplarla como inapreciable oportunidad para alcanzar una mejor condición de vida.

La década de los ochenta resulta elemental para comprender el proceso de desarrollo de esta diversidad cultural en el mundo, a partir de los países desarrollados con cuotas muy elevadas de migrantes, quienes reclamaban reconocimiento y demandas de derechos. Las políticas públicas en torno a la diversidad cultural fueron revisadas. Por otra parte, la globalización y las nuevas formas de comunicación posibilitaron el debate sobre la composición culturalmente diversa de las sociedades.