Año 5 • No. 193 • septiembre 19 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Ex-libris

 Gestión Institucional

 Vinculación

 Investigación

 Estudiantes

 
Arte Universitario

 Foro Académico


 Halcones al Vuelo


 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 
Cultura y civilización en
cursos de lengua extranjera
Víctor Martín Morales Pavón / Centro de Idiomas-Veracruz
El ejercicio de la educación, hoy más que nunca, requiere de un análisis del contexto multifactorial que presentan nuestras sociedades actuales. El fenómeno de la globalización en todos sus aspectos –social, político, económico y cultural– así como la presencia cada vez más firme de la informática en la vida diaria, son variables que pernean el contexto laboral del docente contemporáneo.

El concepto de “aldea global” es una realidad perceptible y cotidiana gracias a los medios de comunicación y “aislado” es un término que parece ser condenado a desaparecer debido a los procesos de integración de los mercados económicos internacionales.

Es por ello que, a pesar de la tecnificación y mediatización actuales, es indispensable tratar de entender a los demás, a los otros, incluso a aquellos cuyas fronteras no colinden justamente con las nuestras, para comprender mejor los procesos históricos de este mundo plural y cambiante. Después de todo, ese es el mundo con el que nuestros alumnos deberán interactuar una vez concluida su formación universitaria.

El análisis de este contexto, así, solicita una actitud y una mente abierta a los eventos que acontecen día a día, aún en geografías que no son las nuestras. Es por ello que existe una renovado interés por incluir una metodología de cultura y civilización en lo que a didáctica de lenguas extranjeras se refiere.

Desde el punto de vista estrictamente lingüístico, la presencia de la cultura y civilización en la enseñanza-aprendizaje de toda lengua, parte de un principio epistemológico elemental: lengua y cultura son dos realidades independientes e imposibles de ser disociadas una de la otra.

Esto es comprensible si, por un lado, se considera a la lengua como un producto socio-histórico, como una práctica cotidiana, que se origina en el seno del conjunto de prácticas de un grupo social específico y, por otro, todo grupo social (toda cultura, toda civilización) se expresa y se refleja, a su vez, a partir de una lengua propia.

Hablamos aquí de dos conceptos que tienen un mismo origen y que se encuentran ligados, uno al otro, en su devenir histórico. De esa manera es factible decir que no se puede entender la una sin la otra. Lengua y cultura son dos realidades que se implican de manera mutua.

Por lo tanto, al enseñar una lengua extranjera se enseña también, de manera implícita, una serie de valores culturales propios de la sociedad que la habla, ya que el fenómeno de la comunicación no se limita a lo estrictamente lingüístico. Aprender y enseñar una lengua extranjera no solamente consiste en designar los objetos con palabras diferentes, se trata de estimular una reflexión sobre la expresión verbal y los contextos que la producen.

Siguiendo esta idea, no será lógico enseñar un sistema lingüístico e ignorar los cuadros referenciales –especializados y cotidianos– que le den origen y que lo sustentan. Toda lengua es el reflejo de una visión específica de una parte del mundo en que vivimos, luego, entender una lengua será la ocasión de entender a la sociedad que la origina. Una didáctica de la cultura deberá tener por objetivo desarrollar en nuestros alumnos una competencia no sólo de orden lingüístico sino también una competencia de tipo cultural.

Sensibilizar a nuestros alumnos en el descubrimiento de aspectos culturales de esa parte del mundo que nos interesa por su idioma, ayuda no sólo a un mejor conocimiento de ese código lingüístico en particular, sino también a que la clase, incluido el maestro, tome conciencia de la relatividad de los sistemas culturales y de la tolerancia que debe de haber entre las sociedades.
 
... .