Año 5 • No. 193 • septiembre 19 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Persiste hasta nuestros días
el linaje de Tláloc: Báez-Jorge
Ricardo Luna

Los dioses prehispánicos de la lluvia expresaban la tensión social y comunitaria de entre lo seco y lo húmedo, lo vegetal y lo mineral, lo orgánico y lo inorgánico, la tierra y el cielo, el hambre y el alimento, lo imaginado y lo real, la vida y la muerte.

Muchas de las piezas que se han encontrado bajo cuerpos de agua, pertenecientes al periodo preclásico temprano, representan a los dioses de este elemento como Chac Mool o el propio Tláloc, pero lo más importante es que todas ellas están relacionadas con la naturaleza o el movimiento continuo, es decir, con los cuatro elementos de la tierra que, en representaciones de Tláloc, se manifestara con piezas encontradas en montañas, cuerpos de agua o cuevas.

Para el investigador Félix Báez-Jorge, quien habló sobre el linaje de Tláloc en el Museo de Antropología de Xalapa, a propósito de la exposición Arqueología subacuática, dijo que tales suposiciones han sido interpretadas a través de la mítica lucha entre Quetzalcoatl y Tezcatlipoca narradas en la historia de los mexicanos por sus pinturas: “este relato explica la manera en que Tezcatlipoca le quita a Quetzalcoatl su espejo y con ello el poder de producir la lluvia, hecho que estaría explicando la alternancia de las temporadas de secas y de lluvias”.

Así, la importancia de las deidades del agua en el panteón mesoamericano se explica por las contingencias atmosféricas del líquido vital. En un sentido opuesto, las lluvias torrenciales, las heladas, el granizo, propiciarían enfermedades y muertes, incidencias que son el cimiento terrenal de la imaginada configuración benéfica y maléfica de las divinidades del agua, es decir, sus planos de dualidad, que son comunes a todas las deidades mesoamericanas.

Este manejo y control superlativo sobre el agua de nuestros antepasados mexicas y mayas se puede apreciar, dijo el investigador, en los relatos de Fray Bernardino de Sahagún, quien señaló que el signo calendárico que marcaba el nacimiento de los nahuales (magos) tenía una íntima relación con el agua, es decir, la lluvia era el signo propiciatorio de la magia y viceversa.

Pero cómo explicar la continuidad de esos antiguos mitos y rituales entre los grupos étnicos de nuestros días. La respuesta a esta interrogante, en opinión de Báez-Jorge, es que esos puentes simbólicos, como los llamó, están vigentes en nuestros días, puesto que siguen existiendo en gran parte las mismas condiciones geográficas, climatológicas y de los ciclos agrícolas.

Asimismo persisten en gran medida relaciones de producción y fuerzas productivas que determinan las situaciones aleatorias de las comunidades campesinas frente al clima y la llegada de las lluvias. “Así veremos que distintas deidades cristianas como vírgenes, cristos o santos hayan sido disfrazados o revestidos con emblemas característicos del linaje de Tláloc”.

Luego de su charla, fueron presentadas por primera vez en una exposición al público 36 piezas arqueológicas rescatadas bajo el agua por tres proyectos emprendidos por la UV desde los años setentas hasta el presente. Con ello se pretende dar a conocer el valioso aporte de la arqueología subacuática y promover su desarrollo en un territorio con vastos litorales marinos, cuencas fluviales y complejos lacustres.
 
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